May 24, 2014

Las paradojas del feminismo normalizado

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

Feminist Grafitti

Escribe Madeline Román

Foto: Josh Hadley, cc.

La propuesta del gobernador Alejandro García Padilla de fusionar la Procuraduría de las Mujeres con el Departamento de la Familia ha provocado todo un debate público incluyendo una manifestación frente al Capitolio por un sector de mujeres al calor de la consigna “Ni Wanda, ni Familia, OPM nueva y renovada”.

Pues bien, a esa consigna añado lo siguiente: “Ni Wanda, ni Familia, ni con el feminismo de Estado“. Y esto porque lo que llamo normalización del feminismo en Puerto Rico ha llegado a la paradoja de ponerse a defender una agencia de gobierno!, para algunas-ahora-en necesidad de ser renovada. Pero, ¿de qué renovación se habla si no es la de aspirar a que esta agencia sea, nuevamente, la agencia que fue? Entiéndase aquella a través de la cual –y en su momento- se consolidó el feminismo de Estado. Por feminismo de Estado me refiero a la apropiación estatal del feminismo en Puerto Rico, a la subsunción del quehacer feminista en el Estado. Una subsunción que tuvo como efecto el declinar contundente de los feminismos autónomos de las décadas de los setenta y los ochenta y, junto con esto, toda una transformación cualitativa del feminismo local. Con el feminismo de Estado vino también la normalización de gran parte de las cuestiones con las que éste trabaja (discrimen por género, hostigamiento sexual, violencia contra las mujeres), los abordajes predominantemente legalistas sobre estas cuestiones y la entronización del victimismo como significante y subjetividad privilegiada. Y se entrona también, como parte de ese feminismo de Estado, la policía feminista. Esto es, la vigilancia y el monitoreo de cualquier saber (feminista o no) que cuestione las coordenadas operacionales y de inteligibilidad del feminismo oficialista y de sus lecturas canónicas. Todo esto ya es pasado. Por eso, la pregunta ahora para mí es ¿qué es lo que se pierde con la desaparición y/o fusión propuesta? Habrá quien diga, se pierden los servicios que se prestan, la labor fiscalizadora de la agencia, su centralidad simbólica respecto de las coordenadas machistas y masculinistas (junto con las racionalidades economicistas). Quizás… quizás es importante mantener algo de esto pero, ¿a qué precio y desde qué lecturas feministas?

May 24, 2014

Con lo que le ha dado a ese muchacho…

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

Comunist

Le ha dado por hablar mal de los curas, de los militares, de todo, para hacernos rabiar a mí y a su madre.

-Todos los muchachos son un poco rebeldes -dijo él-. Creo que hasta yo lo fui.

-No me lo explico, don Cayo -dijo don Fermín, ahora grave-. Era tan formalito, siempre las mejores notas, hasta beato. Y ahora, descreído, caprichoso. Sólo me faltaría que me salga comunista, anarquista, qué sé yo.

Fragmento de Conversación en La Catedral, de Mario Vargas Llosa. Foto por Romerican cc.

December 12, 2013

El jíbaro arrepentido: Pie forzado sobre la caída de Agapito

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

 

Nota de la Redacción de Estruendomudo: Como de costumbre, reproducimos en forma íntegra este ramillete de décimas fulminantes escritas por nuestro jíbaro posmoderno y fiel colaborador satírico de hace tantos años, Elfrus Trao, quien ha sido tan amable de hacérnolas llegar a nuestra Redacción para que las compartiésemos con todos ustedes.  Esperamos que disfruten de lo lindo al viajar por el recuerdo de lo que va del reinado de Agapito al leer las palabras poéticas de este bardo sin remilgos, digno emulador y reinterpretador de las mejores líneas de El Gíbaro, publicado en 1849.

El jíbaro arrepentido / Por Elfrus Trao / Especial para Estruendomudo

Un jíbaro de la Pava,
popular de viejo cuño,
porque cayera Fortuño
daba un ojo de la cara.
Se le dio, pero ahora encara
un dilema el jibarito,
que, arrepentido y contrito,
admite sin disimulo
que hoy daría el ojo del c…
porque cayera Agapito.

El desastre de Fortuño
se ha quedado chiquitito
desde que llegó Agapito
casi se ha hundido el terruño.
Es que no nos saca el puño
de la cara este malandro
y el jíbaro renegado
en su oferta se reitera,
él daría lo que fuera
porque cayera Alejandro.

Esta Navidad, de paso,
será triste y sin lechón
pues el coameño en cuestión
ha sido todo un fracaso.
Nombró en Estado a un “buenazo”
luego, en Justicia, a un espía,
nombró en Familia a una arpía,
a una usurera en Hacienda,
en DACO a un “bagger” de tienda
y a un pillo en la Policía.

“Que Navidad te aproveche,
en el nombre de Jesús”,
nos dijo y subió la luz,
el agua, el café y la leche.
Nos ha hecho el nuevo cheche
de la Pava un gran chichón,
de seguir su maldición,
como el jíbaro, seguro,
daríamos el ojo del c…
porque cayera en acción.

Con el mayor desentono,
nos clavó el gasolinazo,
nos espetó el retirazo
y casi nos quitó el bono.
Ahora se entiende el encono
de aquel pobre jibarito
que en Jayuya y Naranjito
confiesa con cara larga
que alegre daría las nalgas
porque cayera Agapito.

“No hay quien repare este daño”,
dice el jíbaro tristón,
“voté por este cab…
y aún nos quedan tres años.”
“Si Fortuño fue un engaño
y un ladrón de ‘look’ y traje,
Agapito es un ultraje
y un gobernante fatulo,
por eso daría hasta el c…
porque caiga y no es aguaje.”

 

March 5, 2012

Informe de la Comisión de Derechos Civiles de Puerto Rico sobre el asesinato de Filiberto Ojeda Ríos

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

Por Gabriela Bartolamedi

Del Centro de Periodismo Investigativo

El informe de la Comisión de Derechos Civiles sobre la muerte que catalogan de “ilegal” del dirigente de la organización clandestina Los Macheteros, Filiberto Ojeda Ríos, plantea más que respuestas, cuestionamientos, sobre lo sucedido en el barrio Plan Bonito de Hormigueros, el 23 de septiembre de 2005, y en donde el líder independentista murió a manos de agentes del Negociado Federal de Investigaciones (FBI).

El informe además, propone recomendaciones para las agencias gubernamentales que estuvieron involucradas en los sucesos y concluye que el operativo “se caracterizó por un uso excesivo y abusivo de la fuerza”.

También, concluye que el FBI tuvo a su alcance suficiente información como para deducir que Ojeda Ríos estaba seriamente herido e imposibilitado de resistir cuando se le privó de asistencia médica urgente tras herirlo un agente federal. Ojeda Ríos murió desangrado a causa de tales heridas.

El informe sugiere, por consecuente, que el FBI tuvo otras alternativas para conducir el arresto que, muy probablemente, “hubieran evitado al menos algunos de los desenlaces trágicos del evento”. Entre estos desenlaces, se suman a lo que el informe tipifica como la “muerte ilegal” de Ojeda Ríos, las múltiples violaciones a los derechos civiles de las cuales fueron objeto los residentes del área. También, el informe resaltó el patrón marcado de marginación y falta de información para con las agencias del gobierno del Estado Libre Asociado y la prensa.

El informe agrega que las acciones y omisiones del FBI, además de implicar violaciones a los derechos civiles, pueden tipificar potencial responsabilidad criminal, y recomienda que los Departamentos de Justicia de Puerto Rico y Estados Unidos reabran la investigación sobre los sucesos del 23 de septiembre de 2005.

Según el informe, “debe primar en dicha investigación la determinación sobre el grado de fuerza utilizado por el FBI para el arresto de Ojeda Ríos y la justificación para no brindarle atención médica con prontitud. En este sentido, es de particular importancia la determinación con mayor grado de precisión, de la hora en que Ojeda Ríos falleció y el tiempo transcurrido entre el fallecimiento y la irrupción de agentes federales en su residencia”.

Como parte de esta investigación, el informe subrayó la necesidad de peritos externos que investiguen:

1. Los cambios – aún inexplicados – en la lividez (patrones de asentamiento de la sangre) del cadáver que no figuraron en el Informe de Autopsia. Estos presentan interrogantes sobre la hora de muerte de Ojeda Ríos, la cual puede haber sido posterior a la informada por las agencias federales que controlaron la escena en todo momento.

2. La trayectoria del disparo fatal, de cara a la incongruencia entre los hallazgos y conclusiones de la Oficina del Inspector General (OIG) y el Departamento de Justicia de Puerto Rico.

El informe de la CDC también critica la falta de cooperación del FBI y del Departamento de Justicia federal en la provisión de información y prueba documental; específicamente, cita la marcada falta de comparecencia de funcionarios y ex-funcionarios federales que fueron citados como testigos, la cual se debió a objeciones del Fiscal federal, y que dificultó la tarea de hacer determinaciones de hechos y, por ende, de esclarecer los sucesos.

Asimismo, el documento producido por la CDC critica el informe realizado por la Oficina del Inspector General (OIG) debido a su incongruencia con los hallazgos y su omisión de las violaciones a los derechos civiles y humanos cometidas por el FBI, y recomienda que se solicite otra investigación a la División de Derechos Civiles del Departamento de Justicia Federal y a la US Civil Rights Commission.

El Centro de Periodismo Investigativo, cumpliendo con su misión de fomentar el libre acceso a la información, publica íntegramente el “Informe Final sobre la Investigación de los sucesos ocurridos en el Municipio de Hormigueros el 23 de septiembre de 2005 donde resultó muerto el ciudadano Filiberto Ojeda Ríos” de la Comisión de Derechos Civiles (CDC), presentado el pasado sábado 11 de febrero en la Facultad de Derecho de la Universidad Interamericana de Puerto Rico.

October 16, 2011

Invocación a Ginsberg para el desbloqueo del escritor

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

ginsberg2

Un regreso al poeta urban-zen cada vez que se pierde el rumbo de la escritura puede servir de detonante desbloqueador, o roto rooter. Que venga el chorro.

So it requires cultivation of tolerance towards one’s own thoughts and impulses and ideas -the tolerance necessary for the perception of one’s own mind, the kindness to the self necessary for the acceptance of that process of consciousness and for acceptance of the mind’s raw contents, as in Walt Whitman’s “Song of Myself”, so that you can look from the outside into the skull and see what’s there in your heart.

July 2, 2011

El país derecho. Pie forzado para celebrar lo que va del Fortuñato

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

Nota de la Redacción de Estruendomudo: Como de costumbre, reproducimos en forma íntegra este ramillete de décimas fulminantes escritas por nuestro jíbaro posmoderno y fiel colaborador satírico, Elfrus Trao, quien ha sido tan amable de hacérnolas llegar a nuestra Redacción para que las compartiésemos con todos ustedes.  Esperamos que disfruten de lo lindo al viajar por el recuerdo de lo que va del Fortuñato al leer las palabras poéticas de este bardo, digno emulador y reinterpretador de las mejores líneas de El Gíbaro, publicado en 1849.

fortuno

El país derecho /Por Elfrus Trao / Especial para Estruendomudo

Vivimos en un terruño
famoso por sus encantos
pero se nos cae en cantos
por las cosas de Fortuño.
El líder de nuevo cuño
nos ha sumido en un lecho
de penurias y de asechos,
de intrigas y corrupción,
pero dice el muy bribón
que tiene al país derecho.

Una mujer bipolar
manda en la Universidad
y desde el Senado Schatz
también quiere gobernar.
Dónde iremos a parar
si el pueblo no tiene atrecho
se nos cae encima el techo,
hemos perdido la ruta,
pero dice el hideputa
que tiene al país derecho.

Con saña y sin disimulo,
el papel de sus promesas
lo ha usado allá en Fortaleza
Lucé pa’ limpiarse el culo.
El gobernador fatulo,
con su ego insatisfecho,
olvidando el simple hecho
de que prometió justicia
hoy dice con impudicia
que tiene al país derecho.

Todo aumentó a corto plazo
y haciéndose el bobolón
destruyó la educación
y nos zumbó el fortuñazo.
Nos ha caído a bimbazos
con alevosía y cohecho
y así, orondo y satisfecho,
con su porte de blanquito
pregona ese pendejito
que tiene al país derecho.

La criminalidad rampante;
la violencia, ni se diga;
el discrimen, sume y siga;
florecen los deambulantes.
La economía tambaleante;
el presupuesto maltrecho…
El país está deshecho
y tras molernos a palos
nos dice este niño malo
que tiene al país derecho.

