El tedio de los supervivientes: Controversia sobre la lectura con Mayra Santos Febres y Félix de Azúa
Escribe Manuel Clavell Carrasquillo
De la Redacción de Estruendomudo
A Eduardo Lalo
Plantea en su blog el escritor Félix de Azúa, luego de devorar una historia de horror sobre el exterminio judÃo por los nazis, que la lectura de semejante libro espantoso le dejó el corazón helado. Acto seguido, opina que quizás sea ésa, precisamente, la función de la lectura: sacudir violentamente el tedio de los supervivientes del canibalismo humano, que no es otra cosa que crear cierta conciencia profunda y clara del mal en algún sitio, despertar del largo sueño del olvido en el que caemos para obviar el miedo a la capacidad que tenemos de entregarnos como raza al gran festÃn del odio y de la muerte.
El domingo pasado, la escritora Mayra Santos Febres publicó una columna titulada “Para qué sirve un libro” en en periódico El Nuevo DÃa, de Puerto Rico. Allà llega a conclusiones cuasisimilares al plantear que le asustan los clásicos, no sabe leer ni griego ni latÃn y que muchas veces se ve tentada a recurrir a “la pachanga, a la tele, a la referencia fácil de de la cultura de masas, porque esa no me intimida”. Esa intimidación nombrada, precisamente, es a la que se refiere Azúa. Para él, los libros que hay que leer son nada más y nada menos que los intimidantes.
Ella abunda, explicando que existen libros literarios y no literarios. En ese segundo grupo acomoda a los de autoayuda y los “best sellers”. Además, aduce que la falta de lectura de libros literarios se debe a que entrar en dicha rara costumbre conduce a la tortuosa iniciación en una conversación con la tradición occidental, “con un acervo de lecturas que van componiendo el marco de referencia de saberes que una reencuentra entre las páginas de un libro”.
Para ambos, leer (o al menos la lectura que vale la pena) es un ejercicio de peso, estremecedor en el sentido de que el lector queda golpeado por un objeto contundente de infinitas toneladas simbólicas. Azúa está feliz con ello, asume su gusto y se cuenta entre los “lectores pesados”. Sin embargo, Santos Febres -pseudotraumatizada- concluye que le falta mucho para ser esa lectora ideal que añora como prototipo del buen lector isleño. Inclusive, encuentra una receta médica para llegar a ello: “Paro de escribir. Ni una letra más. Tengo que ponerme a leer”. La acumulación de lecturas pesadas, valga la metáfora macharrana, entiende entonces, la hará una mejor lectora: una lectora de verdá; seria y dura. No una “lectora arrimada” o blanda, valga la metáfora misógina, como ahora se define.
A mi entender, sendas actitudes conducen a la encrucijada en que se encuentra la lectura supuestamente literaria en nuestros dÃas: no hay masa que la lea, punto. Simplemente habemos lectores que hemos descartado esa dicotomÃa entre la literatura leve y la literatura pesada a la hora de escoger nuestras lecturas o simplemente no nos parece que esa discusión aporte a que más lectores caigan seducidos por lo literario; si es que aún es posible hablar de ello como una partÃcula aislada del resto de las escrituras no-literarias. Es más, voy a asumir que no es posible y que eso es lo que pasa. Tanto Azúa como Santos Febres continúan inmersos en la gran pelÃcula de Indiana Jones que son los estudios literarios y, desde el “set” de Spielberg y su “director’s chair”, pretenden recetarnos al resto de los mortales sus lecturas pesadas como antÃdoto del tedio. Es más, como único antÃdoto realmente importante y revolucionario, en la medida en que su consecuencia natural serÃa revolcar mentes pasivas.
La literatura dura -“as we knew it”- ha muerto, al igual que el arte duro. Su venta y publicidad como LA LITERATURA QUE VALE LA PENA y EL ARTE QUE VALE LA PENA es absolutamente estéril. Esa preocupación estética por las almas descarriadas en la banalidad es tan parroquiana y tan elitista que ya no es sostenible. La masa arisca la rechaza visceralmente. También yo la rechazo. El arte y la literatura pueden ser látigos de las conciencias, verdaderas cámaras de las torturas para el tedio de los supervivientes, alambres de púa contra la estupidez, claro, pero NO NECESARIAMENTE TIENEN QUE SERLO NI ELLO ES ABSOLUTAMENTE DESEABLE. En cualquier caso, no les corresponde a los letrados definir para qué sirve o deja de servir el arte y la literatura que consumo; tampoco a los incultos. Ello me corresponde a mà únicamente. Me corresponde gozar lo que leo, más el proceso de escoger lo que leo, a mà y a más nadie. En todo caso, debido a mi interés literario, he decidido que la lectura de comentarios culturales crÃticos es parte de mi proceso de gozo a la hora de hacer el escogido. Eso es todo. La palabra ni sana ni salva si yo no quiero ni tampoco es el único vehÃculo de sanación y salvación disponible en el “fucking” 2008.
El libro pesado ha dejado de ser el centro de gozo cultural y, gracias a Dios, que quizás no existe, también el centro de los dolores culturales, excepto para los escritores, los editores y los libreros llorones con esperanza de que la literatura le siga sirviendo de látigo a las masas. Ya no, no más. La masa está absolutamente liberada de la literatura como látigo desde hace bastante tiempo, sobre todo en la Ãnsula. No HAY que leer para ser mejor persona. Leer NO conduce necesariamente a ser mejor persona. No hay arte que conduzca a ningún sitio determinado y asumir la indeterminación del arte como proyecto es la única salida al impasse de los intelectuales lacrimógenos. El libro ha fracasado como objeto cultural y asistimos al holocausto canÃbal de su ruina. En ella me masturbo y me regocijo, sin ningún complejo y sin ninguna nostalgia de flagelación burguesa y culposa. Con mucho respeto, amigos, a ello los convido.
“La gente no quiere ver el mismo llantén que vive todos los dÃas… o quizás sÃ, pero no en una historia, que es lo que cuenta una obra. Tal vez sà en un stand up comedy u otro tipo de show”.
-Luisito Vigoreaux (productor teatral y actor) en entrevista para Primera Hora de Héctor Aponte AlequÃn.
