Cartel con metamorfosis en un poste de la calle Canals en Santurce. Foto por Manuel Clavell.

I. Metamorfosis, 11 de marzo de 2014 (De Manuel a Gabino)

Se me resbala. Escapa. Trato de aglutinarlo conmigo pero huye. Mi fantasía de estabilidad histórica desaparece del panorama. Me han quitado el piso y regreso al punto de partida del cuento. Por eso es que se me ha hecho tan difícil marcar tu número, darle send a este mensaje. Antes, las palabras fluían en espiral alrededor del personaje. Hace un año que el personaje bloquea las palabras, impide el paso. Hoy, sin embargo, algo pausante ha ocurrido. Un estop peiment fue notificado.

Frente a la cafetería Los Pinos en Miramar, abierta 24 horas los 7 días. Foto por Manuel Clavell

II. Un litro de leche en Los Pinos, 12 de abril de 2014 (De Manuel a Gabino)

Gabino, a veces te imagino conmigo en Pizza e Birra, por la noche, un sábado como hoy, con brisa fresca, mientras cruzamos la avenida Ponce de León en vertical para después de los chorizos y los peppers comernos un yogur; y en vez de contar a la gente que va para Fine Arts, porque va calle arriba abrigo en mano, nos ponemos a hablar del libro de Picó sobre Santurce en los años treinta y las cartas de José Luis González a la editora de Huracán al momento de la salida del País de cuatro pisos. Y del trok de la basura que pasa dejando el reguero del ruido del metal y de cómo los machotes basureros con guantes de gamuza cruda levantan las bolsas negras y, al levantarlas, dejan chorrear los líquidos de los despojos de harina, cerveza y cocina dominicana, porque esos olores se van mezclando con el de “la fritanga que nunca cesa” de la cafetería Los Pinos (24/7); y mientras ocurre el largo grajeo con el muchacho barbudo del valet parking tú me separas de él porque llega el momento de gritarme, hay que cruzar la calle, caballo, vamos a comer yogur.

Besis, querido y salud, brindemos con el último vaso de leche que te imagino sirviéndome en vaso de pasta dura transparente o en los rojos de Pizza Hut sobre la mesa de madera plastificada, como se lo bebe el Jaimito allí mismo con la cena, de piquito, directamente de ese litro de leche grafitiao que te señalo en la foto, arriba, en el tronco del poste de la luz. Say cheese! My dear pen pal.

Perro con corbata
Foto por Gabino Iglesias.

 III. Un tojunto, un día cualquiera siempre y cuando sea el menos pensado. (De Gabino a Manuel)

Siempre supe que te sabía mucho más allá de lo que te imaginaba. Lo que pasa es que a los amigos, mi estimado Manuel, tanto los de lejos como los de cerca, los dejo que se envuelvan en ficciones propias y no en las que yo invento para ellos.

De tus palabras emerge una serie de verdades que conocía pero que igualmente se disfrazan de sorpresa. La primera es que eres demasiado hombre para echarte un twink al cuerpo. De ahí tu barbudo. Eso me gusta. Al tipo también le hace feliz, aunque no sea. Y tranquilo, Bobby, que jamás te arrancaría de las garras suaves de un momento brillante de lascivia con olor a gasolina quemada… a menos que asome la cabeza alguna posibilidad de utilizar la palabra amor. Si pasara eso, te arrancaría de cuajo.

Cambio el tema, sigo con las nenas. Ah, Santurce. Una vez encontré el cadáver de la palabra aséptico en la cuneta enfrente de Los Pinos. Ese día me comí un sándwich de pollo y recordé que una vez me dijiste “Vamos a Santurce a comer pica pollo y darnos unas frías”. Qué sé yo, a lo peor parafraseo. El punto es que nunca sucedió. Creo que el recuerdo de esa ausencia es más importante que si hubiésemos ido. Tú sabes, una pelota hermosa de promesas incumplidas, algo así como un JFK de la memoria. Algo así como tu vaso de leche. Aquí voy a pie a comprar leche en la farmacia de las letras rojo comunista y las gringas se cambian de acera…

Nada, el pica pollo te lo perdono, pero el yogur no. Eso es bueno para la salud y yo quiero vivir más para ver qué nuevo Manuel inventas cuando asesines el derecho. En el ínterin nos queda un invento cibernético que se ríe del agua salada que nos separa y que seguramente sabe igual que el sudor viejo acumulado en la comisura de los labios del barbudo del valet parking. Ah, y si esto muere, te toca pagar el yogur.

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