Masacres a tutiplén
con los narcos a sus anchas
pero aún así dice Sancha
que tiemblan cuando lo ven.
Se atreve a decir también
este alcohólico maltrecho
que ha sido bueno el cosecho
porque “el crimen ha bajado”
y grita el Gobe inflamado
que tiene al país derecho.

En cuanto al empleo al menos
puede decir con orgullo
que ha botado hasta a los suyos
y ha sido puro veneno.
Treinta mil boricuas buenos
hoy han quedado sin techo,
que lo que Fortuño ha hecho
no debe tener perdón
pero argumenta el cabrón
que tiene al país derecho.

Miles de desempleados,
miles que no tienen vida;
otros miles sin comida,
un millón desesperados.
Un pueblo decepcionado,
un país insatisfecho,
un futuro muy estrecho
y, ante tal desilusión,
aún sostiene ese macrón
que tiene al país derecho.

Los sistemas de retiro,
orgullo de este país,
los mató el chisgarabís
a los dos de un solo tiro.
No tiene el pueblo respiro,
pues ha sido largo el trecho
y Luis Fortuño al acecho
con su medicina amarga
aún dice con cara larga
que tiene al país derecho.

El que secuestró al Supremo
con un guión de novela
ahora también quiere a AEELA,
a la Iglesia y ya veremos…
Es el mismo, no olvidemos,
que, agotando sus pertrechos,
le pegó un tiro en el pecho
al Colegio de Abogados
y luego dice el tarado
que tiene al país derecho.

Ni hablar de la Contralora
de Ñañito, Mi Salud,
del Chuchin, del revolú
contra la Procuradora
de la Vejez. Diga ahora
nuestro pueblo qué se ha hecho
Héctor Martínez… Sospecho
que, aunque esté en un calabozo,
Fortuño dirá orgulloso
que tiene al país derecho.

Señores, este desastre
es peor que la porcina,
se comenta en cada esquina
que este gobierno es un lastre.
Tal vez haga falta un sastre
que, tomándoselo a pecho,
meta mano a lo deshecho
por ese vulgar ladrón
aunque insista el muy cabrón
que tiene al país derecho.

May 6, 2011

Lo más barato es exhumar a Franco

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

Les recomiendo un reciente comentario en el blog Tierra de Nadie sobre las fosas comunes de los muertos de Franco.

October 29, 2009

La ciudad Fortuñista y la lógica de la hiperplanificación

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

Escribe Deepak Lamba-Nieves

La reyerta que se armó hace más de un mes en la Avenida Universidad entre la juventud que pulula por la Ciudad Universitaria y las fuerzas policiacas ha propiciado denuncias, marchas, repudios hacia ambos bandos y hasta propuestas de política pública. No es para menos. Cuando el estado abanica su macana por las calles para imponerse sobre lo que considera son desagravios contra el orden establecido, son pocos los que salen ilesos. El abuso policiaco y el retorno a la política de “mano dura” contra la criminalidad demuestra la incapacidad de los gobiernos de turno (municipal y central) para armar un proyecto sensato de gobernabilidad con relación al espacio y confirma lo evidente: lo poco que tenemos de ciudad y de manifestaciones de vida urbana resulta ser problemático y hasta amenazante para los que ostentan el poder político en Puerto Rico. Ciertamente, hay un proceso de retroalimentación que agrava la situación: la lluvia de medidas punitivas (despidos, impuestos, desmantelamientos, desalojos, etc.) y la decisión de seguir pasando el rolo sin mirar hacia atrás, se topa con reacciones ciudadanas que, en los ojos del estado, hay que acallar con dos o tres palos—y a veces tiros.

Algunos se preguntarán qué significa “vida urbana” y “ciudad” en un país donde los espacios públicos más utilizados son las vías de rodaje, los aparcamientos, los residenciales y alguno que otro parque que se accede por automóvil. Casi siempre, los que se quejan de que nuestras zonas urbanas son un gran parking amarrado a un centro comercial comparan nuestros paisajes con los de Barcelona, New York City, San Francisco o París, los referentes urbanos par excellence. Ciertamente, si comparamos al Viejo San Juan con el Barrio Gótico o el Condado con NoLita, las muestras boricuas son meras migajas citadinas. Si bien las comparaciones son injustas—pues el andamiaje histórico e institucional que le abrió paso a las grandes urbes es difícil de replicar—igualmente lo son los comentarios que caracterizan a nuestros conatos de ciudad como no lugares, e invitan a pensar que la solución se logra con dos o tres aplanadoras, un buen tanque de kerosén y un lighter.

imagen de a.gonzalez : tomada de creative commons

imagen de a.gonzalez : tomada de creative commons

Río Piedras, al igual que otros centros urbanos en Puerto Rico, está deteriorado, de eso no hay duda. Negar esto equivale a tapar el cielo con la mano. Pero detrás de los solares baldíos, la peste a orín, los hoyos en las aceras y carreteras, las construcciones que no acaban y la desolación nocturna, hay un enclave importante donde muchos han encontrado refugio (literal y metafórico). Allí han ido a parar dominicanos, árabes, profesores acomodados, jóvenes estudiantes que estiran la beca federal de la mejor manera, y otras almas proletarias en pena. Con este comentario no me interesa celebrar al ghetto o dibujar un cuadro romántico, pues allí son muchos los que sufren, y también se reproducen muchos problemas socioeconómicos que deben ser criticados y atendidos. Más bien, quiero combatir la idea de que estos destinos destartalados son no lugares, pues es un concepto que fácilmente le sirve de coartada a los gobernantes de turno para apabullar y atropellar a los residentes de barriadas, los resquicios y los terrenos okupados. Aunque en muchos de estos lugares la transitoriedad y los arreglos informales son parte de la dinámica cotidiana, allí se respiran unos vahos penetrantes y se escuchan fuertes sonidos de velloneras de colmadón que nos dan cuenta de que existe un tren de vida que les imprime una identidad particular a estos lugares. Las autopistas, cuartos de hotel y supermercados que sirvieron de inspiración para la idea del no lugar en los ensayos de Marc Augé, están muy lejos de estos destinos.

A menos de un año de haber tomado las riendas del potro salvaje, la administración de Luis Fortuño ha armado una política de saneamiento y desarrollo espacial que tiene dos vertientes principales. Por un lado, se busca eliminar diversas manifestaciones de informalidad mediante el desplazamiento, la reubicación y la imposición de reglas, a la cañona, que tienen poco que ver con la solución a los problemas de los desposeídos y mucho que ver con el avance de una falso sentido de formalidad, donde triunfan los planes de urbanizaciones cerradas y las propuestas de cero tolerancia. Por otro lado, intentan darle un empujón a la economía mediante la lógica de la nueva construcción, la renovación urbana y los polos de crecimiento. En papel, estos esfuerzos pro desarrollo aparentar ser idóneos. No obstante, en la práctica, la cosa es muy distinta. Basta recordar la trastada de Jorge Santini hacia las comunidades del Caño Martín Peña, los planes para Río 2012, la forma en que se ha atropellado a Villas del Sol, el “such is life” de Jaime González y, cómo no, la propuesta para eliminar de golpe y porrazo al Residencial Luis Lloréns Torres para construir el Puerto Rico Amusement and Theme Park bajo la lógica de las alianzas público-privadas.

Más que un retorno a la era de la mano dura, o de manos a la obra, lo que se palpa es un claro intento por redefinir el derecho a la ciudad, aquello que Henri Lefebvre consideró un recurso fundamental: el derecho a que existan espacios de encuentro, lugares donde se puede armar una vida en ciudad y se confeccionen respuestas a las políticas de planificación elitistas y antiurbanas del estado. En el caso de la administración actual, el proyecto de redesarrollo se destaca por acabar con ciertos estorbos y enemigos: la densidad, los asentamientos improvisados y los más desdichados (entiéndase los pobres, inmigrantes y sin títulos de propiedad, aquellos que Cheo Madera considera crápulas y garrapatitas). En otras palabras, atrás quedó el discurso de la estadidad para los pobres: esta es la era de la estadidad para los menos pobres.

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Elaborar propuestas atinadas para atender los problemas de lugares como Río Piedras no es algo fácil. La mayoría de las veces, la revitalización de áreas en deterioro requiere de un coctel de iniciativas: desde la atracción de nuevos capitales y residentes, hasta el control de ciertas parcelas para el desarrollo de vivienda asequible y la zonificación inclusiva. Para estos asuntos no existen libretos prefabricados y mucho menos soluciones rápidas. No obstante, algo si queda claro en el caso de Río Piedras: contrario a las opiniones de algunos líderes, los planes están de más—al menos aquellos que se caracterizan por trazar reglas, códigos, multas y directrices de cómo se debe ordenar la vida en el territorio.

Para muchos en Puerto Rico, “la planificación” es ese algo que necesitamos, una especie de acto mágico que se supone nos resuelva el reperpero en el que vivimos y nos traiga el orden, progreso, y por qué no, una ciudad de verdad. Desde hace mucho tiempo, está de moda hablar de la planificación como si fuese un ejercicio preciso donde se elaboran fórmulas y modelos cuantitativos que determinan cuántas casas hay que construir, los trabajos que tienen que crearse, las calles que se tienen que pavimentar y los árboles que se deben sembrar, entre otras cosas. Según el mito, una vez las cifras se han calculado, pasamos a redactar el plan: ese gran documento que contiene los mapas y las directrices que nos harán felices, impondrán el orden y promocionarán el ascenso de nuestra Gauche Divine. Contrario a lo que se comenta a bocajarro en Puerto Rico, en la isla sí se planifica y bastante. Sucede que el tipo de planificación que se confecciona incentiva el crecimiento de suburbios, la expansión de autopistas y criminaliza ciertas prácticas de supervivencia. La colección de estudios y planes que se han preparado desde mediados del siglo XX, para llevarle el desarrollo a los municipios y corregir las fallas en modelo de desarrollo, es kilométrica. Desde las Leyes de Indias de los monarcas españoles hasta el nuevo Plan Integral de Desarrollo Sostenible de Puerto Rico propuesto por la administración de Luis Fortuño, la historia de la planificación en Puerto Rico cuenta con un caudal de propuestas que manifiestan los deseos y las ideologías de la administraciones de turno.

Algunos dirán que los planes sobran, pero lo que falta es voluntad, arrojo, implementación, disciplina y otras cosas más que la charlatanería colectiva que impera en el país se ha encargado de opacar. Este argumento tampoco me convence. A pesar de que el free for all es parte de nuestra tradición de administración pública, más cierto resulta el hecho de muchas propuestas se llegan a implementar, a veces sin pensar en las consecuencias ni tomar en consideración lo que se ha logrado previamente. No me tomen la palabra, saquen las cabezas por las ventanas de sus apartamentos o salgan de sus urbanizaciones para comprobarlo. Mejor aún, vayan a Río Piedras y caminen por Santa Rita, la Avenida Universidad y la zona alrededor de la Plaza de Convalecencia. Por esos lares se ven las cicatrices de unas suturas urbanas mal administradas.

Hace un tiempo atrás, mis estudiantes de urbanismo realizaron una breve investigación y encontraron lo siguiente: al menos 5 códigos y reglamentos distintos rigen el desarrollo en el área del casco de Río Piedras. En un afán por reglamentar, por echarle mano al asunto, por decir que algo se estaba haciendo, por sacar ventaja con algunos desarrolladores, por joder al oponente político, por sacar ventaja electoral para aspirar a la gobernación y por pura incompetencia, los alcaldes, alcaldesas y sus secuaces se han encargado de sobreplanificar el área. ¿Y quién se beneficia del desfase, las contradicciones y la incertidumbre?: los buscones. Aquellos que saben navegar el sistema con sus buenos abogados y hábiles gestores. Los que se las ingenian para armar un proyecto de walk ups en una calle de casas terreras porque el código que trajo la construcción del Tren Urbano se lo permite. En su afán por imponer un orden, por saciar la sed de los creyentes, la planificación ha terminado fomentado la bayoya.

Ciertamente, no todos los ejercicios que se hacen llamar “de planificación” tienen esa marca de Caín (o el logo de la firma Estudios Técnicos) que llevan los esfuerzos oficialistas. Se han redactado buenos planes a nivel comunitario—y algunos bastante chapuceados—pero son los menos, por mucho, y también corren el mismo riesgo que los otros si se enfocan más en reglamentar que en repensar. Como muy bien pueden dar fe los vecinos del Caño Martín Peña, la redacción de un plan no corrige injusticias; a veces sólo las pone de relieve. La clave no está en lo que absorba el papel sino en lo que aguante la comunidad. Cambiar el orden espacial establecido requiere confrontación y embarre, intelectualidad y sensibilidad. No se trata de armar un piquete y luego retirarse a ver qué pasa. Hay que pulsear un rato, sentarse en la mesa con ideas sensatas, negociar asuntos, olerle el tufo al alcalde, reclamar el derecho a la ciudad, y hasta tener el valor de decir: “No, aquí no hace falta más planificación”.

