Por Manuel Clavell Carrasquillo
De la Redacción de Estruendomudo
‘La autogestión se construye desde ahora’. No hay que dejarla para un supuesto momento de ‘madurez’ social futura. A pesar de lo planteado, las redes de producción autogestionadas son difíciles de sostener. Requieren de grandes esfuerzos organizados de los trabajadores que las crean para sí, sobre todo en condiciones de precariedad.
Además, por más independientes que sean de los grandes intereses, los proyectos para crear lo que necesitamos tienen que interactuar con restrictivas burocracias gubernamentales en todas las etapas de sus procesos de producción.
Muchas de estas organizaciones autónomas, obreras y de base comunitaria, han adoptado y adaptado figuras legales para estructurarse. De esta forma, han sobrevivido y logrado sus objetivos solidarios ante las exigencias de pagar impuestos, competir en los mercados y rendir cuentas por lo hecho.
Las identidades de estos trabajos autogestionados bajo principios que aspiran al nacimiento de un nuevo mundo, tales como algunas cooperativas, sociedades, corporaciones y sindicatos, han sido definidas como “males necesarios” por múltiples pensadores y actores de este tipo de autogestión transformadora.
Incluso, estos mecanismos jurídicos y organizacionales han sido comparados por muchas personas antes de mí en este escrito con los documentos o papeles de identidad falsos que han tenido que presentar algunos actores políticos radicales en el clandestinaje para moverse por los territorios mientras actúan contra la corriente.
En otras palabras, por fuera, ante las regulaciones, estas células productivas quedan inscritas como entidades de negocio genérico. Por dentro, de cara a la utopía política a la que se adscriben, llevan una práctica única y diferenciada por la manera en que se toman las decisiones en conjunto en cuanto a cómo se hacen las cosas, a qué costos asumirán de todo tipo, incluyendo los financieros, y por qué.
En consecuencia, la producción de bienes y servicios alternativa al método capitalista requiere marcos y contactos legales con la formalidad a pesar de que tenga principios y resultados distintos, para resolver los problemas de fondo como la desigualdad y la explotación, tanto de las personas como del planeta.
De ahí que siga siendo válido e importante sostener por más tiempo la discusión sobre los límites del sistema de dominaciones políticas y económicas, contrastados con las respuestas que se han dado a esos retos desde los puntos de producción autogestionados.
Las contestaciones a estos conflictos que debemos exponer y debatir no son las inventadas por la ilusión sino que las nos dan a diario miles de personas que se han juntado previamente para trabajar así en Puerto Rico –y otras áreas– desde modelos como estos, que conducen a mayores grados de libertad social.