:evil::evil:
Creo que te amo.
Gracias Manuel por la dedicatoria. Sin embargo no comparto tus conclusiones. La “situación del 2008” no me parece distinta de la cualquier otra época con respecto al arte y la literatura. Precisamente, por ello la labor del artista o del escritor ha sido y probablemente deba ser marginal. Preocuparse por la opinión, por el aprecio o por el reconocimiento de un desconocido en un supermercado carece, desde mi punto de vista, de todo interés. La literatura tiene tan poco que ver con esto como con los cÃrculos académicos. Por tanto, no veo el problema y, como sabes, pues debatimos estos asuntos anteriormente, ni siquiera detecto la existencia del “problema”. Escribir y leer son opciones personales, semejantes a las que llevan a un músico a pasar ocho horas diarias con un instrumento o a un maratonista a correr más de cien millas semanales. La música y la agonÃa del corredor, como a veces también la obra literaria o artÃstica, pueden significar algo (incluso mucho) para el que la ve. En todos los casos, no obstante, son prácticas de la inutilidad, pero aún asÃ, para algunos sus vidas son mejores por el contacto con estas pasiones, simplemente porque ellas significan accesos a sà mismos y expresiones de una libertad ganada. Para hacer cualquiera de estas cosas no hace falta ponerse el uniforme ni subir al podio (o a la Academia) a recibir la medalla de oro. La sociedad mediática es un detalle en la historia humana y existe una vida más real y plena fuera de sus validaciones. El boom, el paradigma imaginario que creó, le ha hecho daño a muchos. Es hora de dejarlo atrás. Se escribe porque se escribe, se piensa porque se piensa. No hace falta más validación que la que da con generosidad el que lee con ganas independientemente de lo que sean los gustos de las grandes mayorÃas. La literatura no ha muerto, pero siempre ha estado a un paso de la muerte. En esto reside su grandeza, su pertinencia, su gozo.
NomelodÃmelo ha reaccionado a este post desde su blog:
http://poslodocosmos.blogspot.com/2008/05/ante-la-posibilidad-de-que-quede-algo.html
No veo que su opinión, Sr. Lalo, necesariamente contradiga la de el Sr. Clavell.
Encuentro que su ejemplo del corredor-que-corre es irrelevante; el corredor, al correr, no crea una obra para consumo ajeno. Su ejemplo del músico, por otra parte, me parece que defiende la creación de obras musicales/plásticas/literarias, mientras que el punto de Manuel es que el lector/espectador/escucha/público/etc. no tiene por qué someter sus gustos literarios, musicales o plásticos al escrutinio o aprobación de connoisseurs que pretenden categorizar las artes entre “dignas” y “no dignas”, porque lo “digno” debe ser “digno” para uno y para nadie más.
No existen dignidades solitarias. La dignidad es cómo uno hace algo ante los demás. Precisamente por eso, me parece, unas obras son más dignas que otras, porque no todas comparten el mismo gesto ni la misma acción.
Un corredor corre ante los demás y sufre la evaluación más dura que se pueda imaginar: la del tiempo cronometrado y la de su posición de llegada. Sin embargo, no siempre el que gana vence. Es ésta la estética del deporte.
Una cosa más, Alfonso, Eduardo o Lalo, pero por favor no Sr. Lalo
La lectura es como el sexo. Si te entretiene y la olvidas, es buena. Si te estremece, pides más y la recuerdas, es mejor.
(Saludos Manuel. Hace tiempo no sabÃa de ti.)
¿Pero cómo lo que escribe Eduardo Lalo no va a contradecir lo escrito por Clavell? Esos son, me parece, los puntos claves en este debate que ya no es el de Mayra y Félix. Primera oposición: el presente no pone en el banquillo de acusados a la literatura, podrá acusar al intelectual como figura de autoridad, pero no a la literatura. Por eso la situación del 2008 no nos trae nada nuevo en cuanto a eso. En segundo lugar, la marginalidad del escritor no es una opción, sino una condición. El escritor, como creo que lo entendemos nosotros, no puede no ser marginal, aunque se trate del burgués más burgués. Allá también hay lobos esteparios. Creer que la masa se rebela en contra de lo literario es una ficción creada por los intelectuales que parecen haber descubierto la televisión, y todos sus aventajados hijos ayer. Ficción que se sostiene en la idea de que la literatura tiene que decir algo relevante, cuando la verdad es que no tiene que ver con un carajo. Eso lo dijo Lalo, con otras palabras. Ficción que es también sostenida por los que abogan por el fin de la literatura porque ven en ella el fin de la cultura.
Y los ejemplos sà son relevantes. Corremos, leemos, escribimos porque son nuestras opciones personales, no porque la cultura nos empuje a eso. Estar en contacto con las pasiones, como tantas veces sugiriera Nietzsche. La literatura es una de esas muertes creativas que nos ponen al borde de algo. Y ahÃ, en ese lugar nos podemos quedar para siempre, pensando en el equilibrio, o en el salto final.
Gracias Manuel por promover el diálogo. Me alegra leerte de nuevo. (¡tanto tiempo!)
Precisamente, Lalo. Obra X es digna sólo si yo la considero como tal. Precisamente porque no existen dignidades solitarias, una obra X no puede ser universalemnte digna. La mera sugerencia de una obra universalmente digna me parece bastante tonta, y la actitud de exclusividad que implica tal sugerencia —aunque entretenida— no creo que guarde relevancia alguna con los tiempos que se aproximan.
Lo del corredor que corre —debo admitir— se lee bonito, pero no veo cómo refuta la opinión de que es totalmente irrelevante en esta discusión.
¡Saludos!
Here we go again. Anoto temarios y sandeces
Comparto el cansancio de Lalo ante la repetición de esta situación que nada tiene de novedosa. Lo preocupante es que halla autores o intelectuales que imaginen que a través de sus modos de presentar el problema de la lectura en Puerto Rico contribuyen, de algún modo, a una reconsideración de la condición de la lectura en la Isla.
