Víctimas e intercesoras en los casos de violencia doméstica o sexual

Por Manuel Clavell Carrasquillo

De la Redacción de Estruendomudo

Beth (en la foto con blusa azul) es la “intercesora legal” de Trish (en la foto con abrigo rosa), quien ha sido víctima de una violación sexual horrenda en la tercera temporada de la serie televisiva Broadchurch. La función de Beth como consejera en este tema es acompañar a Trish durante la investigación policíaca y la batalla legal en los tribunales contra los acusados por el crimen.

En Puerto Rico ya existen profesionales que se dedican a ejercer esta importante tarea, pero el estado ha decidido reglamentarla para exigirles una certificación. A esos efectos, la Oficina de la Procuradora de las Mujeres acaba de publicar el borrador del reglamento que deberán, tras ser aprobado, seguir las psicólogas, orientadoras, consejeras y trabajadoras sociales que soliciten certificarse como “intercesoras legales” en los casos de violencia doméstica o violencia sexual.

Según quedó ilustrado en Broadchurch, el apoyo de Beth resultó ser vital para Trish ya que ese vínculo le sirvió para trabajar –acompañada y protegida– ciertos aspectos espantosos de la estigmatización comunitaria que conlleva este tipo de brutalidad.

Centenario de la revolución rusa (1917-2017)

Por Manuel Clavell Carrasquillo

De la Redacción de Estruendomudo

Se pueden hacer todas las pataletas y papelones posibles pero al llegar la calma y el sosiego reflexivo hay que aceptar que la revolución rusa fue el acontecimiento de mayor trascendencia mundial del siglo 20. Algunos historiadores apuntan que no sólo su influencia internacional le otorga esta posición sino también la complejidad y la pluralidad de las ideas revolucionarias que convergieron para hacerla posible (bolcheviques, mencheviques, socialistas revolucionarias y anarquistas, entre otras). En el centenario de este evento (1917-2017) conviene hacer un alto para oxigenar aquellos intensos debates.

 

Survival Mode en El Local

Survival Mode en El Local

Por Manuel Clavell Carrasquillo

Fotos por Herminio Rodríguez

De la Redacción de Estruendomudo

La parte más fuerte del aguacero de la tarde te cogió subiendo en bicicleta la cuesta de la avenida Fernández Juncos en el barrio de Santurce, casi a la altura del hospital Pavía.

Enchumbao en medio de ese pedaleo, el fotógrafo –que iba en la delantera–, te gritó que pararas. Había un bonche de jóvenes rockeros arremolinados frente al bar El Local; casa club de los fans de muchas bandas de música alternativa que hacían conciertos allí a menudo.

La energía eléctrica les había llegado tras el desastre del huracán María y la barra en el segundo piso estaba abierta, vendiendo los espíritus básicos: rones, güisquis, vodkas y tequila. Los muchachos recargaban sus celulares en la salita con aire acondicionado y jugaban las cartas de Monopoly Deal mientras escuchaban la música que venía del salón de baile y le echaban un ojo a la escena de un beso tipo Gone with the Wind de una película vieja en blanco y negro que se proyectaba sobre una de las paredes.

Saciada la sed de alcohol, “juice” para los teléfonos y buena musiquita para el alma en medio de la devastación citadina, estuviste a punto de irte pero, al bajar, te diste cuenta que cocinaban.

Casi un centenar de chicos y chicas tenían organizado un comedor comunitario en el patio y preparaban una enorme paella de vegetales con caldo de pescado hecha con un montón de ingredientes que cada cual traía en forma solidaria y colocaba en unas mesa que estaban bien surtidas y organizadas, incluso con ingredientes como curry y pasta sin gluten.

Fofé Abreu, cantante y líder rockero de bandas como Circo y Fofé y Los Fetiches, te explicó que los muchachos tenían un estricto calendario con turnos autogestionados para confeccionar desayunos, almuerzos y cenas los 7 días, y que sólo se requería que los que tuviesen hambre se apuntaran como voluntarios para bregar con los fogones y que trajeran algún alimento para el “pote”.

En ese ratito no hubo música en vivo porque la paella estaba en su inicio pero Fofé aseguró que a la hora de servir se habían formado todo tipo de bembés improvisados para pompear la sobrevivencia, celebrar el trabajo socializado de alimentación y levantar los ánimos del colectivo.

