Las paradojas del feminismo normalizado
Escribe Madeline Román
Foto: Josh Hadley, cc.
La propuesta del gobernador Alejandro García Padilla de fusionar la Procuraduría de las Mujeres con el Departamento de la Familia ha provocado todo un debate público incluyendo una manifestación frente al Capitolio por un sector de mujeres al calor de la consigna “Ni Wanda, ni Familia, OPM nueva y renovada”.
Pues bien, a esa consigna añado lo siguiente: “Ni Wanda, ni Familia, ni con el feminismo de Estado“. Y esto porque lo que llamo normalización del feminismo en Puerto Rico ha llegado a la paradoja de ponerse a defender una agencia de gobierno!, para algunas-ahora-en necesidad de ser renovada. Pero, ¿de qué renovación se habla si no es la de aspirar a que esta agencia sea, nuevamente, la agencia que fue? Entiéndase aquella a través de la cual –y en su momento- se consolidó el feminismo de Estado. Por feminismo de Estado me refiero a la apropiación estatal del feminismo en Puerto Rico, a la subsunción del quehacer feminista en el Estado. Una subsunción que tuvo como efecto el declinar contundente de los feminismos autónomos de las décadas de los setenta y los ochenta y, junto con esto, toda una transformación cualitativa del feminismo local. Con el feminismo de Estado vino también la normalización de gran parte de las cuestiones con las que éste trabaja (discrimen por género, hostigamiento sexual, violencia contra las mujeres), los abordajes predominantemente legalistas sobre estas cuestiones y la entronización del victimismo como significante y subjetividad privilegiada. Y se entrona también, como parte de ese feminismo de Estado, la policía feminista. Esto es, la vigilancia y el monitoreo de cualquier saber (feminista o no) que cuestione las coordenadas operacionales y de inteligibilidad del feminismo oficialista y de sus lecturas canónicas. Todo esto ya es pasado. Por eso, la pregunta ahora para mí es ¿qué es lo que se pierde con la desaparición y/o fusión propuesta? Habrá quien diga, se pierden los servicios que se prestan, la labor fiscalizadora de la agencia, su centralidad simbólica respecto de las coordenadas machistas y masculinistas (junto con las racionalidades economicistas). Quizás… quizás es importante mantener algo de esto pero, ¿a qué precio y desde qué lecturas feministas?
Recuerdo que los feminismos independientes de los 80s se desgastaron quizás por el exceso de trabajo, pero fueron éstos los que lograron que el Estado se moviera a crear instituciones que establecieran paradigmas de justicia de género. Las mujeres que lograron que el Estado se moviera son ahora, en general, las que critican la Procuraduría de la Mujer, pero lo hacen tarde, cuando desaparece, y desde la perplejidad, desde el “ni… ni…”. Tú hablas de destruir. ¿Será la destrucción la estrategia válida en una comunidad que suele ser incapaz de idear un proyecto y llevarlo a cabo sin pedirle al Estado que lo sufrague y luego lo valide?