Situación inseparable pero no plenamente comprensible gracias a esos niveles de analfabetismo funcional que pueden ya precisarse. No le hacen mella al problema porque reproducen sus categorÃas, estancos y falsas oposiciones. Ni Coelho enseña a vivir, mucho menos Kafka. La vida no sabe de pedagogÃas. La particularidad del pensamiento, su cualidad supernumeraria siempre es una colocación histórica. La confusión de saber con información, o con el mero espejeo de mi yo ansioso de reconocimiento es una manifestación clarÃsima de cómo se lee y cómo se ha instituido un tipo de lectura, de mala lectura. La lectura como sesión de aeróbicos para la semántica intransitiva del yo que cree, por ejemplo, que “los franceses” son un bloque que se niega “reconocernos”; leer para el re-conocer palabras familiares, leer como scanner de letras o identidades, no es leer. O digamos que sà lo pero con muy pocas aspiraciones de leer ante la vida.
Leer no es meramente reconocer, acumular, educar con las citas, formas y referencias. Esta es la concepción instrumental, pedagógica, terapéutica de lo literario que ha triunfado. El mercado lo sabe y por eso acicatea lo que acicatea. Ante la moronidad en metástasis, libritos remediales, lista de consejos o seudo (auto)biografÃas de hombres/mujeres ilustres que aplaquen el hambre de sentido contemporánea, esto a veces pasa cono novelas, colección de ensayos o poesÃa. La lectura no puede tampoco reducirse a la puesta en discusión de una tradición. Pues quien habla de tradición tendrá que ponerse, tarde o temprano, a escarbar en el archivo y cuestionar otros protocolos que pasan por lecturas en guaguas, oficinas, periódicos, beautys, salones-hogares. Implica también cogerle la medida verdadera a nuestra tradición y a la situación de nuestra polémica pública. ¿Se podrá “conversar†cuando alguien o algunos sólo manejan el tema del “yo y su talentoâ€? Todo lo demás es el mismo landscaping para el pavoneo de un Narciso afásico. ¿No habrán otros temas? ¿Por qué la relación entre texto y lector tiene que ser una relación entre autor y público?
Leer no enseñar a vivir, como tampoco beber buen vino. Conversar sà lo puede ser. La formación de un criterio no pasa, en exclusividad, por la enseñanza en aulas o fuera de ellas. Pues la vida rebasa las tautologÃas y las redundancias propias de la identidad, de lo idéntico (palabras hermanas). Conversar es la incorporación de otra palabra ante la cual mi verso se coloca, la acompaña, se somete a sus resonancias o azotes. No alecciona por eso con-versa-mos.
La minoridad cuando deviene credo agarra la calle de la sananerÃa, incluida la sananerÃa jodedora. ¿Cómo se puede pensar en las implicaciones de la lectura cuando su especificidad la aplasta la dudosa benevolencia y autoridad dialógica de un populismo de beautyparlor, festival o cancha de baloncesto? De igual modo, hoy, más que nunca, se trata de trabar esa licuadora de banalidades y fáciles saqueos con el libro pesado, con la reflexión, con la teorÃa. No para decretar otro Estado de cosas sino para proteger o definir otro sentido de la vida, para repensar otro sentido de comunidad y de interlocución. El gasto o el ascetismo que supone el pensamiento, en algunos casos, hoy más que nunca, puede ser una interposición, una cuerpo cruzado ante los dogmas del sentido común y la estupidez que agitan la fiesta de la masa espectacularizada. La teorÃa es otro Ãndice de im-productividad que no tiene al mercado o las listas de ventas como su arena de intervenciones privilegiada. Ojo que esa masa históricamente le ha encantado irrumpir en los cuartos de los solitarios a desalojar aquellos que no participan “como dios manda†de la orgÃa antisolidaria del afuera.
Leer implica saber y saborear lo heterogéneo, lanzarse a otra cosa. Con los libros no se hacen bunkers. En su mejor expresión, leer es una experiencia que altera la naturalidad de lo ya percibido. Cuando la lectura sólo se conoce a través de un currÃculo o de un taller casi siempre ha sido intervenida y colonizada por pedagogÃas y protocolos bobitos donde leer es siempre mirarse para elogiarse, volver a lo siempre igual, brillar ante la Miss Oquendo durante la semana de la lengua y apostar por la inequÃvoca bondad de una masa de lectores que al final solo deben validar(me) la lectura, re-conocerla diciéndole que los ha ayudado, que tú eres de los nuestros, parte de los mismos, de la familia. Hay que decidirse entre los deberes del misionero y sus santidades incluidas las abyectas, y los umbrales éticos del escritor. Leer excita un sensorium por lo no familiar. Ciertos textos nos lanzan a una experiencia que hasta ese momento nos era desconocida y nos lleva a pensar de otro modo. Claro, inscribo aquà mis apetencias, mi horizonte, mi utopÃa literaria. Leo otras cosas en las filas del supermercado.
Para gozar de un libro no hay que estar en el centro de nada.
Sorry for this sentence in the previous post.
Lo preocupante es hallarse autores o intelectuales que imaginen que a través de sus modos de presentar el problema de la lectura en Puerto Rico contribuyen, de algún modo, a una reconsideración de la condición de la lectura en la Isla.
Al Sr. Clavell:
Gracias. Ha logrado reproducir en este espacio lo que aparenta criticar. Parece que su diatriba posintelectual ha logrado convertirse en caldo de cultivo para los mentecatos que sólo vomitan textos que los “endurecen” en el ocaso de su paso generacional.
Manuel:
En principio comparto la idea que validas sobre la libertad para escoger leer lo que a uno le plazca. Creo que casi todo el mundo lo hace asÃ. Sólo los currÃculos académicos obligan a leer ciertos libros y cuestionar esos cánones siempre es saludable.
Sin embargo, tengo varias objeciones a algunos tus planteamientos:
1. Las formas de leer son vastas y tu ataque a lo que llamas literatura dura sugiere una ortodoxia del consumo. Si la “indeterminación del arte†implica callar el comentario crÃtico, venga de quien venga, entonces la libertad que celebras no es más que otra forma de no pensamiento y de mordaza. Además, vindicar el consumo por la supuesta libertad que otorga es ilusorio. Muchas son las identidades tránsfugas en el supermercado del neoliberalismo, pero el disfraz de consumidor me parece el menos festivo.