El autor es estudiate doctoral de planificación y desarrollo en MIT y publica regularmente en su blog.

July 1, 2009

El apoderamiento individual y las comunidades del Caño Martín Peña

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

“No hay mayor apoderamiento que el individual”.

Con estas palabras, el Gobernador de Puerto Rico, Luis Fortuño, explicó a la los miembros de la prensa—y a los ciudadanos—su filosofía de administración pública y la decisión de dar al traste con uno de los ejercicios de planificación y desarrollo socioeconómico comunitario más innovadores y acertados que se han gestado en Puerto Rico: el Fideicomiso de Tierras del Caño Martín Peña.

La decisión no me sorprende, pues desde siempre han existido historias de promesas incumplidas y contradicciones—especialmente de parte de los gobernantes—entre lo que se predica y luego se lleva a cabo. En este caso, como en la mayoría de las veces, se trata de un candidato que fue a pescar votos a una comunidad, que se comprometió con apoyar la gesta comunitaria y, a la hora de obrar según su ofrecimiento, echó marcha atrás. Lo que resulta preocupante en este caso es lo que revela la decisión de apabullar al Fideicomiso: un desfase entre lo que predica a través de su conservadurismo político económico y social, y las decisiones que toma en la práctica. Usualmente este estilo se despacha como más de lo mismo, otro político más que dice una cosa y hace otra, pero vale la pena entender a qué nivel el discurso de la actual administración se vuelve sal y agua, cómo elabora unas propuestas antipáticas basadas en premisas incorrectas, y bajo qué coyunturas se le hace imposible mantener la coherencia y la unidad entre pensamiento y obra.

En el furor de la campaña política, Luis Fortuño se presentó como el candidato de cambio: un pequeñoburgués criado entre las paredes de urbanización de alcurnia y las oficinas climatizadas de la Milla de Oro; un abogado de práctica privada, conservador hasta el tuétano y altamente religioso, la epítome del Young Republican que por cuestiones del sino nació en unas coordenadas geográficas que no le merecen. Se vendió, no como un reformista sino como un transformador (no digo revolucionario pues el término representa casi el inverso de su imagen). Evocando las palabras visión, cambio y futuro, nos prometió que venía a dar al traste con ocho años de clientelismo gubernamental y paternalismo estatal, a romper con el “apoderamiento del gobierno”, “mercados altamente regulados” y una “sociedad controlada y mantenida por y para el gobierno”. Como si se tratara de una parodia de lo que pudiese ser el manual del buen republicano norteamericano, su plataforma de gobierno incluye frases como: “libre comercio”, “sector privado enérgico y protagónico”, “mercados libres” y “libertad individual”, entre otras tantas que demuestran la intención de posicionarse en el ala derecha del foro ideológico.

Tomando lo mencionado anteriormente como base, las declaraciones recientes del Secretario de Desarrollo Económico—en torno al rol de terrateniente que debe de asumir el sector privado—no nos deben sorprender pues están bastante alineadas con las propuestas de cambio que el candidato Fortuño esbozó con la ayuda de unos cuantos de sus colegas licenciados que recibieron el mejor de los entrenamientos académicos en el Colegio San Ignacio de Loyola. Sin embargo, el exabrupto del Secretario revela un grado de desconocimiento sobre el panorama económico del país. Me refiero al hecho de que una gran parte del sector privado en el país no está privatizado, pues depende de los subsidios, ayudas y dádivas del sector público. También parece que ha hecho caso omiso a la información que se proveyó en el informe CNE/Brookings, donde quedó claro que el número de trabajadores y trabajadoras en el sector “de libre empresa” (que no depende sustancialmente del gobierno para funcionar) no alcanza el 25% del total de personas empleadas. Por eso me pregunto cómo Pérez Riera y el Gobernador esperan que el sector privado asuma las riendas del país cuando queda claro que un gran número de estos, al igual que muchos compatriotas—irónicamente en el polo opuesto de la estructura de clases sociales—requieren de la ayuda del estado para poder mantenerse a flote.

Así las cosas, la afronta contra los residentes del Caño Martín Peña parece estar enmarcada en una gestión de gobierno que intenta hacer todo lo posible por demostrar que es a través del esfuerzo individual y bajo el andamiaje de los mercados libres y poco reglamentados que se cuajan las mejores oportunidades de progreso y desarrollo. Esta postura, a la luz de lo que hoy se discute en el debate público en los Estados Unidos y en varias regiones de Europa, a partir del recrudecimiento de la crisis financiera global, resulta estar totalmente a destiempo y fuera de foco. Quizás la prueba más contundente llegó de los labios de Alan Greenspan, antiguo Chairman del Banco de la Reserva Federal, quien declaró que se equivocó al pensar que los bancos, poniendo sus intereses por encima de cualquier cosa, protegerían a sus inversionistas e instituciones. En otras palabras, se atrevió a decir que la visión de mundo que había apoyado por décadas y que había promovido desde su cabina de mando, fundamentada en una modelo guiado por el laissez faire, laissez passer, estaba errada: mea culpa. Dudo mucho que Fortuño y sus lugartenientes no conozcan estos hechos, algo bochornosos para los fundamentalistas del libre mercado, o que vivan enajenados de las discusiones a nivel global. Siempre pensé que las posturas recalcitrantes asumidas por su grupo en la campaña política se matizarían una vez llegaran al poder, cuando sustituyeran los despachos de UBS por las oficinas con muebles remendados de los años ochenta, tuviesen que lidiar con las costumbres del sector público, los reclamos a toda boca y las miradas de reojo de los empleados que dudan de su longevidad como servidores del Estado Libre Asociado. Me equivoqué. Por esto me parece que la actitud que han asumido resulta aún más sospechosa. Si la soberbia se los ha engullido, entonces alguien en el seno de su partido debe recordarles que están siguiendo un libreto viejo y trillado, y que las consecuencias de poner en escena ese espectáculo son nefastas—si no me creen, pregúntenles a los republicanos en el Norte.

Imagen de José Antonio Rosario, tomada de Prensa Comunitaria

Imagen de José Antonio Rosario, tomada de Prensa Comunitaria

Más allá del anacronismo, el desconocimiento y la improvisación que han caracterizado a la recién llegada administración, la firma de la Ley 32 resulta ser una negación de uno de los principios rectores que Fortuño y Pedro Pierluisi esbozaron en su campaña. En junio de 2008, el candidato a la gobernación exclamó:

“Proponemos transferir las actividades de naturaleza social para el ámbito de actuación de la sociedad civil como estrategia para la elevación del patrón de calidad y de la productividad de estos servicios. Ofreceremos oportunidades de apoderamiento de las comunidades en tiempos difíciles, cuando se necesitan estrategias en equipo, bien pensadas, ágiles, continuas, flexibles e ininterrumpidas.”

Siguiendo el estilo del Partido Republicano, Fortuño propuso darle mayores poderes al tercer sector, no para fortalecer las luchas populares o para solidarizarse con los de abajo, sino como una estrategia para restarles fuerza a las instituciones del estado mediante la sustitución del uno por el otro. Para esta ala del Partido Nuevo Progresista, el estado es una masa amorfa, grande y bruta que hay que adelgazar mediante una liposucción masiva (léase Ley 7) hasta que quede como un cuerpo raquítico que coma poco y no tenga fuerzas para apretar las tuercas del país. Bajo esta línea de pensamiento, el tercer sector, siendo parte del sector privado, puede servir como lazarillo del sector público, haciendo mandados importantes mientras le ruega a su amo que le suelte unos cuantos peniques. Sin embargo, esta idea simplificada de lo que es el estado y el tercer sector no es acertada.

En el caso de las comunidades del Caño Martín Peña, las organizaciones que han trabajado por avanzar el apoderamiento de los residentes son bastante sólidas y no pretenden ser esbirros del gobierno de turno. Son entidades bastante astutas que saben navegar los mares de la política y el sector filantrópico. Conozco bien el esfuerzo pues, antes de trasladarme a los Estados Unidos con mi familia a completar un doctorado en planificación y desarrollo, laboré voluntariamente como miembro de la Junta Asesora del Fideicomiso. Por otro lado, el Municipio de San Juan tampoco está pensando en ponerse a dieta para despojarse de unas libritas de más. Todo lo contrario, su alcalde, Jorge Santini, desea poner en marcha una serie de proyectos grandes que consoliden su poderío en la ciudad capital pues en un futuro no muy lejano aspira a la gobernación de país.

En este caso, las comunidades organizadas del Caño Martín Peña representan una amenaza para el alcalde Santini, más aún cuando han diseñado el primer mecanismo de tenencia colectiva de la tierra en Puerto Rico que rompe con el patrón harto conocido de desplazamiento de los pobres como estrategia de revitalización urbana. Los que trabajamos temas relacionados al espacio urbano y el desarrollo aprendemos temprano que, para el estado, el control de la tierra es sinónimo de poder político, legitimación y dominio. Disponer del terruño para captar votos o eliminar de golpe y porrazo a un asentamiento informal en nombre del orden son muestras de la pujanza estatal. El programa de las parcelas dirigido por el caudillo, Luis Muñoz Marín, o el atropello de Romero Barceló contra Villa Sin Miedo, sirven como ejemplos claros. Lo que se ha perpetrado contra los residentes del Caño está en la misma onda: bajo el manto de la repartición de títulos, y en nombre del progreso y la justicia social, se está allanando el terreno para la especulación inmobiliaria y la eventual desarticulación de ocho comunidades humildes.

Como mencioné anteriormente, el Fideicomiso de Tierras del Caño Martín Peña, orquestado por el Proyecto Enlace y el Grupo de 8 comunidades aledañas al cuerpo de agua, es un proyecto ejemplar que le sigue la pista no a las misiones de Hugo Chávez ni a la Reforma Urbana de Cuba, sino a iniciativas similares en los Estados Unidos que han logrado mantener un caudal de vivienda asequible para los pobres y las familias de escasos recursos. No sé si Fortuño estaba al tanto de esta información cuando esbozó lo siguiente en su plataforma de gobierno:

“Identificaremos y eliminaremos barreras en las agencias de gobierno que impidan la transferencia de recursos e inventario mueble e inmueble del gobierno a organizaciones sin fines de lucro. Esta iniciativa incluirá la disposición de equipo tecnológico, así como propiedades que no se estén utilizando o sean calificadas como inventario en exceso.”

Según el libreto de la campaña, Fortuño debe ser el primer defensor de lo que proponen los vecinos del Caño pues presentan ideas “bien pensadas, ágiles, continuas, flexibles e ininterrumpidas” para lidiar con el problema de la vivienda de interés social y con las necesidades de desarrollo socioeconómico in situ. Lamentablemente, ese no es el caso y tal parece que a la administración de Fortuño se le ha visto la costura: prometen ser más papistas que el Papa, pero a la hora de la verdad se quedan cortos y se contradicen. El proyecto que tiene en mente el alcalde Santini promete darles títulos individuales a algunos residentes y construir viviendas, algunas de estas con tecnologías verdes. Algunos dirán que la gesta del líder municipal debe aplaudirse, pero vale la pena recalcar que por décadas les han dado la espalda a estos barrios y, ahora que los residentes tienen el sartén agarrado por el mango—pues controlan un gran número de parcelas y han elaborado un plan integral para el desarrollo de la zona con la participación de los que allí residen—al Municipio le duele tener que ceder esos derechos y asumir un rol de facilitador. Resulta curioso que lo que propone llevar a cabo Santini es lo mismo que Fortuño criticó fuertemente durante su campaña: el “apoderamiento del gobierno”.

Con la frase que sirve de título a este texto, el Gobernador intenta resolver esta gran contradicción, busca identificarse con las posturas más conservadoras y desacertadas del catálogo republicano a la vez que se desconecta de lo que ahora considera anatema: el apoderamiento en conjunto, en comunidad. Si son los juntes lo que le asustan, ¿cómo catalogamos a las alianzas público-privadas? Si las gestiones en comunidad lo ponen incómodo, ¿qué hacemos con todos esos grupos eclesiásticos que tanto han donado a su campaña y le sirven de modelo a seguir a la hora de predicar sobre las preferencias sexuales y la familia? Quizás la pregunta debe ser otra: si una administración comete sendos errores y abundan grandes contradicciones, ¿quiénes terminarán siendo apoderados?

