Décimas satíricas de nuestro jíbaro residente.

Escribe Iván Ivanovich Ivurrenco

Especial para Estruendomudo

Ya vinieron y no es broma,
pues la información no engaña,
prestos los Reyes de España
a reafirmar nuestro idioma.
Es honor que la Corona
deje el fuero de Madrid
sin gobierno y venga aquí
–a esta isla que no mengua–
a un Congreso de la Lengua
blanquitongo y trililí.

Los recibieron aquí,
tembluzcos y emocionados,
los blanquitos del Sagrado,
Güico, Luce y José Luis.
Media “iupi” estuvo allí
–cuestión de orgullo y de prez–
y postrándose a sus pies,
dijo el Gobe al Castellano:
“En esta colonia amamos
en español, Su Merced”.

Todo el protocolo fue
ordenado y por ley
y, ya emocionado, el Rey
habló con fuerza y con fe:
“Sepan que esta lengua es
la que España os enseñó,
tesoro que compartió
con negros, con aborígenes
y así, desde sus orígenes,
el español os legó”.

El aplauso… y se coló
un jíbaro en el Congreso,
que, aflojando “la sin hueso”,
las cuatro patas metió.
A Felipe preguntó
el jíbaro contrallao
si apetecía “pegao”
o un plato de “mondongo”
o si prefería “mofongo”
“plain” o con “lechón asao”.

El Rey se quedó pasmao
ante ese léxico ignoto…
Y añadió el jíbaro: “Noto
que quieres café colao”.
Miró Felipe azorao
y el jíbaro, cual cotorro,
dijo: “¡Oh, Pipe, eres un zorro!
Ya sé cuál es tu apetito,
lo que quieres es “cuajito”
pa’ pisarlo con pitorro.

Cuando exlamó “venga el chorro”,
la reina con disimulo
empezó a rascarse el… muslo
y a preguntar por el Morro.
“Esto, comay, es Puertorro,
la tierra del reguetón,
la alcapurria, el chicharrón,
el tembleque, la gandinga,
el funche, la marifinga,
el masmelo y el popcon”.

“¿Qué idioma habla este señor?”,
preguntó la Reina al Rey.
Y el jíbaro dijo: “Ey,
trátame con más honor
y, hazme Letizia el favor
de no arrastrar esa zeta,
yo te daré la receta
para frenar el ceseo,
que es un vicio, según creo,
muy propio de analfabetas.

Intervino la Secreta
y se llevó al jibarito
mientras gritaba: “Ay, bendito,
los traté por la maceta”.
Mi actuación fue muy discreta,
pero estoy en la picota,
aquí hay prejuicio y se nota
porque al bruto de verdad,
al que escribió ‘Magestad’,
no le han dicho ni “jota”.

Le dieron muy mala nota
al jíbaro en el Congreso,
por poco termina preso
y con una pata rota.
Tras su aparente derrota,
hoy ríe el jíbaro augusto…
Los Reyes, muertos de susto,
cogieron la juyilanga
y aquí sigue la pachanga
en español y con gusto.

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