2. El tedio adopta muchas formas, y lo que para ti es excitante de la literatura blanda o dura, a mà me puede hacer bostezar, y viceversa. Pontificar sobre la muerte de la literatura dura es tributario del posmodernismo más light. Basta leer Austerlitz, el libro que menciona Azúa, que es mucho más que una historia de horror nazi, para tirar abajo tu planteamiento. Leer literatura blanda o literatura dura o ambas, es sólo cuestión de temperamento y gusto. Proclamar la muerte de una u otra es pura miopÃa escatológica. Además, la coexistencia de ambas ni siquiera es un fenómeno privativo de esta época.
3. Emitir un juicio de valor sobre un libro no significa una prescripción para los demás. Que lo haga un letrado o alguien que lea asiduamente es un ejercicio de libertad y, como todo en el mundo de la palabra, es contingente, efÃmero, una voluntad de posicionamiento sobre las cosas y una forma de violencia también. No es una tarea aséptica ni incontaminada. Desde Kant para acá se sabe. Negarle al letrado la libertad de hacerlo es una arbitrariedad insostenible. En el fondo, emitir juicios es otra forma del gozo literario y al que no le guste, tiene la libertad de no leerlo. Nadie obliga a hacerlo, pues la crÃtica, al menos como la entiendo yo, no es un ejercicio policÃaco.
4. No entiendo de cuál “masa arisca†estás hablando. La masa es tan imaginaria como los movimientos de la bolsa de valores. No creo que estuviera atada por la dictadura del letrado. Tampoco creo que tú mismo puedas posicionarte como masa, si por esto te refieres a un consumidor de libros casual. Eres un lector marcado por tu educación académica y por tu experiencia de más de tres años como reseñador de libros. No estás al mismo nivel de la mayorÃa. Lo quieras o no, aunque abraces el espectáculo del consumo como la última Ley, ya has desarrollado un criterio letrado para discernir entre una obra buena y otra mala, entre literatura blanca y literatura dura. Un lector casual en Puerto Rico no tiene tu discernimiento.
5. ¿Ha fracasado el libro como objeto cultural? No creo en esos pronunciamientos apocalÃpticos. Y en este caso es empÃricamente falso: hoy se publican más libros que nunca antes. Gabriel Zaid habla de esto en Los demasiados libros. Ver el libro como el enemigo, como la ruina en que te masturbas, es no entender la amplitud rizomática del supermercado del consumo. El mercado neoliberal coopta todo lo que sea rentable. Y los libros, por el bajo costo de su producción (en comparación con otros medios de comunicación masivos), lo son.
Gracias por la oportunidad de seguir conversando. Espero que podamos volver a hacerlo, cara a cara, en otra reunión pronto.
Un abrazo
Con Lalo primero:
El problema que estoy planteando es la borradura de la frontera entre la escritura literaria y la no-literaria. Esa borradura tendrÃa que llevar a concluir que la diferencia entre ambos supuestos es irrelevante excepto para los impulsores del “bando literario” que pretenden salvar a como dé lugar una posición de superioridad frente a la “banalidad”, la “estupidez” y la “pobreza” de la supuesta escritura no literaria.
Entiendo que la situación de la lectura y la escritura en el 2008 sà es diferente a la decimonónica, por ejemplo, debido a que ya la escritura y el libro no tienen la centralidad que tenÃan en aquellas épocas balzacianas precinematográficas, pretelevisivas y previrtuales. En ese sentido, la marginalidad a la que te refieres necesariamente se profundiza brutalmente. Si eso es asÃ, entonces, concluyo, es absolutamente innecesario abogar por la escritura hoy como tabla de salvación privilegiada ante el mal, la estupidez o la banalidad. Quiero decir que me molesta ese enfoque limitante de las discusiones sobre la escritura y la lectura en el 2008. Quiero decir que me gustarÃa conversar sin esa cortapisa elitista que contuinúa colocando a la literatura como una especie de penthouse súperamueblado o REINA SUPREMA DE LAS ARTES.
En ese sentido es que traigo el problema de la muerte de la supuesta escritura literaria y el libro; una muerte en cuanto al tÃtulo honorario de REINA DE LAS ARTES, en cuanto a faro de las naciones y las masas descarriadas, tal y como se asume aún por tantos compañeros escritores, editores y libreros. Sobre todo, en las discusiones que hemos tenido en la sede de la editorial Tal Cual y la Fundación Hernández Colón.
A pesar de eso que considero como una traba y una cortapisa a problemas más interesantes en cuanto a la escritura, en esas discusiones, y también en esta, se filtran diálogos que sà me seducen y me provocan la necesidad de pensamiento lejos de la queja y el llantén del que hablo en el post sobre Azúa y Febres. La queja y el llantén en cuanto a por qué carajos es que la mayorÃa de nuestros “conhumanos” no nos lee.
Hemos, quizás, asumido muy mal que no nos leen porque son unos brutos, unos enajenados, unos banales, unos supervivientes en tedio, como dirÃa Azúa. Lo que me estoy planteando es que no nos leen porque no nos tienen que leer y que si nos leyeran eso no garantiza que abandonen la supuesta enajenación, brutalidad, banalidad y tedio de la supervivencia por ello.
A lo que quisiera llegar es a una discusión sobre la escritura que asuma ese fracaso, esa inutilidad, como tú has dicho, desde el principio de la discusión y no como refilón o corolario.
Seguimos ahorita con lo de Margarita, Alfonso y Juan Carlos. Besos.
También lo de Pancho. Suave taÃnos!
Ahora con Lababeldelmangle:
Dide Lababel: “De igual modo, hoy, más que nunca, se trata de trabar esa licuadora de banalidades y fáciles saqueos con el libro pesado, con la reflexión, con la teorÃa. No para decretar otro Estado de cosas sino para proteger o definir otro sentido de la vida, para repensar otro sentido de comunidad y de interlocución. El gasto o el ascetismo que supone el pensamiento, en algunos casos, hoy más que nunca, puede ser una interposición, una cuerpo cruzado ante los dogmas del sentido común y la estupidez que agitan la fiesta de la masa espectacularizada. La teorÃa es otro Ãndice de im-productividad que no tiene al mercado o las listas de ventas como su arena de intervenciones privilegiada”.