Deepak Lamba-Nieves

El autor es investigador y estudiante doctoral en planificación urbana y desarrollo del Massachusetts Institute of Technology (MIT).

May 24, 2009

El blu del ping-pong: Rita Indiana renace en el tecnovudú después de su último EXIT de la Isla del Encanto

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

Escribe Manuel Clavell Carrasquillo

Luego de su más reciente exit de la isla del encanto, Rita Indiana sigue haciendo de las suyas en la República Dominicana. Ha declarado en la prensa local que se propone asistir a la implosión de la cultura mamañema de su país, que estará metiendo mano en el mangú con salami Induveca y escarchita que la juventú dizque está formando.

Aquí su nuevo vídeo, luego de que la blanquita estirá levantara las banderas del tecnovudú profetizado por Bjork en su último álbum. Grabado en pleno festival populachero, vean el despelote de la negritud televisiva, esta retroproducción de Rita Indiana y Los Misterios. “Yo le doy, tú le das”, pa ke gocen aquí se los dejo.

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=YC2PRHWloyo[/youtube]

April 12, 2009

Tres encuentros poco edificantes: Un escrito inédito de Cezanne Cardona Morales

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

Escribe Cezanne Cardona Morales

Especial para Estruendomudo

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1. Joyce y Proust

 

El 18 de mayo de 1922, mientras París -todavía capital del siglo XIX- se recuperaba de la Gran Guerra e insistía en  armarse de restaurantes, cafés, generaciones perdidas y fiestas movibles, Marcel Proust y James Joyce, quizá los dos novelistas más influyentes de la primera mitad del siglo XX, compartieron sus afinidades enfermizas, mas no literarias. Según el poeta William Carlos Williams, testigo del áulico pero procaz encuentro, Joyce, en medio del bullicio, le dijo a Proust: “Tengo dolores de cabeza todos los días. Mis ojos son terribles.”, a lo que Proust respondió, “Mi pobre estómago. ¿Qué voy a hacer? Me está matando. De hecho, tengo que irme enseguida.” Joyce contesta: “Yo me encuentro en la misma situación, me iré tan pronto encuentre a alguien que me lleve del brazo.” “Charmé”, le dijo Proust”.

Estos dos ácratas de las reuniones burguesas se conocieron en una fiesta en honor al compositor Stravinski, luego de la primera representación de sus ballets, en París.[1] Según el biógrafo de James Joyce, Richard Ellmann, existen varias versiones de tan ominoso encuentro que los lleva desde hablar sobre duquesas y truchas, hasta montarse juntos en un taxi y discutir por el viento y el cristal de una ventana.

Para aquel tiempo James Joyce se encontraba en París celebrando la controversial publicación del Ulysses luego de que éste, resignado a no ver jamás su obra publicada debido a la censura, aceptara que Silvia Beach, dueña de la librería parisina Shakespeare & Company, en la rue del’Odeon,  publicara su novela. Bien era sabido que para Gertrude Stein si alguien mencionaba dos veces a Joyce, cuenta Hemingway, no se le invitaba nunca más a su casa. No obstante, aquel 18 de mayo, y a pesar de sus continuos dolores de cabeza, decidió ir a la fiesta que su amigo y escrior Schiff (Stephen Hudson) lo había invitado. Joyce, llegó tarde y tuvo que excusarse por no llevar traje formal, pero no fue el único en llegar tarde y mal vestido; también lo hizo Marcel Proust, que llevaba un horrendo abrigo de piel. Según Margaret Anderson, en su libro My thirty Year’s War, Proust le comentó a Joyce lo siguiente: “Lamento no conocer la obra de Mr. Joyce.” James Joyce, con petulancia y melancolía, repuso: “Nunca he leído a Mr. Proust.” y, abruptamente, se terminó la conversación, despidiéndose, así, sin más.

Después de aquella enigmática despedida la salud de Proust empeoró y no logró salir más de su habitación forrada de corcho. El 18 de noviembre de 1922, seis meses después de aquel encuentro, Proust murió a causa de una larga neumonía. Joyce, sorprendentemente, acudió al funeral. Aunque, en aquel encuentro del gélido 10 de mayo, aparentemente James Joyce no había leído la obra de Proust, tiempo después, el autor del Ulysses, escribió en su cuaderno de notas: “Proust, bodegón analítico. El lector termina la frase antes que él.”

 

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2. Bertold Brecht y Walter Benjamin

 

 

El 17 de octubre de 1940, una novela policial a cuatro manos quedaba inconclusa. Quizás fue mucho antes o unos días después. Pero lo cierto fue que durante años de amistad, de bibliotecas movibles, juegos de ajedrez y una colección de ciudades asediadas por huestes fascistas, el pensador Walter Benjamin y el dramaturgo Bertold Brecht se reunieron para no escribir una novela juntos. Prefirieron, en su lugar, convocar algunos exilios, discordancias literarias, reírse de nombres o términos como aura, narrador, violencia, testigo, comunismo, capitalismo, “teatro épico”, Hitler, Stalin, burguesía, ciudad, “gesto metafórico”, Baudelaire, Kafka, París, Berlín. De los nueve años que duró el proyecto, seis de ellos la pasaron probando la suerte con una mejor derrota: imaginar, frente a un tablero de ajedrez o una mano de cartas al poker, las escenas de esa novela que jamás podrían escribir.

El proyecto pudo haber comenzado en el otoño de 1933, el mismo año en que Brecht le pide a Benjamin que le cuide su biblioteca en Skovsbostrand, luego de exiliarse juntos ante la subida al poder de Hitler a la Cancillería. Pero ya la “idea para escribir un drama policial” había fracasado desde antes. Habían intercambiado ideas en junio de 1931 frente a un grupo de intelectuales en Le Lavandou. Pero dos años después Benjamin se reúne con Brecht para compartir algunas ideas vagas. Entre éstas estaba definir el propósito del drama: pasar de la teoría de la representación policial de la violencia a la práctica literaria. El lugar de la novela se lo daría la ciudad que nunca fue escogida. La trama ya la tenían: un juez jubilado, que se hace detective, detecta a un pequeño accionista extorsionador. El accionista engaña además a su mujer, que lo descubre. Ella le pide el divorcio. Un día el extorsionador, que regresa a su antiguo trabajo de corredor, va a su oficina y es asesinado por una secretaria. Ella, cuando ve la oportunidad lo empuja por el agujero de un ascensor averiado. Aunque las anotaciones de Brecht y Benjamin son un poco confusas, existen dos cosas en las coinciden. En primer lugar, algunos elementos de la trama como “muestrario, paraguas, florería, papelito con la anotación “me marcho”, cámara, despertador, la fábrica de galletitas, la imprenta, el asesinato sin móvil para ocultar un asesinato con móvil.” En segundo lugar, el desarrollo del detective: “hombre  escéptico que no tiene interés en ninguna construcción jurídica o de concepción del mundo y dedica toda su energía a observar la realidad” Erdmut Wizisla, quien revisó los legajos y anotaciones de Brecht y de Benjamin, encontró que a ambos les interesaba desarrollar una visión particular de la modernidad, un detective que, más que otear la pura maldad  de los sujetos culpables, investigara la causa o el ambiente que motiva la violencia. De esta forma, anota Brecht, las experiencias en el ámbito  jurídico llevan tanto al detective como al lector a “reconocer que en muchos casos las consecuencias de una sentencia  son más nocivas que el acto para cuya expiación se ha dictado la sentencia.”  Tiempo después, huyendo de la Gestapo y habiendo cruzado los Pirineos para llegar a EE. UU., Benjamin se suicida con morfina en un hotel de la frontera entre Cataluña y Francia, Port-Bou, y encunetran un maletín con apuntes sueltos en los que Brecht nunca encontró la novela que ambos querían publicar juntos.

 

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3. Thomas Mann y Theodor W. Adorno

 

 

La historia guarda dos versiones del filósofo y musicólogo Theodor W. Adorno en el caluroso invierno de 1947. La primera lo sitúa como un audaz visitador de sombras y con la sabiduría del abismo frente al reflejo oblongo de un piano de cola, tocando piezas de Verdi, Wagner y Mozart en la casa de Charlie Chaplin, mientras éste lo acompañaba con aquellas genuflexiones que lo habían hecho célebre. Adorno y su esposa habían sido invitados por Chaplin a su casa solariega cerca de Malibú, California, luego de que el filósofo alemán mostrara interés en la película Monsier Verdoux, la cual el también sociólogo utilizó como referencia para ilustrar el abismo entre la individualidad y el carácter social que circundaba la obra de Franz Kafka. Fue en aquella casa que Adorno concibió la siguiente sentencia: “Tan cerca del horror está la risa que el horror provoca, que sólo en esa cercanía adquiere su legitimidad y su poder de salvación.”[2] La otra versión, quizá la más áulica y procaz, sitúa a Theodor W. Adorno en el capítulo XXV de la novela de Thomas Mann, publicada en 1947 con el título de Doctor Faustus, ejerciendo la segunda metamorfosis del diablo frente al protagonista Adrian Leverkühn, sentado en el ángulo de un sofá, con cuello blanco, corbata de nudo; “lentes con aros de concha cabalgaban sobre su nariz aguileña; detrás de los cristales, rebrillaban unos ojos húmedos y sombríos, algo enrojecidos; su rostro ofrecía una mezcla de rasgos puntiagudos y blandos […] en suma, un intelectual de esos que en los periódicos escriben sobre arte y música; una  figura de teorizante y crítico, también compositor en la medida en que se lo permite el trabajo de su pensamiento.”

En junio de 1943, cuatro años antes de que aquella descripción quedara plasmada, Theodor W. Adorno y Thomas Mann, ambos exiliados en Los Ángeles, California, se conocieron en una fiesta que tuvo lugar en Santa Mónica, la casa de Max y Maidon Horkheimer.[3] Allí, cada uno habló sobre sus proyectos; Adorno de La filosofía de la nueva música y Mann sobre la novela que escribía, en la cual pensaba narrar la vida del compositor Adrian Leverkühn y, a su vez, realizar una arqueología del fascismo. Ese mismo año Adorno aceptó, como un Fausto ajado, ser el mentor secreto de Thomas Mann y, sin saberlo, también de Leverkühn, protagonista de la novela y quien, descontento con las manifestaciones musicales que van desde las postrimerías del siglo XIX hasta  el advenimiento del Tercer Reich, realiza un pacto con el diablo con el propósito de superar cualquier limitación artística. En una carta, fechada el 30 de diciembre de 1945, Thomas Mann le pregunta a Adorno lo siguiente:“¿Querría reflexionar usted acerca de cómo se podría poner manos a la obra en el caso de esta obra –me refiero a la obra de Leverkühn-?; ¿qué haría usted si tuviera un pacto con el diablo?; ¿pondría en mis manos tal o cual rasgo musical para favorecer la ilusión? Revolotea en mi mente algo satánico religioso, demoníaco piadoso, a la vez fuertemente ligado y que suene criminal, que se burle una y otra vez del arte, también que retome a lo primitivo elemental…”

Después de varios años y de largas conversaciones sobre filosofía y música, en 1947 Mann le envía un ejemplar de la novela, Doctor Faustus, a Adorno con la siguiente dedicatoria: “al verdadero consejero secreto.” A raíz de una polémica creada por el crítico literario alemán Hans Mayer, Adorno -ahora como visitante absorto en la Alemania de la posguerra y realizando los apuntes para lo que será su Dialéctica Negativa- le escribe una carta a Mann, fechada el 6 de julio de 1950, comentando, con la risa que el horror provoca,  su nuevo retrato en el capítulo XXV de Doctor Faustus como la figura del demonio: “El hecho de que el bueno de Hans Mayer me haya elevado en un libro sobre usted a la categoría de modelo físico de su diablo, con el cual tengo en común apenas algo más que los anteojos de carey, seguramente no lo sorprendió a usted algo más que a mí, que no soy precisamente consciente de tener rasgos diabólicos.”

La respuesta de Mann no se hizo esperar y con un tono irónicamente rapaz negó que aquel retrato fuera el de Adorno: “¿Acaso usa usted anteojos de carey?”[4]¿Llegaría a aceptar Mann que usó los espejuelos de carey para camuflar aquella perversa descripción de quien fuera su mentor fáustico, o simplemente fue una casualidad literaria? Nunca lo sabremos, pero queda el encuentro poco edificante.

        

 

Bibliografía

 

 

Adorno, Theodor W., Mann,Thomas, Correspondencia 1943-1955: , Trad de Nicolás

Gelormini, Fondo de Cultura Económica: Buenos Aires, 2006.

 

Diesbach, de Ghilain. Marcel Proust. Trad. Javier Albiñana. Editorial Anagrama:

Barcelona, 1996.