Herminio Rodríguez es profesor de fotografía en la Universidad Interamericana de Puerto Rico en Bayamón y Manuel Clavell Carrasquillo es profesor de redacción y comunicaciones en la Universidad Metropolitana de Puerto Rico en Cupey.

Energía Gamer

Energía gamer

Por Manuel Clavell Carrasquillo

Foto por Herminio Rodríguez

De la Redacción de Estruendomudo

La bicicleta rodó prácticamente sola por la ruta habitual que sueles recorrer de paseo por la ciudad de San Juan, (Hato Rey-Santurce) aún después de la devastación provocada por el huracán María y la crisis de los carros sin gasolina en Puerto Rico.

Pero no estabas en normalidad alguna, todo lo contrario, andabas sumido en un laberinto de desvíos y reconfiguraciones abruptas como la primera parada a las tres de la tarde: La recarga de energía de los aparatos celulares en el spot de los “gamers”, al pie del edificio bancario Popular Center.

Allí, los muchachos aficionados a los videojuegos, los cómics y el coleccionismo de figuras de superhéroes prendían las laptops, y se conectaban al Wifi para jugar tablas difíciles llenas de gráficas brutales pero “chupabaterías”. Conversaban sobre las leyendas de sus mitos de fantasía cinematográfica y digital hasta ponerse la última raya antes del “low battery”.

Mataban el tiempo y la incertidumbre generalizada sobre el futuro de sus vidas por unas horas con sus amigos y con los desconocidos como tú, “tecatos del power” machucados por una tormenta, haciendo pronósticos de los próximos capítulos de sus series favoritas e inventando posibles nuevas tramas de la eterna batalla entre los personajes malos y los buenos, en un mundo cruel o plástico, donde básicamente sólo sobreviven los que saben cómo se juega.

Cuando regresaste de noche con el fotógrafo ya no estaban. El corillo había mutado en círculo de jóvenes cantores de karaoke para animar la velada.

Herminio Rodríguez es profesor de fotografía en la Universidad Interamericana de Puerto Rico en Bayamón y Manuel Clavell Carrasquillo es profesor de redacción y comunicaciones en la Universidad Metropolitana de Puerto Rico en Cupey.

Una taberna de osos en Santurce

Escribe Manuel Clavell Carrasquillo

Foto de Herminio Rodríguez

Especial para Estruendomudo

Los grandotes te invitaron a janguiar con ellos en su nueva cueva, el Bear Tavern PR, que abrió hace unos meses en la calle Degetau de Santurce, pero no podías, así que te quedaste con las ganas de pasar un buen rato con los muchachos de la subcultura gay masculina de los osos, celebrando los cuerpos large y equislarge en éxtasis hombruno rough, tomándote unos palitos y oyendo música de fiesta con ellos, sin camisa, con arnés de cuero, mostrando chichos, pipa y pelos con orgullo; sin que las miradas ni los comentarios estúpidos de los que se creen divos superiores porque sus carnes flacas y depiladas caben perfectamente en la ropita de Zara o Armani le entreguen la noche al régimen de la estrechez.

¡Ay Bendito! Nuevas décimas satíricas de nuestro jíbaro residente

Por el Jíbaro Residente

Especial para Estruendomudo

Justo a un mes del plebiscito
no hemos sufrido nevadas,
no se habla inglés en Aguada
ni hay “red necks” en Naranjito.
Nueva York no es Aibonito,
Llorens Torres no es el Bronx,
no hay osos en Bayamón,
no hay indios sioux en Gurabo,
no hay ni un “amish” en Guaynabo
ni hay búfalos en Rincón.

La alcapurria no es “pop-corn”,
no es “root-beer” el mabí,
no es un “big frog” el coquí
ni “cheese-trix” el chicharrón.
Un “nerd” no es un estofón,
ni “Oh, My God” es ay bendito
y, hablando del plebiscito
preguntan los gringos ya
para qué la estadidad
si ellos no comen cuajito.

El “Pudge” irá derechito
a llorar la estadidad
y le dirá el yanqui: “Bah,
tú cogiéndome el culito!”.
Al gringo le importa un pito
la solicitud de Ricky
porque el chico tiquismiqui,
aunque finja estar contento,
con ese veinte por ciento
se estrelló en su “plebitricky”.