En cuanto a la traba de la licuadora es que estamos en desacuerdo: en mi opinión, dejad corred la licuadora de banalidades y fáciles saqueos hasta que manche la cocina completa con los residuos de la batida de papaya con leche Carnation y un chorrito de vainilla. La escritura no tiene por qué ocuparse de esa guerra ya perdida. Nos convierte esa guerra a los escritores en soldaditos de plomo (el peso del plomo literalmente) y estoy convidando a eliminar ese plomo de nuestro horizonte de conversación, precisamente porque nos tiene los pies anclados al piso.
Continúa Lababel: “Leer excita un sensorium por lo no familiar. Ciertos textos nos lanzan a una experiencia que hasta ese momento nos era desconocida y nos lleva a pensar de otro modo”.
Digo yo, no necesariamente. No necesito la lectura para nada si quiero lanzarme a lo no familiar y a pensar de otro modo. Mi planteamiento es que hay demasiadas actividades que excitan sensoriums por lo no familiar y que la única función de la escritura y el libro no tiene que ser esa excitación. Es más, la mayorÃa de los lectores no quieren pensar de otro modo na. Si asà fuera, estarÃa lleno de beatos eso por ahÃ. Yo puedo leer para ser más malo y más hijoeputa. Para ser malo e hijoeputa en mi imaginación, inclusive. La pregunta es, ¿eso lo apoyarÃamos como una versión del “pensamiento de otro modo”? ¿El pensamiento fascista y destructor? ¿La pedofilia está incluida en ese sensorium de lo no-familiar? Si ello es asÃ, entonces suscribirÃa la teorÃa, pero me parece que no. Que la discusión va por el lado de los buenos y los malos, los brutos y los inteligentes, los intelectuales y las bestias y ese debate me tiene un poco cansao.
Con Margarita:
Dice Margarita que: “Creer que la masa se rebela en contra de lo literario es una ficción creada por los intelectuales que parecen haber descubierto la televisión, y todos sus aventajados hijos ayer”.
A mà me parece que a la masa le repugna lo literario en la medida que lo literario se presenta como látigo, camisa de fuerza, medio para darle pan pan a las supuestas conciencias banales, brutas y pendejas. Hay un rechazo general a lo literario concebido como regagno y bofetada.
Lo que planteo es que si eso es asÃ, pues que salgamos de esa trampa en este debate. Dejemos ese sadismo que identificamos como lo nÃtido en lo literario porque no lo es. Todo lo contrario.
El ejemplo de la televisión es excelente para trabajar con lo que propongo, no porque la haya descubierto ayer, sino porque es más rica que lo supuestamente literario. ¿Qué es lo que pasa que se nos hace tan difÃcil aceptar que la televisión es más rica que el libro? Más rica en el sentido de sus posibilidades, no de La Comay, que no estoy hablando de eso, aunque a mà La Comay me fascina.
No puedo creer que nosotros en vez de estar discutiendo ese horizonte simbólico enorme que es la televisión y lo que allà ocurre, por decirlo de alguna manera informal, estemos llorando porque los libros no llegan a la gente de la misma manera que llega una serie de HBO. ¿Por qué ese rechazo a aceptar un guión de una serie de HBO como una pieza de escritura importante y genial? ¿Por qué ese odio visceral hacia HBO y esa adoración a Seix Barral, Fondo de Cultura Económica, Planeta, Beatriz Viterbo o whatever?
¿Por qué no aceptar que en términos culturales Sex and the City provoca más estÃmulos de “pensamientos otros y no familiares” que un libro del Che Melendes? ¿Cuál es el problema con gozar con Sex and the City más que con el Che Melendes y mira que a mà el Che Melendes me excita un montón?
Lo que estoy planteando es que se suelten las amarras esas de estreñimiento literario, que se abran los culitos a la contaminación de los brutos y los incultos y los banales y que se suelten las trabas de las licuadoras de la estupidez. Eso es lo que estoy pidiendo.
Manuel,
Me reitero, no veo ni siquiera identifico el problema. Creo que tu argumentación está plagada de presupuestos cuestionables. Al leer o escribir la inmensa mayorÃa de los escritores no tienen en mente una posición centralista de la literatura. Ésta, en sus vaivenes, está determinada por algo queda fuera de su poder y que es la historia. Supongo que solamente los escritores que escriben por razones ajenas a lo literario se preocupan por los sentires, niveles intelectuales, preferencias de una “masa” de posibles consumidores. En todo caso, ésta parece ser la preocupación de los escritos a los que hacÃas referencia en tu artÃculo. En estos hablar de esa “masa”equivale al “pueblo” de los polÃticos y significan dos despotenciaciones, porque se aprovecha una imaginada falta de criterio del “hombre común” como su condición ineludible y natural y no como formas de la opresión. La segunda despotenciación es la del escritor mismo, que acaso esconde o convierte en fiesta sus insuficiencias. Escribir para la “masa” o haciéndose voluntariamente su vÃctima en la busca de su reconocimiento, es una forma pervertida de hacer arte por el arte; es decir, de producir algo que no pugna por ubicarse fuera de las corrientes del poder y que suplica, al someterse, el “amor” de los que no leen. De más está decir, que esto no vale la pena. De querer emprender este camino no se debe escribir sino hacer televisión, cine, música, publicidad, moda a partir de un estudio de mercado. (De hecho, es asà que se hace e incontables productores, directores, músicos, diseñadores llevan vidas ingratas por ello).
El escritor es un renunciante, no un consumidor, no un participante. Personalmente, no me da absolutamente ningún temor la posición descentrada de la literatura, pues ésta es justamente su lugar. Me aboco a esta renuncia diariamente con fruición y te confieso, que mi vida es mejor, soy más feliz y mis dÃas son placenteros gracias a ello. En esa vida esas preocupaciones no entran y pienso que en la de la mayor parte de mis lectores tampoco. He ahà la función de esos libros. La sociedad del espectáculo con sus poderes desmedidos no es capaz de destruir todas las palabras.