 

Ellmann, Richard. James Joyce. Trad. Enrique Castro y Beatriz Blanco. Editorial

Anagrama: Barcelona, 2002.

 

Mann,Thomas. Doctor Faustus, Trad. J. Farrán y Mayoral, Plaza Janés: Barcelona, 1965.

 

Müler-Doohm, Stefan. En tierra de nadie, Theodor W. Adorno: una biografía intelectual,

Trad. Roberto H. Bernet y Raúl Gabás, Herder Editorial, Barcelona: 2003.

 

Wizisla, Erdmut. Benjamin y Brecht: Historia de una amistad. Editorial Paidós:    

Barcelona, 2007.

 

 

 

 

 


[1] El novelista inglés Sindney Schiff (Stephen Hudson) había invitado a su amigo James Joyce y a Marcel Proust a la fiesta, aunque sabía que éste último no asistiría, dado su afinidad a las ausencias. Schiff los conocía a ambos, pero sentía una gran devoción por Proust a quien le había dedicado su novela Richard Kurt, en 1919. (Ellman 565-6)

[2] En en su libro Mínima Moralia Adorno dice: “Uno de los invitados se despidió más temprano, estando Chaplin a mi lado. A diferencia de éste, le tendí la mano distraídamente y la retiré de inmediato casi con brusquedad. El que se despedía era uno de los protagonistas de la película The Best Years of Our Life, que había perdido la mano en la guerra y, en lugar de la mano, tenía un aparato de hierro con el que sabía manejarse. Cuando estreché su diestra y él respondió con la suya a mi saludo, me asusté enormemente, pero me di cuenta de inmediato que no debía mostrarlo en modo alguno al mutilado, de manera que, en una fracción de segundos, cambié mi rostro de espanto por una mueca de compromiso, que debía de ser mucho más espantosa todavía. Apenas se marchó el actor, Chaplin imitó la escena. Tan cerca del horror está la risa que el horror provoca, que sólo en esa cercanía adquiere su legitimidad y su poder de salvación. Citado de Stefan Müler-Doohm, En tierra de nadie, Theodor W. Adorno: una biografía intelectua, pag 468.

[3] Desde niño Adorno soñaba con conocer a Mann, ventiocho años mayor, y hasta llegó a perseguirlo en la isla del Sylt para hablar con él, pero no obtuvo los resultados esperados. Circunstancias de exilios llevaron, veintidós años después, a que éstos se encontraran: “Tuve la sensación –escribía Adorno, al cumplir Mann sus setenta años- de encontrarme por primera y única vez en persona con aquella tradición alemana de la que yo lo había recibido todo: incluso la fuerza para resistirme a la tradición.”

[4] “Hay muchas cosas ingeniosas [en los planteamiento de Mayer], pero también muchas desacertadas o erróneas, y que el diablo en tano erudito musical estaría diseñado según su aspecto es absurdo. ¿Acaso usa usted anteojos de carey? Sea como fuere, ahí no hay ningún rasgo suyo. Es así, siempre se quieren “descubrir” tantas cosas como sea posible.” Carta fechada el 11 de julio de 1950, Correspondencia 1943-1955, pag 79.

April 12, 2009

Exeunt

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=fjj32CavzU0[/youtube]

Escribe Juan Carlos Quiñones

Especial para Estruendomudo

Entra un pájaro.

Estoy escribiendo. Digamos, escribamos que entra un pájaro. Especie desconocida. Una fuga. O un atrape. Entra un pájaro, irrumpe, digamos, y digamos esa verdad de que entra un pájaro y digamos que es verdad que un pájaro es una música. La ventana. Por la que entra. El pájaro. Especie desconocida. Aleteo, una música. Una fuga. Volando. Flap flap, suena. ?Quién describe el sonido? ?De un pájaro chocando? Una música de alas, un aleteo, un aleteo.

El pájaro no puede salir. Puede entrar, él entra, pero no puede salir. Ventana. Digamos ventana. Escribamos ventana. Choca. Pam pam. Pum pum. Pájaro chocando con las paredes, con las ventanas, agotado, aire buscando salir. Una mancha en el paisaje de una pared, Hitchcock, The Birds, se deshace mancha para hacerse pájaro, Zizek, choca con la cabeza de alguien en la película. Un avión se deshace mancha para hacerse avión, para reventarse contundente contra la ventana de una torre, atraviesa, casi atraviesa, y realmente nos atraviesa una barrera. Un pájaro loco. Pasa de un lado al otro del mundo. ?Otro mundo? Este mismo otro.

Yo estoy escribiendo. Yo.

Yo estoy chocando con algunas cosas, menos sólidas que las cosas con las que choca un pájaro. Menos duras que con las que choca un avión, en vuelo loco. Pero se choca. El pájaro atraviesa, en su choque y en su accidente, una barrera. Alado, él atraviesa. Llega desde el mundo de las alas y de los picos y de las plumas y del viento, al universo de estas palabras. Los pájaros son artefactos de carne y pluma diseñados para atravesar. Yo escribo, estas palabras, y quiero esa sensación de viento.

Quiero atravesar. Loco. Yo no soy un pájaro. No me parezco a ese animal. Yo quiero fugarme, quiero entender lo que es una fuga, quisiera entender el vuelo. Yo escribo. Es pobre, ?es pobre? esta imitación del vuelo, del traspaso. Los pájaros se parecen más a la música que a los humanos. Pero sólo los humanos, alados, perciben la música. Sus alas, aquellas las de los pájaros, no sus picos, sus alas. Algo se destruye, y algo se oye. Música. Yo estoy escribiendo digo, escribo, y volar no es una opción, como no es una opción para el pájaro volar ahora. Ahora. Ya, ahora, el pájaro se agota, se le agota algo a su maquinaria. Se aniquila, se sangra, queda ala, queda la fuga del ala y de la pluma. Queda. Yo estoy escribiendo, y hay una música que no se escucha. Un edificio (!tanta gente volando!), dos edificios (!tanta gente bajando hechos plumeros, polvo!), ambos besan cada uno un pájaro,  y se derrumban.

Yo estoy escribiendo.

Sale un pájaro.

February 16, 2009

III Premio de Literatura Infantil El Barco de Vapor Puerto Rico – 2009

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

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La Fundación SM y el Instituto de Cultura Puertorriqueña se
complacen en anunciar que, a partir del 1.o de febrero de 2009,
queda abierta la tercera convocatoria del Premio El Barco de
Vapor, que procura promover la creación de una obra literaria
destinada a las niñas y los niños, que fomente el gusto por la
lectura y que transmita, con calidad literaria, valores humanos,
sociales y culturales que ayuden a construir un mundo más digno.
El Premio se concederá de acuerdo con las siguientes BASES:

1. Podrán optar al Premio todos los escritores y las escritoras
nacidos en Puerto Rico, extranjeros residentes en Puerto
Rico por más de quince años o puertorriqueños residentes en
el extranjero, siempre que las obras se ajusten al género de
la narrativa, estén escritas en español, sean originales, estén
inéditas y no hayan sido premiadas en ningún otro concurso,
ni correspondan a autores fallecidos con anterioridad a este
anuncio. No podrá presentarse al Premio el personal de
la Fundación SM, Ediciones SM o el Instituto de Cultura
Puertorriqueña.

2. La obras estarán dirigidas a lectores de 6 a 14 años; tendrán
una extensión máxima de 150 páginas y no menor de 5. Cada
hoja tamaño carta contendrá, aproximadamente, 1 200 caracteres
(incluidos los espacios), y estará escrita a máquina o en
computadora en tipografía 12, a doble espacio y por una sola
cara. Deberán enviarse tres originales impresos, encuadernados,
engrapados o cosidos, y una copia en formato electrónico.
(No utilice el encuadernado de carpeta dura).

3. Cada original irá fi rmado con seudónimo. En sobre aparte y
sellado (rotulado con el título de la obra y el seudónimo), se hará
constar el nombre y los apellidos, la dirección, el teléfono de
contacto y el correo electrónico del autor. Además, se incluirá
en el sobre una declaración fi rmada por el autor que certifi que
que la obra enviada es original, inédita y no premiada anteriormente,
y que no está pendiente de fallo en otros certámenes ni
tiene comprometidos sus derechos con editorial alguna.
Será descalifi cada toda participación que no respete el anonimato
requerido hasta que el fallo sea emitido.

4. Cada concursante podrá presentar cuantas obras desee. Para
todas ellas utilizará el mismo seudónimo. No deben presentarse
autores que hayan ganado el premio en la edición inmediatamente
anterior.

5. Los originales se remitirán mediante correo certifi cado o con
acuse de recibo a la siguiente dirección:
Ediciones SM
Apartado 50091
Toa Baja PR 00950-0091

En el sobre del envío se indicará claramente:
Para el Premio El Barco de Vapor
Una vez hecho público el fallo, los originales no premiados y
sus copias serán destruidos sin dar lugar a reclamación alguna.
Las entidades organizadoras no se hacen responsables de la
posible pérdida o el deterioro de los originales, ni de los retrasos
o cualquier otra circunstancia imputable a correos o a terceros
que pueda afectar el envío de las obras participantes. La Editorial
no mantendrá correspondencia sobre ningún original no
seleccionado.

6. El plazo de admisión comienza el 1.o de febrero de 2009
y termina el 31 de julio de 2009, aceptándose como fecha
la consignada en el matasellos de correo. Por el hecho de
presentarse al Premio, los autores aceptan estas bases y se
comprometen a no retirar su obra una vez presentada al concurso.
Esto implica la ausencia de compromisos editoriales
previos o simultáneos para la obra participante.

7. El jurado será nombrado por la Fundación SM y el Instituto
de Cultura Puertorriqueña; estará formado por especialistas
en Literatura, por otras personalidades del ámbito cultural
o educativo y por representantes de las entidades organizadoras.
La composición del jurado no se hará pública hasta el
día mismo del fallo del Premio.

8. El fallo del jurado será inapelable y se hará público por los
medios electrónicos y de prensa entre noviembre y diciembre
de 2009, previo a la ceremonia de entrega del Premio. El
autor premiado, así como los fi nalistas, si los hubiera, serán
contactados directamente y estarán comprometidos a asistir
al acto de premiación.

9. El jurado estará facultado para resolver toda cuestión de su
competencia que no hubiera quedado establecida de modo
explícito en estas bases.

10. Se establece un único Premio, indivisible, de doce mil dólares
($12 000). Incluye la edición —por parte de Ediciones SM—
de la obra premiada y su comercialización en Puerto Rico y
en el resto de los países en los que está implantada esta casa
editorial. El importe del Premio retribuye solo parcialmente
la cesión de derechos de autor, a modo de adelanto de la
compensación que se estipule por concepto de regalías en el
contrato de edición. Este contrato se suscribirá de acuerdo
con los términos expuestos en estas bases y en la ley vigente.
El Premio podrá ser declarado desierto.

11. El autor de la obra ganadora cede a las entidades convocantes
el derecho exclusivo de explotación de su obra en
todas sus modalidades, para todo el mundo y para el plazo
máximo de duración establecido por la legislación vigente.
Con el fi n de facilitar la lectura a la audiencia infantil, el
lenguaje de la obra se podrá adaptar al de los países donde se
comercialice el libro, sin que con ello se amenace la integridad
y el carácter de la obra.
De igual forma, el ganador se compromete a participar personalmente
en los actos de presentación y promoción de su
obra que la Editorial o el Instituto de Cultura Puertorriqueña
considere adecuados.

12. Ediciones SM o el Instituto de Cultura Puertorriqueña —en
ese orden— se reservan el derecho de opción preferente para
publicar cualquier obra presentada que no haya obtenido el
Premio y que considere de su interés, previa suscripción del
correspondiente contrato con su autor, en las condiciones
habituales.

San Juan, Puerto Rico, febrero de 2009

Consulte las bases en:
www.ediciones-smpr.com www.icp.gobierno.pr
Para consultas escriba a: consultas@ediciones-smpr.com

February 15, 2009

“La ventana”: Un cuento de Isabel Santos. Segunda Parte

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

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Escribe Isabel Santos

Foto: tomaradze, cc.

Especial para estruendomudo

Nota de la Redacción: Parte 2 de 2, lea la primera abajo.