Con sus ilusiones rotas
hoy lloran los estadistas,
ni el vaciado de listas
les valió una buena nota.
Pero, caray, ¿qué derrota?
Tal vez estos muchachitos
morirán con su ay bendito,
mas de aquí a 500 años
Casa Blanca sea en Cataño
y el Congreso en El Fanguito.

¡Por fin seremos gringos! Décimas satíricas de nuestro Jíbaro Residente

¡Por fin seremos gringos!

Por Yankofilo Schatz Rosselló

Especial para Estruendomudo

Aunque es medio tiquismiqui,
Puerto Rico avanzará
camino a la estadidad
bajo mandato de Ricky.
El chiquillo tiene tricky
y se espera que prontito,
concluido el plebiscito,
estemos hablando inglés
y algunos meses después
seamos gringos de El Fanguito.

Todos gringos de El Fanguito,
gringos de honor y de prez
espepitando el inglés
despacito, despacito.
Nuestro acento de “ay bendito”,
no lo entenderán ni jota
los “red neck” allá en Dakota,
mas si creen que hablamos mal,
que escuchen porque es fatal
el inglés de Chiquitota.

Puerto Rico se alborota
camino a la estadidad
este domingo en verdad
nos calzaremos las botas.
Ya cumpliremos la cuota
porque no hay oposición
y tenemos la intención
por ser solos en la pista
de ir vaciando las listas
honrando la corrupción.

Me causa gran emoción
pensar en mi estrella hermosa
incluida en “la pecosa”
desde Utah hasta Oregón.
Y mi abuelo allá en Rincón
hecho un gringo el contrayao,
mis primos en Humacao
más blancos que una sonrisa…
¡Y mis nietos en Loíza
rubitos y coloraos!

VIVA RICKY, VIVA SCHATZ
VIVAN TRUM Y LA ESTADIDAD…

 

El nómada

El nómada

De Juan Carlos Quintero Herencia

Nota de la Redacción de Estruendomudo: Este poema forma parte del libro de Quintero Herencia titulado “El cuerpo del milagro”, disponible en Puerto Rico en la Librería La Tertulia en Río Piedras.

A mí que me echen un sato,

puede que hasta dos o tres,

jauría perfeccionada para mi fuga,

herida que ya merezco,

ver si en su desgarro coincido,

suelten las bestias les digo,

a ver quién de todos huele más

de esta cojobilla secreta

guisada adobado tramar.

 

Que me echen algo entonces

me cansé del rabito del ojo y

su silueta temblorosa,

marcando en la inmediatez

las ganas de no hablarle a esos vecinos

que nunca se callan,

que nunca dejan de comer,

que nunca bajan la música,

que olvidan bajar el inodoro,

me cansé de los zancudos eternos,

de sus picadas invisibles

cantaito en los oídos,

maldita picadura en las plantas de los pies

me voy rapidito lejos del maje que en la distancia recibe mi golpe,

se inmola y me escupe,

lo quemo campanilleando,

triste impasibilidad la de las creaturas de Dios.

 

Me voy,

avísenme cuando hallen de dónde viene ese tufo verdinegro

que libera las alcantarillas,

el silencio atorado en la luz de los domingos,

te digo que me voy pal monte

pal aeropuerto

contento en mi jaragual de hierro

cantándole mi canción al viento,

un cacique marsupial

crustáceo sin sancochar,

sin tesoro sin mujer

inmenso.

 

Título de propiedad no tengo:

SE VENDE/FOR SALE,

lo siento.

aquí ahora y allí me quito

no juego más a la campiña in-arada,

al quiosquito gritón,

al gobierno chiquitito

a la sana administración como esperanza y final,

sacude ese boomerang de nada y

su casita melancólica,

con su bandera o

el himno nacional o

el himno colonial o

el himno revolucionario o

el himno alcohólico o el himno del Banco Popular

en ritmo de plena por las calles de la San Sebastián,

cemí con ojos color melocotón

ya canta “Verde Luz”,

váyanse toitospalcarajo

no regreso

ni invoco

digamos que cambio de ambiente

de dimensión

de cANAL.

 

Eso sí que nadie lo dude

voy en fuga,

perdido traiciono las mejores letras insulares,

me jarté de los periódicos o la basura

retintando de humores

(calamares sin babilla)

me jarté de lo que no supieron decir y de lo que intentaron decir,

harto del hato del señorito devoto

de su impermeabilidad ante el Caribe

harto también de la oficial bien peinada o mal peinada

que al pronunciar definitivamente la parábola definitivamente obviamente claro

está

de su ineptitud,

fuerte estereofónica televisiva bilingüe

imagina la consumación de lo Tremendo en su agendita municipal

o en la recitación de algún verso de Julia de Burgos.

