El nómada

De Juan Carlos Quintero Herencia

Nota de la Redacción de Estruendomudo: Este poema forma parte del libro de Quintero Herencia titulado “El cuerpo del milagro”, disponible en Puerto Rico en la Librería La Tertulia en Río Piedras.

A mí que me echen un sato,

puede que hasta dos o tres,

jauría perfeccionada para mi fuga,

herida que ya merezco,

ver si en su desgarro coincido,

suelten las bestias les digo,

a ver quién de todos huele más

de esta cojobilla secreta

guisada adobado tramar.

 

Que me echen algo entonces

me cansé del rabito del ojo y

su silueta temblorosa,

marcando en la inmediatez

las ganas de no hablarle a esos vecinos

que nunca se callan,

que nunca dejan de comer,

que nunca bajan la música,

que olvidan bajar el inodoro,

me cansé de los zancudos eternos,

de sus picadas invisibles

cantaito en los oídos,

maldita picadura en las plantas de los pies

me voy rapidito lejos del maje que en la distancia recibe mi golpe,

se inmola y me escupe,

lo quemo campanilleando,

triste impasibilidad la de las creaturas de Dios.

 

Me voy,

avísenme cuando hallen de dónde viene ese tufo verdinegro

que libera las alcantarillas,

el silencio atorado en la luz de los domingos,

te digo que me voy pal monte

pal aeropuerto

contento en mi jaragual de hierro

cantándole mi canción al viento,

un cacique marsupial

crustáceo sin sancochar,

sin tesoro sin mujer

inmenso.

 

Título de propiedad no tengo:

SE VENDE/FOR SALE,

lo siento.

aquí ahora y allí me quito

no juego más a la campiña in-arada,

al quiosquito gritón,

al gobierno chiquitito

a la sana administración como esperanza y final,

sacude ese boomerang de nada y

su casita melancólica,

con su bandera o

el himno nacional o

el himno colonial o

el himno revolucionario o

el himno alcohólico o el himno del Banco Popular

en ritmo de plena por las calles de la San Sebastián,

cemí con ojos color melocotón

ya canta “Verde Luz”,

váyanse toitospalcarajo

no regreso

ni invoco

digamos que cambio de ambiente

de dimensión

de cANAL.

 

Eso sí que nadie lo dude

voy en fuga,

perdido traiciono las mejores letras insulares,

me jarté de los periódicos o la basura

retintando de humores

(calamares sin babilla)

me jarté de lo que no supieron decir y de lo que intentaron decir,

harto del hato del señorito devoto

de su impermeabilidad ante el Caribe

harto también de la oficial bien peinada o mal peinada

que al pronunciar definitivamente la parábola definitivamente obviamente claro

está

de su ineptitud,

fuerte estereofónica televisiva bilingüe

imagina la consumación de lo Tremendo en su agendita municipal

o en la recitación de algún verso de Julia de Burgos.

 

Jarto de lo mismo disfrazado de lo igual

jarto de los mensajes de la GoberNación también

entre idiomas monigotes que nunca sabrán un carajo,

na, yo me pinto,

me largo así:

en el primer sendero de lajas que la lluvia me edite en la emoción

cojo la sinsora y me zumbo

pa las pailas del mismísimo carajo.

 

Olvídate de eso

me voy con la última hojita de papel de inodoro

esa que deja apenas ver el remolino y

mi segunda boca floreada de avispas,

harto de la mercancía a mitad de precio

Congelada Patria USDA,

como si me estuvieran haciendo un favor,

me voy jarto de tanto jíbaro hipercorrecto,

de tanto hipster folklórico,

—tremendo ser humano— con plaza en el Instituto de Cultura,

el Departamento de Estudios Hispánicos o

el Taller de Escritura Creativa en la Universidad del Sagrado Corazón,

me voy jarto de la moronidad periódica

arrastrando su uña por los comerciales y

hablándole con las manos a la comunidad

del estado del analfabetismo,

gerente de la elocuencia masiva

levanta las manos optimista,

eso es,

recibe pergaminos,

le mide la gandinga a los que se fueron,

escribe poesía conversacional,

es performero, vendedor de libros artesanales y

estudioso de la poesía del siglo de oro.

 

Si quieren

(pausa)

repito

os pido un galgo nada más,

pues no aguanto ni el pastizal verdoso,

ni la vaca atareada en su mascar,

ni el sapo devoto

o el perro muerto en la avenida

tranzando su heroica explosión en posición de loto,

no me interesa el interior corpulento de lo nativo ni

su pocito dulce machacando con las tres razas,

chacho deja eso,

no puedo más con la beatería de los grillos

cantando hasta que los fumiguen,

adonde me dirijo no existen reservas ambientales

ni la soberanía confundida con la impertinencia o

las bellas instituciones alternativas del náquená.

 

A mi que me traten de morder cuando abra las hélices

mis palancas,

mi quijada batiente al aire,

que tiren ahora su carnaíta

a ver que cae,

ni la sombra me sabrán,

a mí que me echen un sato

insisto,

que los espero y le subo el volumen a la campiña,

al casco de la ciudad murada baños de ruda deseo,

al centro del área metropolitana ajíes en su aceite,

un hoja de albahaca plastificada para ese culo que no quiere

forma de conejo tiene,

así nadie se sorprende,

cada cual se recoge en lo suyo.

 

A mí que me rastreen,

a ver si encuentran las aspas de ese viento que me embriaga

me impulsa y me vuelve fenómeno atmosférico,

ciego marisco agazapado de esferas

cariño indecidible cabrito fantasmal,

arcipreste de conchas en un solar de cascabeles

invisible langostino calamar

en el yermo de un continente,

Puerto Rico lúgubremente

nada como chillo estofado.

 

Ya te lo dije,

insaciable voy insaciado,

ni la sombra me sabrán,

a mí que me echen los perros,

sin ligaduras beso mil mesetas

asaetado en mi manglar de cilantrillo,

desplegado como untado a esa empella,

me guardan

arrozales que me frican

serenatas escabeches

a la plancha criadilla,

champiñón y choricillos,

langostinos cocolías un fanal:

a mi que me echen un sato,

ande

écheme dos

écheme tres,

a mi que me echen un sato.

 

7 de febrero, 25 de abril de 1992, 19 de enero de 2004, 18 de julio de 2010, 22 de enero de 2012 y 24 de enero de 2015,

Río Piedras y Silver Spring.

 

 

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