Al menos, Gonzalo me esperaba en el banco para ir a cenar, pero aquel día sucedió algo extraño. Fuimos a nuestro restaurante tailandés favorito donde un ser andrógino siempre sonreía por encima del mostrador de madera. “¿Quieren ordenar algo?”, nos preguntó cuando llegamos. Tras él, en la cocina, pequeños hombres con grandes espátulas saltaban de un lado a otro como si de una lucha marcial se tratara. Los sartenes explotaban sobre las llamas, en el momento menos esperado, liberando vapores de especias que envolvían la escena en cierto misticismo. Ordenamos pad thai y vegetales al curry y yo me levanté para buscar un baño. Cuando regresé me encontré con Gonzalo en medio de la calle, buscando a alguien. “Hola”, dije. Me miró por un segundo. “¿Viste a esa mujer?”, dijo. “¿Qué mujer?”. “¡La que estaba aquí hace un segundo!”. “No, no la vi… ¿qué pasó?”. “Vino a donde mi, de la nada, y me dijo: ¿Y si tú fueras la imagen?”. Pasaron unos momentos, lo que decía Gonzalo no tenía sentido. ¿Quién querría terminar con él? ¿Por qué? “¡Una loca, no hagas caso!”, grité y lo arrastré por el brazo hasta el pad thai humeante que esperaba sobre el mantel rojo. No se habló más del tema, pero desee con toda el alma que  no le creyera.

Mariana no llegó a la próxima cita y me pareció raro. Pasé el día sentada en nuestro banquito y no llegó. Pasó la patrulla con los dos policías y vi a la chica trotadora con sus audífonos, pero Mariana no estaba allí para comentar sobre las posibilidades de su vida sexual. La esperé el próximo mes y tampoco llegó. Esta vez me senté dentro de la oficina y observé a las personas caminando sin expresión. Traté de contar las partículas de polvo que flotaban perdidas a mi alrededor y brillaban con la luz que entraba por los ventanales. Ella no faltaría así a dos citas corridas. Me imaginé que algo le había pasado. Quise llamarla, pero no tenía su teléfono. No había tratado de encontrarme con ella fuera de aquella oficina, ni una invitación a cenar después de salir de aquel lugar, ni un trago, ni un gesto para que viniera a conocer a Gonzalo. Ella tampoco concretó nunca la invitación a tomar café a su panadería. Me asombré de mi propia inercia. Ni siquiera sabía su apellido. Es más, ella tampoco tenía cómo comunicarse conmigo.

A la tercera cita que faltó, pregunté en la oficina si Mariana, una muchacha de pelo rizo y pecas, había cambiado su cita para otro día del mes. Aunque la información sobre otros clientes es estrictamente confidencial, después de explicarles la situación, aceptaron mirar en los archivos. Me dijeron que no, que efectivamente había faltado a las tres últimas citas.

Después del incidente de la mujer en el tailandés, habíamos cambiado a un restaurante japonés mucho más tranquilo. Sobre los pedazos de pescado frío, le comenté el asunto a Gonzalo y me dijo que no le diera importancia. Era obvio que no entendía cuál era mi preocupación. No podía comprender que en realidad no éramos tantos los humanos como para perdernos por tanto tiempo. Creo que mi preocupación le pareció un poco exagerada. A lo mejor se fue de viaje, me decía, ya regresaría. Además, ¿cómo estaba tan segura de que no había cambiado de ginecólogo? Un sábado me puse las zapatillas y me tiré a buscar la panadería de Mariana en Fort Greene, Brooklyn. Pregunté a las personas del barrio: en la zapatería, en la tienda de velas para santos y en la barbería decorada como discoteca. No parecía que hubiera ninguna panadería por allí. Caminé todo el día. Pasé por el centro comercial de la Avenida Atlantic, por el instituto Pratt, por Flatbush, por el Borough Hall y nada. Ni rastro.

No sé en qué momento se me ocurrió que sería más sencillo buscarla sin los lentes puestos. Volver al mundo de los humanos y solo ver la realidad, todo iba a ser gris todo el tiempo y seguro que sería más fácil encontrar así la melena roja de Mariana. Durante semanas, salía del trabajo y caminaba por la ciudad abandonada, los edificios vacíos, las ventanas huecas. Vi algunas personas haciendo pantomimas, hablando con espectros. Había menos los humanos de lo que me había sospechado. En algunas ocasiones hablé con ellos y me parecieron tan aturdidos como yo. Todos pálidos, como dibujados a lápiz. Era difícil hablar con personas que se creían rodeadas de seres vivos que eran sombras. Cuando me acercaba a ellos parecía que estuvieran viendo un fantasma. Irónico.

Una tarde, ya cansada de ver el mundo gris, pasó frente a mí la chica que siempre corría frente al edificio de ParaLife®. La seguí por unos minutos, primero caminando, luego trotando, más tarde corriendo, pero no paró. No miró atrás. La llamé, pero parecía que la música en sus audífonos estaba muy alta. Le toqué el brazo, pero no me sintió, era como perseguir a un robot. Trataba de recuperar el aliento cuando me dí cuenta de que estaba cerca de nuestro restaurante tailandés, pero en su lugar encontré un local vacío con cristales rotos. Parecía abandonado hacía mucho tiempo. Adentro solo había un espacio vacío que llegaba hasta el otro extremo del edificio. De las paredes colgaban largos pedazos de pintura. Fue entonces cuando pasó la patrulla de policías. Pero para mi sorpresa, eran los mismos de siempre, ella con su colita, él con sus gafas. Me sonrieron. Extraño, pensé, estábamos lejos de ParaLife®, ¿qué hacían aquí? Se me ocurrió ir a la estación de Policía y reportar la desaparición de Mariana, ya había pasado más de un mes. Me dirigí a la estación que quedaba en la calle 30, entre la quinta y la sexta avenida, pero no la encontré. La mudaron, pensé. Caminé veinte bloques y no encontré otra. Comencé a sentirme mareada, me dolían los pies, los hombros, la cabeza.

En las escaleras de un edificio de apartamentos, un chico parecía estar escuchando a su eidolo. Le interrumpí: “Hola, ¿puedo hablar contigo un momento?”. Parece que comprendió que se trataba de algo privado y aceptó. “No tengo mis lentes puestos”, le dije y respondió con un movimiento de cabeza. “¿Te has dado cuenta de que no hay policías?”. Me miró en silencio. “Estás equivocada”, dijo, “he visto a los policías pasar más de una vez hoy”. “Sí, claro, yo también, pero son los mismos una y otra y otra vez”. Otro silencio. Se abrió un abismo entre nosotros. Yo era de pronto una de esas personas traumatizadas, que no aceptan la alegría multicolor que ofrecen los lentes de ParaLife® y quiere, de paso, amargarle la vida a todo el mundo. “¿Me puedes llevar a una estación de Policía?”, pedí resignada. Caminamos unas dos cuadras, yo en mi mundo gris, él feliz. Fue un poco incómodo, no teníamos de qué hablar. De pronto, se detuvo y me dijo: “Ahí, una estación”. Sonrió triunfante y regresó sobre sus pasos. Miré el espacio y comencé a quedarme sin aire. Allí lo único que había era un edificio abandonado, sin ventanas. Se podía ver hasta el fondo vacío cubierto de grafitti. Adentro solo había metales retorcidos y mesas abandonadas oxidándose. La vista se me nubló. Traté de llenar mis pulmones con aire. Me temblaban las rodillas y tuve que sentarme en el piso para no desplomarme. Se apoderó de mí una sensación de soledad inmensa y un terrible pánico. Me levante dando tumbos, llorando, sofocada. No sé cómo encontré el camino a casa.

Cerré la puerta tras de mí como si alguien me hubiera estado persiguiendo. Traté de ponerme los lentes de nuevo. Tuve que esperar en lo que las manos me dejaban de temblar. Una vez con los lentes puestos, todo volvió a verse normal y pude respirar un poco mejor. Llamé a Gonzalo. Contestó con un grito de alivio y una pelea, llevaba días sin responder sus mensajes. Después de reclamarme por no haber dado señales de vida en todos estos días, me preguntó cómo estaba. Notó el temblor en mi voz. Propuso que nos viéramos en la cafetería de la esquina. Le dije que no podía, pero no le di razones. Lo cierto es que no podía salir a la calle. No podía ver las mentiras. Tenía miedo hasta del suelo sobre el que pisaba. Le dije que, mejor, viniera a casa. Pero él era un eidolo, él no sabía nada sobre otro mundo, sobre esa otra realidad a la que él no podía llegar. ¿Cómo decirle lo que me pasaba? Estaba absolutamente sola.

Llegó por fin, con su pelo negro balanceándose sobre sus ojos. Recordé que no lo podía besar. Comencé a sentir náuseas. Él estaba allí, ligero, sin existir. Yo existía y no podía soportar el peso de mi cuerpo. No podía controlar el temblor de mis manos. Se sentó al lado de la ventana. La luz del sol iluminaba los minúsculos bellos que cubrían su mejilla como terciopelo, y parecía tan real que el corazón estaba a punto de salírseme por la boca. “No entiendo lo que te pasa”, me dijo. “Creo que sé lo que le pasó a Mariana”, dije, pero lo cierto es que más bien intuía lo que había sucedido. De pronto alguien, que era yo misma, dijo: “¿Recuerdas la mujer que te habló en el restaurante thai hace un tiempo?”. “¿Qué? ¿De qué mujer hablas?”, contestó Gonzalo. “Aquella que te preguntó si eras tú la imagen”. Se le perdió la mirada entre las sombras de mi sala, detrás del sofá, como si hubiera otra persona allí de pie. “Ni me acuerdo”, respondió y me miró fijamente. Traté de respirar, me senté en el sofá, las piernas juntas. “No fue hace tanto”, murmuré. “No importa. Imagínate que hay un mundo alterno al nuestro”, dije tratando de mantener la calma. Él me miraba, estirado sobre la silla, sus piernas atravesando casi toda la sala. “Imagínate otra dimensión”. “¿Cómo se entra a esa otra dimensión?”, interrumpió. “Es pura casualidad”, le contesté. “Algunos pueden y otros no”. Gonzalo dejó caer su cabeza hacia la izquierda, solo un poco, lo necesario para mostrar cansancio. “No me hagas caso”, respondí cansada. “He estado un poco deprimida últimamente”. “Entiendo”, dijo. “¿Qué tal si me quedo contigo esta noche?”.

Desperté antes que él. Entré al baño y tras la puerta llamé a Arturo. Él era abogado, él debía saber mejor que yo lo que estaba sucediendo. Contestó con su tono profesional: “Oficina del Licenciado Arturo Cárdenas”. Escuchar su voz me produjo una sensación de alivio, como si todavía existiera algo claro y limpio dentro de aquella pesadilla. Comencé a contarle todo lo que había ocurrido hasta el momento, la desaparición de Mariana, mi búsqueda, que me había quitado los lentes y que el mundo real parecía hecho de cartón. Las palabras me salían de la boca a borbotones. Cuando terminé, hubo un silencio al otro lado del teléfono. Por fin, lo escuché aclararse la garganta y en un tono entre tierno y paciente,  me dijo: “Tú deberías ir a las oficinas de ParaLife®. A la 119”, hizo una pausa. “Allí te van a ayudar a aclarar algunas cosas sobre el programa”. Cuando colgué, Gonzalo estaba a mi lado y me miraba. No sé cuánto de la conversación había escuchado. “¿Con quién hablabas?”, preguntó con los ojos hinchados de sueño. “Con Cárdenas. Dice que él conoce a alguien que me puede ayudar”. Miró al piso y sus hombros colgaron como dos grandes papayas. “No vayas”, susurró. Entendí que sabía más de lo que parecía. Pero, de ser así, ¿cómo era posible que siguiera funcionando? Le iba a preguntar exactamente qué era lo que sabía cuando lo vi todo claramente. “Simplemente, deja de pensar, ¿sí?”, me dijo y yo obedecí.

February 8, 2009

“La ventana”: Un cuento de Isabel Santos. Primera Parte

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

spookie-tree

Escribe Isabel Santos

Foto: StephCarter, Creative Commons

Especial para estruendomudo

El ventanal de la oficina de ParaLife® ocupaba dos paredes del enorme salón. Dejaba entrar tanta luz que los clientes que esperaban sentados sólo veían las siluetas en sombra de las secretarias caminando de un lado a otro, sus cabezas rodeadas por un halo de luz que quedaba atrapada en los cabellos que se les escapaban de las gomillas. Las secretarias, por su parte, sólo veían seres medio dopados por la espera con rostros llenos de imperfecciones.

Se oía el teclear constante en las computadoras, los papeles rozando unos sobre otros y algunos murmullos. Cada cierto tiempo sonaba una campanilla y un cliente despertaba de su marasmo, se levantaba aturdido y atravesaba el largo pasillo, las pisadas sobre el piso frío, mostrando sobre su piel las más pequeñas arrugas, el maquillaje mal puesto, las pecas, las cicatrices. Al final del mostrador, una oficial les daba un disco y un sobre cerrado.  El cliente se daba media vuelta y salía, ahora hecho una sombra.