 

Jarto de lo mismo disfrazado de lo igual

jarto de los mensajes de la GoberNación también

entre idiomas monigotes que nunca sabrán un carajo,

na, yo me pinto,

me largo así:

en el primer sendero de lajas que la lluvia me edite en la emoción

cojo la sinsora y me zumbo

pa las pailas del mismísimo carajo.

 

Olvídate de eso

me voy con la última hojita de papel de inodoro

esa que deja apenas ver el remolino y

mi segunda boca floreada de avispas,

harto de la mercancía a mitad de precio

Congelada Patria USDA,

como si me estuvieran haciendo un favor,

me voy jarto de tanto jíbaro hipercorrecto,

de tanto hipster folklórico,

—tremendo ser humano— con plaza en el Instituto de Cultura,

el Departamento de Estudios Hispánicos o

el Taller de Escritura Creativa en la Universidad del Sagrado Corazón,

me voy jarto de la moronidad periódica

arrastrando su uña por los comerciales y

hablándole con las manos a la comunidad

del estado del analfabetismo,

gerente de la elocuencia masiva

levanta las manos optimista,

eso es,

recibe pergaminos,

le mide la gandinga a los que se fueron,

escribe poesía conversacional,

es performero, vendedor de libros artesanales y

estudioso de la poesía del siglo de oro.

 

Si quieren

(pausa)

repito

os pido un galgo nada más,

pues no aguanto ni el pastizal verdoso,

ni la vaca atareada en su mascar,

ni el sapo devoto

o el perro muerto en la avenida

tranzando su heroica explosión en posición de loto,

no me interesa el interior corpulento de lo nativo ni

su pocito dulce machacando con las tres razas,

chacho deja eso,

no puedo más con la beatería de los grillos

cantando hasta que los fumiguen,

adonde me dirijo no existen reservas ambientales

ni la soberanía confundida con la impertinencia o

las bellas instituciones alternativas del náquená.

 

A mi que me traten de morder cuando abra las hélices

mis palancas,

mi quijada batiente al aire,

que tiren ahora su carnaíta

a ver que cae,

ni la sombra me sabrán,

a mí que me echen un sato

insisto,

que los espero y le subo el volumen a la campiña,

al casco de la ciudad murada baños de ruda deseo,

al centro del área metropolitana ajíes en su aceite,

un hoja de albahaca plastificada para ese culo que no quiere

forma de conejo tiene,

así nadie se sorprende,

cada cual se recoge en lo suyo.

 

A mí que me rastreen,

a ver si encuentran las aspas de ese viento que me embriaga

me impulsa y me vuelve fenómeno atmosférico,

ciego marisco agazapado de esferas

cariño indecidible cabrito fantasmal,

arcipreste de conchas en un solar de cascabeles

invisible langostino calamar

en el yermo de un continente,

Puerto Rico lúgubremente

nada como chillo estofado.

 

Ya te lo dije,

insaciable voy insaciado,

ni la sombra me sabrán,

a mí que me echen los perros,

sin ligaduras beso mil mesetas

asaetado en mi manglar de cilantrillo,

desplegado como untado a esa empella,

me guardan

arrozales que me frican

serenatas escabeches

a la plancha criadilla,

champiñón y choricillos,

langostinos cocolías un fanal:

a mi que me echen un sato,

ande

écheme dos

écheme tres,

a mi que me echen un sato.

 

7 de febrero, 25 de abril de 1992, 19 de enero de 2004, 18 de julio de 2010, 22 de enero de 2012 y 24 de enero de 2015,

Río Piedras y Silver Spring.

 

 

¿Alguna vez bailaste con el diablo bajo la pálida luz de la luna? o sobre la bandera en llamas

La imagen del patriota puertorriqueño Betances se utiliza para vender sándwiches de pernil en el Parque Gastronómico Lote 23 de Santurce. Foto de Herminio Rodríguez.