Nadie que haya pasado dos o tres horas de vuelo puede creer que la lectura salve, desenajene o nos haga ver la verdad en mayúsculas epifánicas. A mi me desvela, no me deja enfocarme (juey bizco y mÃope) me intensifica el tartamudeo among other things, además, de darme de comer y beber sabroso. Se trata de pensar en qué tipo de experiencias llevan a un sujeto a posar la mirada sobre las imágenes o los discursos, no la obligatoriedad del gesto como mandato pedagógico sino por qué esos momentos han sido objeto de disputas, intervenciones, prohibiciones hoy de desactivaciones o de aguajes. Si es cosa de pensar desde el imaginario de la esclavitud, agarrar enantes a un esclavo que sabia leer o escribir era llevarlo al cepo o al garrote. Hoy la brutalidad se exhibe como condición de la bondad igualitaria del presente y del no hay más ná. La consigna “el libro está de moda” o “todo el mundo lee” es la recontextualización pendeja de un cerco polÃtico para un tipo de pensamiento o para una posibilidad de libertad o crÃtica que algunos textos generan o demandan. Es parte de un tapabocas anti-intelectual bastante provincianito que evita el desate de otra discusión, de otros cuerpos, de otros saberes.
Yo no asumirÃa ante la cultureta populachera ni un tono salvÃfico ni llevarÃa a cabo un remake idealizante a lo años setenta. En el fondo son demasiados los que quisieran hallar bajo el Gallito de Manatà un códice babilónico. Sin embargo, ¿por qué si “ellos” no nos tienen que leer porque seguir dándole el beneficio de la duda? ¿Por qué seguir considerándolos posibles lectores y respetarles sus hábitos tan democráticos? Además, ¿quién es toaesa gente? Si llegan a leer (no sólo literatura) es por caminos y decisiones, siempre institucionales y contingente (desde la entrada a la lengua-paso por la escolaridad, etc.) fuera de nuestro control al momento de pensar una discusión sobre las estéticas y poco tienen que ver con los modos o los lenguajes que escogiera este o aquel texto. Si me asomo a Poe no es porque no me gusta la playa o porque quiero ser mejor ciudadano. Hay gente que empieza a leer la Biblia después de cagarse en los pantalones (literally) tras sobrevirvir a una sobredosis de heroÃna.
Me temo que muchÃsimos cuando se acerquen a esos textos que igual los azotan con “no se entiende” o su “dificultad” volverán a montar el camping y dejar los pampers cagaos y el caldero mohoso al pie de la palma-mira cantoecabrón. Nadie lee por mandato genético y otros sólo han tenido que leer porque es parte de los requisitos del….
Este es un tema espinoso porque obliga a pensar en lo que significa por igual “disciplina”, “estética”, “saber” “justicia” y “libertad”. Hay que salir del closet del elitismo y de nuestra relación con la Ilustración para ver sus diferencias, sus lÃmites y sus multiplicidades. Por ejemplo, entre los músicos y los peloteros, los chefs o los bailarines no hay ningún problema en reconocer quién conoce su instrumento, tiene talento o está en otra liga. No quisiera que se democratizara la cirugÃa de corazón abierto o la arquitectura. Una cosa es el saber que allà se despliega, otra el acceso a los objetos, saberes o los posibles usos de los mismos. Lo decÃa el nunca bien olvidado Sartre: Paul Valèry es un pequeño burgués, pero los pequeños burgueses no escriben como Paul Valèry.
La marginalidad es una onda condicionada y generada por el centro. Eso es lo tedioso de algunas contestaciones que siguen, a perpetuidad, ladrándole al Amo o ahogándose en la pozeta del barracón.
Ahora con Paco:
A mà el disfraz de consumidor me fascina. Salgo del clóset. Soy consumidor sin complejos ni vainas. Me gusta consumir y no me parece que el consumo sea un mal radical. Plantean un montón de teóricos, en la isla principalmente Laura Ortiz, que no es ningún pellizco de ñoco, que la demonización izquierdosa del consumo es un desvÃo de la posible asunción del consumo como la forma de lo social más importante para los puertorriqueños. WOW!!!! Casi nada.
Entonces resulta que los escritores todos parecen estar en contra del consumo, como si el consumo les molestara o fuese la organización social que impide que la gente leea lo que escriben. Esa posición demonizadora es idéntica a la posición de las iglesias en cuanto a la ley de cierre: si los comercios cierran los domingos entonces la gente va a ir más a las iglesias. RidÃculo. Pues igual de ridÃculo es plantear que porque la gente está de compras entonces no lee.
Si los escritores no somos capaces de incluir el consumo como problema en la escritura, porque lo que hacemos es demonizarlo, entonces estamos bien quedaos, de espaldas a lo que Laura Ortiz ha identificado como la organización SOCIAL MAS IMPORTANTE DE LOS PUERTORRIQUEñOS. No en balde nuestros personajes no consumen, ningún personaje de la literatura nacional es un consumidor. Son todos seres etéreos que ni van de compras ni bregan con los problemas que supone el consumir. Nada de eso.
Mi teorÃa es que dicha aversión de lo literario por el consumo es la tumba de lo literario en el 2008, precisamente. Es convertir a lo literario en la última trinchera anticonsumo, que es lo mismo que convertirlo en el libro del Apocalipsis, en palabra sagrada escudo antitetánico contra los males del Mall. WOW, el Mall, es espacio demonizado por los poetas y cuentistas y novelistas, el espacio tabú en la novela en el cuento en la posÃa puertorriqueña, que siguen privileginado a la biblioteca sobre el MALL. ¿Cuál es el problema con bregar con la posibilida de que el MALL sea un espacio más kavrón que una biblioteca? ¿Cuál? La biblioteca, en ese sentido, frente al MALL, es el cementerio. En ese sentido es que hablo de muerte de lo literario, en cuanto los puertorriqueños están en el MALL y no en la biblioteca. ello quiere decir que la biblioteca tiene unos esqueletos terribles y quiere decir que quedarse entre esos esqueletos y no salir al MALL es convertirse en muerto en ser eco de los muertos en darle la espalda a los vivos, que son los consumidores de este paÃs.
