Una trillita en el aniversario del caso de adopción por parejas del mismo sexo Ex Parte AAR

Por Manuel Clavell Carrasquillo

Redacción de Estruendomudo

¿Cómo se te ocurre que unos son elegidos

y otros son para el descarte, ambiciones de poder?‘.

–Los Fabulosos Cadillacs, “Mal Bicho”, Remasterizado, 2008.

Salía caminando con resaca y estremecido para el tren urbano de un conversatorio nocturno que ocurrió dentro del marco de un curso de derecho de familia que trató sobre el décimo aniversario del caso mediante el cual el Tribunal Supremo le denegó a una mujer la adopción de la hija hermosa que parió su pareja lesbiana, luego de asumir juntas un proceso de reproducción asistida.

Y es que, al poner ese rechazo por escrito en una Opinión mandatoria para Puerto Rico, el tribunal fue hiriente con la pareja y condenó sin misericordia su particularidad aquel año previo al reconocimiento del matrimonio igualitario en los Estados Unidos.

En ese pleito, la mayoría de los juzgadores usó la fuerza de la palabra judicial como si en ese hogar esas mujeres no tuviesen dignidad por ser desvíos de la Casa de la Fantasía: no se ajustaban a la norma mamá, papá e hijos del Monumento al Jíbaro.

Fue muy duro llegar a la boca de la estación Universidad para atravesar de nuevo el túnel oscuro del cristofascismo junto a varios estudiantes y personas sin hogar de Río Piedras a Hato Rey en esas circunstancias.

Iba atribulado en un vagón casi vacío de aliados en el frente de batalla, que el trumpismo puede destruir con su puño de un azote, pero bien acompañado de un enjambre de lecciones aprendidas, y con fresco olor a orines, porque estaba montado en un vehículo que atraviesa el underground del abandono de los drogodependientes pensando en cómo abordar la injusticia contra esas poblaciones vulnerabilizadas y no en una camita de hotel de cinco estrellas para ricos.

Sentado sin aplomo, chequiaba mi celular compulsivamente y me daban vueltas en la cabeza los cuentos que hicieron las panelistas del foro de la profesora Labadie sobre las batallas que dieron las corillas combativas de la  comunidad después de aquella derrota judicial en ese caso de adopción homoparental.

Y tuve que coincidir con ellas y con la jueza Anabelle Rodríguez en que aquella demanda a la que el estado se opuso se perdió a pesar de que la minoría de la corte señaló que esa familia no tenía mancha y debía ser legalizada plenamente; que Juli tenía derecho a sus dos madres y que el papel certificara eso que ya era una realidad desde su nacimiento.

Apretaba con una mano el tubo frío del asiento para mantener el balance dentro de aquella máquina carísima donde se me meneaban los recuerdos y las heridas conceptuales y los culipandeos ideológicos me asaltaban por haber participado en aquel agite con orgullo de la bandera del arcoíris como practicante de la abogacía en la Clínica de Asistencia Legal de la UPR con los profesores Mariluz Jiménez y Manuel Rodríguez Banch, mentores.

En aquella charla, el profesor Osvaldo Burgos abundó en que, tras esa pérdida, la gente se unió más a los reclamos de esas madres de otras maneras, dentro y fuera de los tribunales, ‘by any means necessary’, incluso hasta lograr en la legislatura, por presión y cabildeo, la aprobación de la causal de discrimen en el trabajo por orientación sexual o identidad de género.

Llegando a mi parada azotao de esa manera por el peso del pasado oscurantista que nunca se fue, y que me reclama desde la ultratumba de las luchas de aquella época “poner el cuerpo ahora”, como dijo una de las madres, las bombillitas me daban contra los espejuelos. Necesitaba una Alka Zeltzer.

Del rebote de esa luz también chispeaba la memoria que tengo de Juli marchando en las paradas de Orgullo LGBTQ y el cuento que hicieron sus madres al revelar que, como adulta, Juli las ama con locura y se fue al norte a hacer un grado en gráficas pero con la carga de esa ordalía que pasó durante su infancia pues aquel camino cerrado por el tribunal con un portazo tan fuerte jamás se olvida.

Como expuso una de nuestros faros en esta materia, la profesora Nora Vargas, todas las familias son diversas y las hijes deben estar protegidas por las leyes de esta tierra, independientemente del sexo, el género y la identidad de sus madres.

¡Vivan la revuelta queer y las trillitas gratis por el subsuelo del ELA! ¡Fierce!

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