¿Alguna vez bailaste con el diablo bajo la pálida luz de la luna? o sobre la bandera en llamas

Por Sonia Marcus Gaia

Foto de Herminio Rodríguez

Especial para Estruendomudo

Hace unas semanas unos jóvenes, encapuchados, pensemos de aquellos que “mantienen viva la llama de la inconformidad” quemaron la bandera estadounidense en la más burda imitación ochentera del ancestral acto rebelde e irreverente de quemar un símbolo nacional que ya es harto conocido por su polémica actitud hacia el Otro y las pasiones contradictorias que genera. Nada nuevo bajo el sol; si no fuera porque luego del acto sacrílego, la Pecosa, ya sumergida en sus merecidas llamas infernales provocó la típica explosión de comentarios anti-quemadores en las redes sociales. Y yo, mea culpa, lanzada a un streetcar named desire, mordida por la curiosidad de presenciar el estado de histeria colonialista que florece silvestre aquí, me lancé a la lectura de los mismos.

Para magna sorpresa mía encontré un comentario de una estudiante que considero una chica inteligente, de ideales patrióticos y con un sensato sentido de libertad. Esta hablaba, criticando el acto, que esto se había salido del límite, que ella no era ni estadista ni estadolibrista, que tenía sus ideas soberanas, que por su orgullo ella amaba este pedazo de tierra que podía ser un país independiente pero que al fin y al cabo ella era realista y sabía que esa vaina no podía ser, porque: Puerto Rico no se sustentaba económicamente, no había agricultura y no poseíamos materia prima para exportar.

Como joven universitaria le preocupaba nuestro estado de consumismo y dependencia porque las ayudas federales venían de los Estados Unidos y que estos chicos, contemporáneos con ella, se contradecían en quemar eso que significa esa ayuda desinteresada que nos regalaba ese monstruo rubicundo al norte. Se preguntaba, en palabras textuales, ¿Cómo yo voy a quemar la bandera del país que me beneficia económicamente los estudios universitarios? ¿Con qué cara insultan la bandera de la nación que les da el chequesito del sobrante que en su mayoría se lo gastan en jodeera? Dime ¿con qué moral exiges respeto? Se quejan de que les suban el costo en créditos pero dime ¿qué se harían si no existieran estas ayudas federales? Seamos un poco sensatos, más allá de nuestros ideales políticos. Porque definitivamente, ¡Esto se salió del límite!

Más allá de la babosada cultural

Días después asistimos desde nuestros televisores al bochornoso evento en el cual escuchamos el “God bless America” dentro de la sala cameral, en el Capitolio, en la voz de un barítono pechipluma que trataba que no se escuchara el coro de legisladores desafinados, el cacareo cuneiforme del corral de aves revuelto, rindiéndole tributo a la mencionada Pecosa, no se nos fueran los gringos a enojar y mandarnos otra invasión por la afrenta. En esos días me sentí como si me inyectaran por un colonoscópico el absurdo con melodía de Music from the Tropics. Así que me he tomado esta oportunidad para hilvanar algunas ideas que puedan darle (aunque sólo sea una mera ilusión) objetividad a tanta babosada cultural; y de paso, darle una respuesta sensata, fundamentada y esperanzada a mi estudiante, joven a quien le he cobrado afecto.

Comencemos con que hemos legitimizado el discurso de la estupidez. Alguien observa o presencia un acto e inmediatamente nos creemos Cervantes y escribimos lo que sentimos. Casi podría hablarse de una posesión inadecuada de nuestro derecho democrático a la libre expresión. Personalmente creo en la libre expresión: pero ¿hasta dónde permitimos o avalamos discursos totalmente improductivos, malintencionados; y para colmo, mal escritos? Las barbaridades más truculentas tienen un aval y una descarga de improperios que atentan contra esa misma libertad que defendemos. Lo lamentable del discurso de la estupidez es que es rápido, falaz y desinformante. Sería muy probable que si lo terminaras leyendo contarías con neuronas de menos. Por ende, cuando el pueblo presenció, leyó, conoció que unos jóvenes, encapuchados (lo cual no hace reconocible si son estudiantes de la UPI o alguna otra universidad; o si son producto del aparato represor del Estado o Empresa Capitalista) quemaron una bandera; la reacción debió haber sido: ¿Por qué?

¿Por qué se quema una bandera?