Yo fui parte del proyecto ParaLife®. Tenía un eidolo. Me senté en aquellas sillas muchas veces y pasé allí horas. Prefería esperar con los ojos cerrados, pero a veces no soportaba aquella luz escrutadora así que salía de la oficina, cruzaba el pasillo y bajaba las escaleras de mármol. Atravesaba la gigantesca recepción, toda blanca, el techo multifacético por el que se filtraba siempre la misma cantidad de luz. A veces me paraba delante de la cascada de agua que corría sobre las paredes de piedra y se me parecía a aquella a la que fuimos toda la familia, los niños, mi esposo. Pero era mejor no pensar en esas cosas porque la punzada en el pecho regresaba.

Cuando llegaba al mundo exterior todo era gris, la plaza de piedra, el gran árbol seco, con las ramas que se levantaban hacia el cielo como los dedos huesudos de un viejo decrépito y el banquito, justo debajo, que me esperaba. Me sentaba allí y sentía que el gris también me invadía, me convertía en parte del paisaje. De vez en cuando veía pasar a una mujer con audífonos, trotando con sus pantalones de ejercicio, unos días negros, otros blancos. También pasaba una patrulla, la misma, una y otra vez. Ya los policías me miraban y sonreían. Era una pareja, él siempre con unas gafas oscuras, aunque el día siempre estaba gris, y ella con el pelo lacio recogido en una colita de caballo.

No había pájaros y el silencio era ensordecedor, si algo así es posible. De vez en cuando aparecía alguien hablando solo, gesticulando, cruzaba la plaza y no me veía. No tenían por qué verme, pero siempre guardaba la esperanza de que alguien me notara entre todos los grises, tal vez por ser yo más gris aún, tal vez porque era lo único con vida. Ahora que lo pienso, todos ellos también se veían grises. Pero no Mariana. Llegó un día de la nada a la plaza y la vi desde muy lejos. Tenía el pelo rojo y daba la impresión de que su cabeza estaba prendida en fuego. Era el único color dentro de aquel mundo, una melena riza, larga, que se mecía de un paso a otro, incapaz de mezclarse con el gris a su alrededor. Mariana llevaba un cigarrillo en los labios y parecía caminar sola. No esperaba que me viera y sin embargo me miró, sonrió y se acercó a mí. Me invitó a fumar con un gesto y dijo su nombre: “Mariana”, inclinando la cabeza un poco. Se sentó a mi lado. Se acercaba el cigarrillo a los labios finos, casi secos. “Estos días de renovación, me matan”, dijo aspirando el humo y entrecerrando los ojos como si mirara algo que estaba muy lejos. Asentí. De cerca noté que también su piel estaba salpicada de pecas rojas como canela. “Esas brujas no hacen otra cosa que reírse de nosotros a nuestras espaldas, ¿no crees?”. Las secretarias de ParaLife® nunca merecieron mi atención, eran simples sombras, así que no contesté. Pasaron unos momentos, algo en Mariana me puso incómoda y no supe qué era. Era una sobreviviente y todavía tenía energías para decidir la manera de mover las manos, de caminar. Me sentí muy débil, de pronto. “Aunque puede que sean todas de cartón, ¡como ni se ven!”, masculló. Una distorsión rompió mi línea de pensamiento, como un hormigueo. “Pero lo más deprimente de esa oficina es la sala llena de clientes de Wal-Marts”. La imagen de una mujer, que solía sentarse a mi lado con unos pantalones color melocotón cortos hasta la rodilla, demasiados apretados en la ingle, me provocó un temblor que me corrió del pecho hasta la boca, explotó entre mis labios y retumbó como una bomba. Era como si se hubiera abierto una presa de risas que corrían a borbotones y me rebotaban sobre la barriga. “Eso sí es una tragedia, que sobrevivan a las peores circunstancias. Son como las cucarachas”. Lágrimas corrieron por mis mejillas. “También sobrevivieron las manicuristas vietnamitas”, escuché decir a alguien que resulté ser yo misma. Mariana me miró con unos ojitos verde oliva y rió también. “No, de esas sobrevivió una e hicieron clones”, comentó, mientras finalizaba su cigarrillo. Lo lanzó al suelo y lo pisó con la punta de su sandalia gris. Miró su reloj de pulsera. “Ya van a cerrar, tenemos que regresar”. Regresar a la oficina de ParaLife®, después de haberme reído así, me parecía una herejía. Cruzamos de nuevo la recepción de ParaLife®, subimos las escaleras, recogimos nuestros discos en la oficina y cada cual entró a su respectivo cuartito para actualizar las lentes. Después de ahí no la volví a ver.

Atravesé la puerta de cristal por segunda vez y me enfrenté a otro mundo. Siempre ocurre lo mismo y nunca deja de sorprenderme el cambio. El cielo azul se veía entre los edificios, ni una nube. El sol lo iluminaba todo y todo estaba lleno de gente. Sucedían muchas cosas al mismo tiempo, gente riendo, gente corriendo, saludando, tocando la guitarra. Personas que no estaban allí hace diez minutos. Todas llenas de colores y emociones, todas vivas. Cada una era un universo en sí misma. Traté de localizar a Mariana caminando con su cigarrillo entre la multitud, pero era imposible. Al que vi fue a Gonzalo que me esperaba sentado en el mismo banquito, bajo un árbol que ahora mecía sus pompones de hojas verdes. Llevaba una camisa de finas rayas violetas. Me acerqué con la clara intención de verificar que todas mis selecciones hubieran sido implementadas. Me miró y me sonrió, “¿Cómo te fue en el ginecólogo?”, preguntó y le conté de la nueva amiga que hice esperando en la oficina. “¿Y esta es la única persona con la que has hablado desde que vas ahí?”, dijo. “Las demás visten de Wal-Marts”, expliqué.

Después de eso, Gonzalo no volvió a aparecer por unos días. A veces necesitaba tiempo para terminar sus proyectos, sus tesis, sus muebles, lo que sea que lo ocupaba en esos momentos. Yo, por mi parte, necesitaba tiempo para trabajar. Era la secretaria de Arturo Cárdenas, el abogado que llevaba el caso de clase más grande por daños y perjuicios que se había generado a raíz de la plaga. Era un hombre inteligente, con un genio de mil demonios, bajito, calvo, que caminaba con unos espejuelos en la punta de la nariz y la camisa siempre impecable. Su oficina quedaba en el tercer piso de su casa en Upper East Side. Tenía varios eidolos, pero los conservaba como referencias enciclopédicas y estaban limitados a ciertos espacios, no corrían libres por el mundo como Gonzalo. Así, en la biblioteca, en el primer piso, solía encontrarse Christine, susurrando poemas de Pushkin; en el jardín estaba Richard, nombrando las propiedades medicinales de las plantas; mientras en la cocina María recitaba recetas. Así por el estilo. A veces caminaba por los pasillos y me sentía en un manicomio, rodeada de seres que buceaban en su propio mundo.

El trabajo en sí no me molestaba. Era bastante solitario. Consistía en contestar el teléfono, tomar los recados, buscar libros en la biblioteca donde Cristina se paseaba y preparar facturas. Los encuentros con Mariana se convirtieron en mi único contacto social con un ser humano, no un jefe, no un eidolo, y los esperaba con ansias. Una vez al mes nos estirábamos bajo el árbol y pasábamos las horas mirando el mundo vacío. Ella fumaba su cigarrillo y hablábamos de todo lo que nos pasaba por la mente, del pasado, del futuro, de todos los eidolos que habíamos tenido, de los que se dañaron. Así me contó que, al poco tiempo de que salieran al mercado los primeros modelos, compró unos cuantos para promocionar la panadería que tiene en Fort Greene. Los situaba en las salidas de los subways para que cantaran unas líneas que rimaban con el nombre de su negocio. Se atrevió a recitar el poema y me alegro de haberlo olvidado. A veces, esperábamos a que pasara trotando la misma chica de siempre y hacíamos apuestas: Los pantalones de hoy, ¿blancos o negros? Mariana decía que debía esperarla una legión de gatos en la casa. No necesitaba eidolo. Era una realidad bastante deprimente.
Una vez nos encontramos en las escaleras. Yo bajaba y ella me pasó por el lado sin darse cuenta de quién era yo. “¡Hey!”, dije con una mano en la barandilla y la otra en el aire. “¡Mariana!”, llamé más alto. Entonces, levantó la mirada y me vio. Una sonrisa le iluminó la cara. “¡Avanza! ¡No tenemos todo el día!”. Una vez debajo del árbol seco, me pareció que no estaba tan alegre como de costumbre. Sus ojos no se levantaban del piso y parecía que llevaba una carga invisible sobre los hombros. Comenzó a hablarme de su hija, una sobreviviente que echaba de menos a su padre, aunque su eidolo, Enrique, había hecho tremendo trabajo. Era una niña encantadora y me la presentaría en cualquier momento cuando pasara por su casa a tomar un café. Yo asentí, sin ninguna intención de bajar hasta Brooklyn a aguantarme su vida idílica, su niña superdotada y su panadería oliendo a abrigo de lana y pan recién horneado. Acepto que no estaba escuchando lo que decía hasta que un comentario suyo llamó mi atención. “Es raro”, dijo. “A veces siento que desaparezco, como si fuera yo la imagen”. Yo, totalmente perdida, no supe qué contestar. “¿Cómo es que siempre sabemos lo que tenemos que hacer?”, dijo y persiguió con la mirada algún pensamiento que se escapaba. Se volvió hacia mi, tal vez esperando alguna reacción de mi parte. Miró su reloj y ordenó, como siempre: “Tenemos que regresar a la oficina, van a cerrar”.

Ese día quise seguir hablando con Mariana y traté de actualizar mis lentes lo más rápido posible. Así que, cuando me entregaron el disco, entré a uno de los cuartitos y lo introduje dentro del monitor de la computadora. La pantalla frente a mi se iluminó: “Nombre del eidolo”, G-O-N-Z-A-L-O, tecleé; “Profesión”, H-I-S-T-O-R-I-A-D-O-R. “¿Desea su historial personal previo?”, S-I. Me hubiera gustado hacer algunos cambios, como que roncara un poco por las noches, pero tenía prisa. En pocos minutos había terminado y la pantalla se cubrió con la misma advertencia de siempre: “Evite informarle a un eidolo de la naturaleza de su origen y función. En caso de suceder, el programa se autodestruirá automáticamente y, ParaLife® le proveerá otro eidolo nuevo. Sin embargo, la personalidad de su eidolo es irremplazable”. Conecté el cable del monitor a la cajita donde reposaban los lentes de contacto en agua salina. Oprimí enter, una pequeña bombillita se puso verde y momentos después, frente a un pequeño espejo, luché con la torpeza de mis dedos para posar el lente sobre mi córnea. Repetí la operación con el otro ojo y me resultó más sencillo. Salí a toda prisa del cubículo y ya no quedaba nadie en los pasillos. Mariana, nuevamente, se me escapaba.

Nota de la Redacción: Este relato continuará y la segunda parte será publicada aquí. Pronto.

January 24, 2009

Sueño en un banco del Parque Poe del Bronx

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

 

casita-de-poe-en-el-bronx

Escribe Gloria Carrasquillo Padró

Especial para Estruendomudo

¿Hasta nuestro último empeño
es sólo un sueño dentro de un sueño?
-“Un sueño” Edgar Allan Poe

Anoche soñé que al quedarme dormida, estando sentada en un banco en el Parque Poe en Bronx, alcancé a ver que un cuervo joven y atrevido que se posó en la hoja derecha del portón que guarda la Casita Poe, ubicada en el lado norte del parque, frente a la avenida Grand Concourse en la esquina de la calle Kingsbridge. A lo lejos, escuché – entre dormida y despierta- las risas, gritos y voces de los niños y niñas que jugaban en los laberintos y la cromada chorrera de acero entre redes metálicas en rojo y verde relucientes. Mi lectura, una copia de “Lo dicho” una conversación de Estruendomudo, cayó al suelo. La avecilla color azabache posó sus patas como anclitas en el borde de los barrotes de hierro del desnivelado portón de dos hojas. Su plumífero traje jet black brillaba bajo la luz de un gélido sol invernal al comenzar una hermosa tercera semana de enero en tarde dominguera. El pajarito se acababa de separar con un vuelo atrevido mientras entonaba un prruk-prruk; kraa-kraa, de su familia que habita entre las columnas recién restauradas de la estación Kingsbridege del Tren Cuatro en su ruta de Uptown Bronx. Este habitat es el refugio de cientos de otras aves, protegido por las altas columnas del tren elevado y el monumento histórico de 1912  de redondas y puntiagudas torres romanescas, la Armería de la Guardia Nacional del Bronx.

