Mariúpol has fallen
Por Manuel Clavell Carrasquillo
De la Redacción de Estruendomudo
El famoso batallón de Azov ucraniano que aún resiste en la fábrica de acero de Azovstal el asedio despiadado del ejército ruso que ha masacrado a la población y quemado con fuego y bombas de fósforo hasta convertir en cenizas la ciudad costera de Mariúpol, que tiene salida del de Azov hasta el Mar Negro, está a punto de ser completamente apresado por Rusia.
Sólo quedan dentro de los búnkers de la era soviética donde se hacinaron para no rendirse los altos mandos de la resistencia ultranacionalista, acusada de incluir en sus filas a neonazis para pelear contra el régimen de Putin bajo la consigna necrótica atribuida a los cubanos revolucionarios: “Patria o muerte, venceremos”.
Estos héroes, según los calificó Zelenski, el presidente de Ucrania, continúan alargando una terrible fantasía bélica: mientras los últimos de la nación sobrevivan en Azovstal, aunque sea en condiciones de hambre, sed y horror, el enemigo no puede cantar victoria. Está obligado, según publican en los medios, a aceptar que Ucrania no ha sido borrada del mapa.
Esto es insostenible. En Mariúpol no queda mucho para preservar la vida humana. Es un pueblo fantasma conquistado por la federación invasora. ¿Cómo puede ser que esa obstinación de los ultranacionalistas, de inmolarse en masa en Azovstal, vitoreados por una parte considerable del bloque mundial antirruso, sea símbolo de raciocinio?
Desde el inicio del conflicto este febrero los aliados de la Otan han ido construyendo esa leyenda de los mártires de Azovstal, alimentando el fanatismo, negando lo innegable: el enemigo doblegó ese enclave portuario que es crucial para la transportación marítima regional.
Esto es imperdonable. ¿Mariúpol desapareció, el oso imperial de oriente la descuartizó, la carnicería se transmitió en vivo con tomas fijas, pero todavía es ucraniana porque en Azovstal quedan 200 barbudos sumidos en un infierno real?
Es muy doloroso aceptar que la propaganda esotérica de una espiritualidad tan absurda como el sentido de pertenencia a una nación llevará a la gloria, una vez más, este tipo de sacrificios sangrientos antiguos. Únicamente para justificar en base a otro mito de fe la existencia banal de los que se entretienen con la difusión de los relatos y las imágenes de las matanzas, violaciones y éxodos por YouTube.
Marúpol no ha caído todavía, declaran con estilo culto y diplomático, aunque simulan, con la “valentía” que da la distancia, que desconocen su implosión definitiva.