Sin embargo, el complejo de profetas contra los males del consumo nos condena como escritores a las bendas y las grÃngolas. Estamos en la biblioteca huyendo de la amenaza de las masas en el MALL en vez de meternos en el MAL para llevarlo a la biblioteca. Eso es lo que estoy proponiendo, meternos en el MALL no como ministros evangélicos biblia en mano sino para llevarlo a la biblioteca. Excepto por el trabajo de Laura Ortiz y co. aquà el MALL no es digno de entrar a la biblioteca a menos que sea atacado, vilipendiado, to jodÃo, como la catedral del mal, como el monstruo de los tiempos que corren, como Dachau casi, a donde van los corderitos al matadero. Si para eso es lo literario, pues conmigo no cuenten.
Los puntos 2 y 3 no requieren respuesta.
Del 4 hablamos con una Corona en el próximo concierto de WisÃn y Yandel (no me los pierdo precisamente para confirmar mi condición masiva)
El 5: Zaid allá con su DF, aquà en PR el libro murió hace rato. Murió en el sentido de qué libros? los 4 libros anuales? Mi posición es que asumamos esa muerte como inicio de la discusión. Lalo está de acuerdo y dice que siempre es marginal, Margarita Ãdem. Pero me gustarÃa creer que lo que estoy planteando va más allá de eso: que nos sacudamos el complejo de que no nos leen porque ellos son los asnos, porque lo que nosotros producimos son joyas y ellos son los cerdos. Eso es lo que estoy proponiendo.
Muy bien dicho Manuel. Es importante que se de este diálogo para entender mejor por dónde vienen tus tiros. Una cosa: yo, orgullosa hija de la televisión y de todo lo que vino después (como este blog) jamás llorarÃa porque un pendejo libro no pueda llegar como llega Sex & the City a la gente. La gente soy yo, que odio Sex & the City, pero que adoro ciertos reality shows, por ejemplo.
Creo que los culitos (la mayorÃa, pero quizá me equivoco) están listos para ser ensuciados (si no es que ya lo están) porque en este punto todos somos hijos de los medios, y del mercado y de todas esas cosas sabrosas que condicionan nuestra escritura y nuestra lectura. Parece que todos estamos más o menos de acuerdo, faltarÃa ignorar olÃmpicamente a los llorones que insisten en ver un problema, que en el fondo, sigue siendo de clases.
Más besucos,
Margarita
Ah, veo… es que la sociedad de los espectáculos la tiene cogida en contra de las palabras. Ahora entiendo…
Me parece que se confunde medio con literatura. La literatura conoce (en el sentido bÃblico de la palabra) muchos medios, insistir en que la palabra escrita (y, para colmo, a la que se escribe “desde un penthouse”) es de alguna manera superior, o clase aparte, o más válida, o de mayor peso redunda en una pelea como que tonta.
Por mi parte, suelo disfrutarme la literatura en forma de cine, series de televisión y paquines (o “novelas gráficas”, jajaja), y no por ello deja de ser mi prerrogativa elegir aprender algo como producto de ese consumo banal de estas obras literarias de tanta bajeza.
BTW: Me consta que entre los chefs y los músicos sà se debate quién conoce su instrumento, tiene talento o está en otra liga. Pero más relevante todavÃa para esta discusión: se debate qué criterios deben reinar a la hora de resolver estas controversias, y también si estos criterios deben o no ser universales. Pero, vuelvo y repito, esta discusión no es tanto acerca de quien crea la obra como de quien la consume, y digan lo que digan los connoisseurs musicales, arquitectónicos o culinarios, el individuo escucha, aprecia, traga y de cualquier otra manera consume lo que le sale del culo, y no por ello debe reprochársele, creo yo.
Una pregunta…
…si bien leer buena literatura (o apreciar el buen arte) no hace mejor persona a nadie, ¿reclamar que no se pertenece a la “élite” o repudiar supuestos “elitismos”, hace mejor persona a alguien? ¿Es el supuesto miembro genuino, espontáneo y auténtico de las “masas incultas” o el “pueblo llano” o los “subalternos”, etc., mejor persona por eso? ¿Tan maligna o maligno es la idea de que exista una élite? …hablando de moralismos y de conciencia culposa… ¿por qué sentirse culpable de recibir el mote de “elitista”? ¿Algún problema?
“En cualquier caso, no les corresponde a los letrados definir para qué sirve o deja de servir el arte y la literatura que consumo; tampoco a los incultos.”
Leer no está de moda.
Con Juan:
Ningún problema, de hecho, bastante elitista que me considero. Pero lo que planteo no es eso para curarme en salud o aparentar ser vulgar del todo. Lo que planteo es que la escritura vulgar es tan importante como la elitista, que es tan importante Coelho como Balzac, por poner un ejemplo. Que argumentar durante horas que Coelho es una porquerÃa y que la gente que lo lee también es una distracción de temas más ricos en cuanto a la escritura. Ese es el elitismo que estoy criticando, el que nubla, el que no favorece que se trabaje crÃticamente sobre el trabajo de Coelho simplemente porque es un escritor de “autoayuda”. Eso pone el debate de espaldas a la masa, que no es ningún problema, por supuesto, siempre y cuando entonces los debatientes no tengan la aspiración de que lo que escriben sea tan popular o que lleve a la trascendencia, “a la cura”, o al goce a tantos como lo de Coelho. Esa es mi sospecha en cuanto a lo que plantea Santos Febres, Azúa, y algunos de los que estuvimos en la discusión de Tal Cual. La sospecha de que es más fácil rechazar escritos supuestamente malos que ponerse a trabajarlos con el mismo afán que los supuestos buenos.
Con Lalo:
Pues claro que la mayorÃa de los escritores tienen una posición centralista de la literatura y de lo que escriben. La queja permanente de que la gente no lee lo que tiene que leer lo confirma. El centro de la discusión es que la gente no lee, eso redunda en que entonces les gustarÃa que los leyeran, ?no? Si no fuere centralista entonces las mesas redondas serÃan para otra cosa, las columnas de Santos Febres y Azúa serÃan otra cosa, pero no. Son puras quejas por esa ausencia de centralismo, porque no está en el centro ni la escritura, ni el libro ni la estética, sino la banalidad. Esa es la queja constante y sonante o me equivoco?
Coincido con La Redaccion. Por cierto, Manuel, como esta la nueva de Isabel Allende?
Si tienes La isla silente, vuelve a leer “Justificación de la poesÃa”. Es un viejo poema que me parece pertinente ahora.