¿Por qué se quema una bandera? En el 2016 dos mexico/estadounidenses quemaron la bandera mexicana en protesta contra los migrantes indocumentados que llegaban por la frontera, particularmente seguidores de Trump. Sí, no somos los únicos que cargan con mutantes en su país; los mexicanos también soportan semejante estigma que aún le sangra de las muñecas. Pero no quiero entrar en el discurso del odio. Ese lo podemos dejar para otro tintero. En el 2013, hubo venezolanos que quemaron la bandera de Cuba, en clara alusión a los vínculos de Madero y Chávez con el gobierno cubano. En 2011 estudiantes bolivianos quemaron la bandera chilena bajo el reclamo ya centenario de la salida al mar que Bolivia sí tenía para el siglo XIX y que perdió bajo la Guerra del Pacífico. En 2016 dos horas previas a la inauguración de los Juegos Olímpicos quemaron una bandera brasileira en protesta por la corrupción gubernamental; a lo lejos, en la marginalidad de Río, las favelas escuchaban el ruido de la fiesta a la que no los invitaron. Hay innumerables ejemplos; pero con un botón basta. Reconozcámoslo: hasta ellos mismos queman su propia bandera.

Entonces, ¿Por qué se queman las banderas? La respuesta es sencilla; porque nos enojamos. Porque debe haber un derecho que diga: tienes derecho a encabronarte. Nadie objeta en España que hasta un niño hable de “cagarse en la hostia” pese a que  es “defecarse en el cuerpo de Cristo materializado en una hostia” lo que significa dicha expresión de rabia y/o enojo. Sí, enojarse con el país, con nuestra frustración colectiva, con nuestra clase dirigente, con los que dañan y anteceden sus intereses al beneficio colectivo y la naturaleza. Un acto de quema de una bandera es una purificación de la rabia, salvaje y primitiva, por donde canalizar nuestras decepciones nacionales. La bandera gringa no es la excepción. Incluso, de todas las banderas, ella es la más quemada a través de todo el mundo.

Deberíamos indagar a aquell@s que se sienten tan deshonrados, ¿Por qué crees que queman la bandera americana? Después de casi 119 años esta pregunta es infantil: porque tenemos un trato desigual e injusto. Desde EU hacia Puerto Rico la isla recibe 2,704,000,000 millones que utiliza para carreteras, educación, acueducto, entre otros servicios básicos. Es un chequecito enclenque de su parte; sobre todo cuando usted le retribuye a la nación norteamericana 4,627,000,000 millones, o sea, la fritolera de $4.6 billones. Pero no se vaya por la tangente, que aún hay más. Las transferencias otorgadas a individuos en destino como la Beca Pell, Plan 8, Asistencia nutricional, entre otras es de 1,923,000,000; pero nosotros aportamos 58,1000,000,000 o sea $58.1 billones en mercancía registrada, ley de cabotaje y fuga de ganancias.

La Pecosita no es mala; es sólo una chica astuta que sabe barajar muy bien sus intereses capitalistas. Para colmo de males, tenemos un gobierno corrupto que, con lo poco que tiene, hace actos de malversación de fondos, escándalos de género, nepotismo, que no le han gustado mucho a la Juana de Arco en tela nylon/polyester dionisiaca que quemaron esa noche. La estatua de la libertad mira con rostro huraño; pero téngalo por seguro, con el “God bless America” que pronunciaron en el Capitolio, sencillamente, se cagó de la risa. Nos miró como se mira a los niños que se comen sus propios mocos. Lo menos que le interesa en este momento es que esa tarjeta postal que se ha pintado de cocos y mulatos culones en la cabeza le venga a reclamar ser igual a ellos; que quemen las banderas que les dé la gana; el capitalismo no tiene bandera; tampoco honor y respeto. Allí lo único que vale es verde y tiene cara de viejos muertos y/o asesinados. Cuidado si lo hace en su territorio; allí son otros 20 pesos. No es su bandera, es la de ellos.