Me parece que el único que habla de la centralidad, del que “no me leen’ en este intercambio eres tú Manuel. No sé cómo hacerte ver que eso me deja sin cuidado y que ha dejado a la literatura (la que se para por sus propios pies) sin cuidado a lo largo de los siglos. Las primeras ediciones de Baudelaire fueron de menos de 200 ejemplares en la Francia del 19 que era el ultra centro, las de Nietzsche a veces no llegaron a 60 (eran el equivalente de fotocopias). La centralidad es un sueño provinciano y adolescente, algo en el fondo muy puertorriqueño, de aquel que piensa que se ha perdido algo de la historia y rabia. Con su ilusión no se puede hacer nada (y lo mismo ocurre con las ilusiones televisivas o fÃlmicas que prefieres). No se llegarán a ellas porque ellas no te ven ni a tà ni a mà ni a ninguno de nosotros. Es más, están construidas precisamente para no vernos, para que seamos invisibles. Ese es el verdadero elitismo, el de una estructura de producción en la que no cabe el 95% de los pueblos del mundo. Emocionarse con lo que niega tu existencia raya en la flagelación. Prefiero la reivindicación del derecho a la tragedia que son mis libros y los de tantos otros. En ellos es que pueden habitar los rostros que conozco, el tuyo y el mÃo. Asà la rabia sirve para algo.
Lalo, puedo subir ese poema en el blog?:wink:
El mayor acierto de este blog es su tÃtulo: Estruendo-M U D O. Mucho ruido y pocas nueces. Cada intervención de Manuel o de la Redacción es un estruendo o una pataleta con un discurso hueco o mudo. Mucha emoción y poco pensamiento.
La literatura se escribe asÃ:
“Prefiero la reivindicación del derecho a la tragedia que son mis libros y los de tantos otros. En ellos es que pueden habitar los rostros que conozco, el tuyo y el mÃo. Asà la rabia sirve para algo.”
Escrito en un blog, destinado a desaparecer en este archivo digital cuando los post sigan entrando y el rollo de palabras eléctricas se escurra hacia la grieta de “mayo 2008: comments”. Decir que es una emoción leerlo ahora, como un episodio del instante que se disuelve, es casi patético, pero lo digo de todas maneras. De esa forma, Kafka escribió “Investigaciones de un perro”, con la rabia lúcida de las bestias acorraladas. No es que no se pueda escribir del Mall o desde el Mall, es que para que sea literatura hay que hacerlo envuelto en la sangre simbólica de la tragedia; el Mall es al fin y al cabo un mito de esta etapa avanzada del consumo en la que nos encontramos. Cuando se entiendan sus coordenadas mitológicas, entonces se escribirá la novela del Mall, por ahora es un espacio desolado.
Precisamente ahora (?la hora del presente?) es que la “literatura dura” es más importante que nunca. Porque ni la literatura ni la poesÃa salvan, esas son preocupaciones evangélicas, pero otorgan la conciencia de que el pensamiento ocurre fuera, lejos de la salvación, “a un cuarto de distancia de mi alma” (Vallejo), lejos de eso que llaman mercado, aunque a veces se cuele allà muy a su pesar. El escritor anhela que lo lean, pero esa no es la razón de la escritura (de la que se para por sà sola), porque no hay razón EN la escritura, lo que hay es voluntad de salida, de fuga. Si se pudiera escribir la historia de la literatura (que no se puede), se deberÃa llamar: EXIT.
Manuel,
Por supuesto puedes usar el poema. Muchos saludos.
“Elitista… y qué”
Soy, como tantos adictos a la leer, profesor de literatura (algo que no tengo que justificar o “complementar” insinuando que también soy “calle”, que juego pelota, jangueo en bares, bailo reguetón y otros clichés aparentemente “callificantes”, que no calificantes). Jamás ha cruzado mi mente menospreciar al estudiante que con primor anuncia en la primera clase sus lecturas favoritas de Coelho, Pérez-Reverte, Isabel Allende, Mayra Santos, etc. Es un excelente punto de partida que respeto mucho. Lo tarea es elevar el nivel y todo punto de comienzo es loable. Esto conduce a la discusión muy necesaria sobre el “elitismo”.
Una parte de la humanidad tiende siempre a lo mejor, y no siempre es mayorÃa. Ese es el origen de ciertas élites de la calidad y la dedicación, que no se debe confundir con las castas privilegiadas y gobernantes. Hablo de élites como los fajones de un equipo deportivo, los esforzados de una clase, los más sacrificados, que también se relacionan con esos “últimos que serán primeros”. Es contra esa èlite que se dirigen los paladines de la mediocridad, no contra la élite del privilegio y el control a la que sirven.
Volviendo al escenario de la clase de literatura; una anécdota “pedagógica” inolvidable. Después de devolver los exámenes, corregidos y calificados, al grupo, una estudiante pide la palabra y se expresa: “Profesor, esto es injusto. Aquà se está creando un elitismo, pues hay gente recibiendo “A” y otros recibiendo malas notas. Los que reciben “A” quieren ser superiores a los demás. Por eso se ponen a estudiar, para recibir notas altas y crear una élite que explota a los de malas notas. Es injusto, todos debemos ser iguales. Usted no debe dar notas diferentes!” Esto fue expresado con toda candidez. Es una señal de la mediocracia endémica de la cultura contemporánea (no se diga la UPR).
“Mediocracia” es un término doble, remite a dos realidades casi gemelas:
Imperio de los medios.
Imperio de la mediocridad.
El primero no necesariamente es el imperio del mal. El segundo sólo contribuye a la banalidad del mal. Es con lo que hay que bregar, cierto, pero HAY que bregar con todas las estrategias a nuestro alcance, incluso las mediáticas, sin conceder la meta principal, que es elevar el nivel.
Difiero cuando indica que el libro ha fracasado como objeto cultural. Los “objetos” (productos) culturales están intrÃsecamente ligados al capitalismo y este no ha fracasado. Al contrario, está más voraz que nunca antes. Mientras el capitalismo sea la forma económica dominante o periférico, los productos culturales no fracasarán ya que continuarán moviéndose con el mercado, sea este mainstream o de borde.