Significado confuso

Por otra parte, si no nos bastase con ser complejos y laberínticos, ¿De dónde surge, entonces, tanta obsesión con la propia bandera puertorriqueña? La pintan por los 78 pueblos como si nos estuviéramos olvidando de ella, pero en el fondo, al igual que la Pecosa, son representaciones de ideas que no necesariamente concretan cómo el país actúa a conciencia y cómo piensa para el bien colectivo; y por ende, el Pueblo. Nuestra bandera anda algunas veces en las protestas que la policía reprime, o en las manifestaciones de Amigos del Mar y de la defensa de Playuela o en las protestas contra las cenizas de carbón en Peñuelas. Se abrió ejemplar en Monte David en Vieques, aunque su número fuera mínimo. Merodea gratamente los espacios familiares con gente sencilla y, definitivamente, le gustan los festivales playeros, lo surf contest y los conciertos de salsa; pero cuando le hablan de independencia juye como “alma que lleva el diablo”. Es bastante confusa dentro de los partidos; no sabemos qué representa, o a quiénes representa. Su color azul es causa de debate, aún después de 124 años de su nacimiento, parto agridulce que permitió la seudo-autonomía e independencia de Cuba y nos legó el carimbo de la colonia hasta nuestros días, y seguimos ignorando que hubo una bandera anterior, la de Lares (y ni mencionar el himno revolucionario, letra original de Lola Rodríguez que se desconoce excepto en los mundos independentistas). Nuestra bandera es tan disfuncional y compleja como nosotros.

Significativamente, las banderas son importantes porque se ha derramado sangre por ellas. No es un simple paño con el cual limpiar tu trasero (Madonna lo hizo aquí y no se lo perdonamos aún). Es el manto en el cual se derrama la sangre de  los patriotas; sin embargo, cuando le preguntas a un grupo de estudiantes que te definan que es un prócer; lo desconocen. Y en ese preciso instante, sabes que será muy difícil que tengamos nuevas generaciones de esos animales mitológicos que la defendían como se debe. Porque, por lo que entendemos, los que se van al army no han sido “carne de cañón” de nuestra Monoestrellada; sino de la Pecosa mentada.

La vida me ha confirmado que nuestros peores enemigos somos nosotros mismos y la inmadurez colectiva para señalar, por su nombre, las cosas. ¿Qué tal si empezamos a reevaluar el sentido que tiene, realmente, esta Monoestrellada, la responsabilidad histórica que tenemos con su pasado, presente y futuro, más allá de sacarla a pasear para los eventos deportivos y las reinas de belleza? Es muy posible que tendamos que quemarla, verla arder hasta las cenizas, danzar con el diablo alrededor de ella bajo la luna, maldecirla, “cargarse en ella”; y en el más puro acto sacrílego de purificación verla libre de cualquier discurso de la estupidez y; sólo entonces, quizás empecemos a honrarla como se debe y; enfrentarla, como se merece.

 

Vamos todos a ayunar. Nuevas décimas satíricas de nuestro jíbaro residente.

VAMOS TODOS A AYUNAR
Por Eli Pocrita Ladrón

Especial para Estruendomudo

Vamos todos a ayunar,
lo decretó el PNP,
después de ayunar, con fe,
al Capitolio a robar.
Y si se quiere graduar
de un oficio o profesión,
llegue hasta aquí en oración
con Johnny, Aguilu y Tatito,
que los tres en un ratito
lo graduarán de ladrón.

Si no cree esta contención,
sepa usted que desde hoy
el cantante Glenn Monroig
ya tuvo su graduación.
Treinta mil tendrá el bribón
por seis meses de contrato,
nos saldría más barato
si le damos los cupones;
pero, estando entre ladrones,
robará por un buen rato.

Con su cara de beato,
Vega Borges pide unción,
y Santini hace oración
por los cien mil del contrato.
Charlie Rodríguez -sensato-
cobra unos mil nada más
(por día) y Rivera Schatz
reclama sus galardones
por tener tantos ladrones
como tuvo Ali Baba.

Ayunemos hoy en paz
con nuestros legisladores,
pues estos santos señores
son ejemplo de piedad.
Son cristianos de verdad,
modelo de sacrificio
y aunque han “traqueteao” de vicio,
es preciso señalar
que en el arte de robar
son maestros del oficio.

En ceniza y en silicio
les acompaña Escribano,
va con Rashke de la mano
y con Picón al suplicio.
Si el ayuno es sacrificio
y si es cuestión de piedad,
en unión y en santidad
políticos y religiosos
con hipocresía y con gozo
claman por la estadidad.

Qué Junta ni qué cará,
que siga en pie el gran ayuno,
después, un buen desayuno
y a robar pues no hay más na’;
Johnny Méndez hoy tendrá
en el cielo buenas notas
pues ya ha cubierto la cuota
de penitencia ante Dios
junto a Ricky Rosselló,
Shatz, O’Neill y Chiquitota.