El cuervillo voló atraído por las voces que le llegaron a través de los fríos vientos desde la Casita Poe. Allí se conmemoraban los doscientos años del natalicio de Edgar Allan. Sus potentes oídos comenzaron a escuchar la elocuente voz del actor Tristan Laurence, invitado para darles vida a las líneas de algunos poemas y nobles narraciones de tan afamada prosa noventista. ¿Cómo? Nada menos que en un acto organizado por la Asociación Historica del Bronx. Primero, la negra avecilla de mal agüero, vio con su agudo prisma negro y amarillo la casita (que aquí llaman la Poe Cottage) algo destartalada, coronada por dos pequeñas y humeantes chimeneas rojas y cartón de techar gris oscuro, totalmente cubierto por una fina capa de una fría nevada matutina. Pequeña casita de madera, como las de muñecas, de esas que se colocan en los patios y que una vez mi padre construyó para albergar los juegos de  mi niñez; rectangular, con pequeñas ventanas de cristal, un estrecho balcón de barandal de madera; construcción de dos pisos:  un primer plano interior con salita, cocina, diminuto dormitorio y, en el segundo, dos piezas, incluyendo el estudio del escritor. Después, el novel negrito observó como los allí reunidos, pequeña muchedumbre de estudiosos y amantes de Poe, escuchaban de pie, pero atentos, los versos de “El dorado” y las líneas que repetían la historia en verso de la inacesible Annabel Lee, la de los hermosos rizos –“in a kingdom by the sea”. Dos lágrimas se cuajaron en los negros ojos de Tristan cuando leyó “Mi madre” para luego nuevamente emocionado, leer las estrofas con el tañido monorítmico e inefable de “Las campanas”:  “¡Escuchad el tintineo/ ¡La sonata del trineo/!Con cascabeles de plata!”.   Fue entonces que al cuervo le pareció escuchar el canto de su misterioso congénere, el corvus corax de “The Raven”, y al poeta conmemorado impresionado preguntar: “¿Cuál es tu nombre en la región plutónica?”.  Alguien comentó, pocos minutos después, algunas de las patéticas líneas góticas de “The Pit and the Pendulum” y otro seguidor imitó el desgarrador sonido del despiadado asesino, el inmortalizado emparedador de “El gato negro”. A corta distancia desde el pórtico, el piquito negro casi hasta pudo degustar el sabroso vino andaluz de Amontillado, añejado en el famoso barril de fino roble que llevó a Fortunato a una horrible muerte en el húmedo sótano de aquel palazzo…

Poe llegó a vivir al Cottage del Bronx en el 1846, arruinado pero motivado por traer a mejores aires a su amada Virginia Clemm, su esposa afectada por la terrible y mortal tuberculosis. La tísica y el escritor convivieron allí sólo un año y Poe, la habitó casi hasta su muerte tres años más tarde, en octubre de 1849.  El curioso plumífero de albornoz negro, se puede decir, que pudo ver -a través de las pequeñas ventanas- las sombras silentes de la pareja. Podía asegurar que a través de las viejas y blancas paredes olfateó los vapores destilados del mágico opio y que alcanzó  a  escuchar el tintineo de copas rebosantes de embriagante alcohol. También pudo sentir la brisa que atravesara los imponentes arces -desprovistos de hojas pero cubiertos de nieve apiraguada- que aún abundan en el parquecillo y que casi cubren la antigua y venerada casita.

Como entre las nubes, en ondas oníricas desperté pero, antes, pude ver las preciadas cuartillas sobre el escritorio de Poe. ¡Hojas escrituras en tinta china! Mis ojos vieron los trazos entintados para la eternidad. Sí, trazos finos y titubeantes en cursivas negras como el ónix que bailaban gozosas sobre amarrillentos folios cual papiros egipcios sagrados cargados de vocablos y palabras sobrias, sabias, sonoras, satánicas, delirantes… Letras entonces en mamotretos del siglo XIX, ahora movidas con un péndulo dos veces centenario e universalizadas a través de las invisibles redes mágicas (del Internet del XXI) se transmiten veloces y certeras ¡Al toque de una diminuta tecla!  Entonces, el teclado de mi PC se desprende del pequeño escritorio rodante y se transporta desde la avenida Valentine al duro banco dentro del Parque Poe.  ¡Y súbitamente! Despierto, asustada y a la vez defraudada. ¡Fue un sueño! “All that we see or seem / Is but a dream within a dream”. Sin embargo, puedo asegurar que vi al cuervito volar hacia el Oeste, a lo lejos y rumbo a su casa. Entonces, Anthony Geene, el director de educación de la Sociedad Histórica del Bronx, anuncia que proximamente se recibiran $700,000.00 para las labores de resturación de la Casita Poe construida en el 1812 adonde diariamente, por curiosidad o necesidad, vuelan acercándose los cuervos.

January 23, 2009

Más “Mini-cabs” de Guillermo Rebollo Gil

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

vampiro

Escribe Guillermo Rebollo Gil

Especial para Estruendomudo

 

sueño un cuarto de mal gusto donde los pequeñitos cambian el agua
en la cubeta y salen vestidos de vampiro
a vacilar.

nos aseamos torpemente como relojeros,
es decir, tanto cuidado con las manos y lo más hermoso que son
es error y movimiento.

Barrunto es un poemario rojo, chiquitito
que conviene olvidar
si no podemos con la sangre,
el pánico, quizás, por sentir algo
ante tu cuello perforado.

no sé que esperabas de mí,
pero es verdaderamente un espectáculo.

***

ser, por ejemplo, inevitablemente crustáceo
antes que cráter, celaje. el corazón colmena
hacina el gasto. nada que buscar sino el trazo
agudo del calor. un mapa espeso vaciándose
despacio.

January 2, 2009

Mini-cabs

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

taxista

Escribe Guillermo Rebollo Gil

Especial para Estruendomudo

mini-cabs

las luciérnagas en nada son como estómagos.
¿por qué la controversia?
fumamos demasiado hasta dejar
en cero los ceniceros
y encender.

¿qué de la palabra para vejiga
en francés,
si la gente más linda seña el alfabeto entero?

sacudamos los retrovisores*
como globos de nieve,

mirándonos caer.
*m.p.

 

mini-cabs (2)

los embalsamadores, sabes, hacen panaderos de primera
y abren hasta tarde.
¿te animas?

despierto a tiempo sólo para constatar
que los nombres de gatos
no guardan relación con el tamaño de tus pies.
sin embargo, permanecimos vestidos.

es de esperarse

la fila para el pan
a menudo rebasa el hambre.

November 28, 2008

Dos poemas de flamenco, por Carlos Almonte

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

Flamenco euS  Portada

Alguien muere a algunos metros
Escribe: Carlos Almonte

Cuando el cuerpo se llena de alegría,
se mueve y se estremece
-El Espíritu de los Vociferantes

Sin la urgencia del recuerdo.

No ve,
ni escucha,
ni respira,
ni huele

el áspero aire de la eterna planicie.

***

Azul
Escribe: Carlos Almonte

Levitando en utopías circulares:

Yo me acuesto
y me duermo,
y me despierto tranquilo
porque el Señor me sostiene.

Mientras,
los insomnes, muertos y blasfemos,
plasman señas desde el único aerolito perceptible.

Extiendo los matices de un recuerdo cristalino,
y sueño con ser sol: oscuro, humagante.

El espejo no responde
al implacable azul de Decepción.

Ambos poemas en “Flamenco es un sueño”, La Calabaza del Diablo, 2008

November 25, 2008

Yes We Can: Otro poema de Guanina

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

Michelle 1 

Escribe Guanina

Especial para Estruendomudo

Yes We Can

Anoche me masturbé pensando en Obama
Y Michelle estaba mirando
Ella es tan cool que no le importaba
y me decía: “Yes we can”
A Barack le olía la boca a Marlboro Lights
Y pensé en cómo conseguir ser interna a lo Monica Lewinsky
Pa’ comprarle los garets a Obama
Tengo un crush con Obama
Como la tipa de You Tube
Y pienso que el tipo le devolvió el coolness a los gringos
Y ya no les quiero decir gringos
Y me dan ganas de ir a Walgreens a comprar chucherías
Y agarro una canasta
Y empiezo a meter cosas que no necesito
Porque Obama ganó y estoy contenta
Contenta a mi forma
Con pesadez
Pez a des
Pez, peces, pes-cera, pescadores, pecadores, pecadores…
Y quiero pecar con Obama
Y Michelle Obama me dice bajito: “Yes we can”
Y quiero que se calle porque estaba a punto de caramelo
Y entonces empiezo a pensar que soy Marilyn Monroe
Que salgo de un bizcocho
Y le canto Happy Birthday Mr. President
Ahí Obama me enseña sus calzoncillos de Poker
Y dicen “Yes we can”
Y vuelvo a estar a punto de caramelo con Mr. President Obama
Pero no puedo
Por más que tengo el fucking yes we can dándome cantazos en la chola
Y me pregunto de dónde sale que le digan chola a la cabeza
Y siento que quiero volver a Walgreens
a comprar más mierdas de colores
Y me doy cuenta que ir a Walgreens
me la para un poco más que Obama
Y me doy cuenta que todo va a estar bien

October 7, 2008

My Facebook status is…

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

facebook

Escribe Guanina.

Nota de la Redacción de Estruendomudo: Guanina tiene stand up comedy de spoken word los jueves por la noche en el bar restaurante Biento de la Avenida Central, San Juan PR. No se lo pierdan, está mejor que el spoken word. La parodia superando el original charro y santificándolo de una vez. Who knows?

Me meto de voyerista en fuckbook
porque es de madrugada y está lloviendo,
y porque me gusta mirar.
Y me pongo a leer los estatus de mis amigos virtuales,
que están tan deprimidos, que necesitan Prozac,
como quien mira por el rotito,
donde va el tornillo
que se le cayó a la ventana Miami.
Y leo y leo y leo.
Está solitooo.
Is no son días lluviosos, son días de chillería y acurrucaera.
Is mojándose, como anoche.
Is con friito en la piel, sueño en los ojos y hambre en la boca.
Is quiero embarcar en la nave del olvido.
Está metiéndose una pepa y a dormir se ha dicho.
Está qué les importa?
Is recogiendo mis pedacitos.
Is por qué mis relaciones amorosas son siempre como canciones de Blues?
Is con ganas de enamorarse otra vez.
Is no tengo nada que poner aquí.
Is tratando de vivir la convivencia de la vivienda colectiva.
Está buscando lo que no se le ha perdido.
Is tengo una bolita que me sube y me baja, ¡ay! que me sube y me baja.
Is Diana happy B-day bitch.
Is quiere playa este weekend ¿quién dice sí?
Is agárrate la brocha, que me llevo la escalera.
Is a gastar como un loco no hay IVU wejeeee.
Is cómanse a besos esta noche, nadie lo va a notar.
Is a ver qué hago, o mejor, a buscar quién me haga.
Is me dijeron Trojan distroyer, no sé si tomarlo como un halago o como un
insulto.
Is qué bueno que los damnificados por las lluvias pudieron comprar sus
televisores plasmas de primera necesidad sin IVU, bendito.
Y leo, y leo, y leo.
Los status de mis amigos virtuales trabajadores,
esos a los que Juan Antonio Corretjer les hace tanta alabanza.
Está tomando café.
Is drinking coffee.
Is en la oficina.
Está working.
Is working, working, working, I need a vacation
Is working like a dog (well not as my dogs, who are lazy as hell)
Is la hora de almuerzo se ve al final de un tunel oscuro que aparenta no tener
fin.
Y leo a mis amigos que se levantan por la mañana,
se comen un buen desayuno y no hacen mas na.
Está relax.
Is en casa a jugar nuevo juego de Wii.
Is Tratando de estudiar pero no quiero.
Is tranquila.
Está matando el tiempo.
Is @ home.
Leo a los que son mas cursis y clichosos que Paulo Cohelo.
Is recibiendo todos los hermosos atardeceres
is Ya lo sé todoooo!! Pero Plisss Diosito Quiero volver a soñar con ángeles
Is Yo quiero ser la tierra, yo quiero ser el mar, yo quiero en tus ojos
perderme hasta el final, y ahí qudarme para siempre amor
Is no quiero gritos, ni malas vibras en mi jardín porque las mariposas están
durmiendo, las flores cantan su nana, el sol asoma su destello.
Is esta noche recorrí el mejor de los caminos, montado en potra de nácar sin
bridas y sin estribos.
Is vacía cada copa para que dios te la llene con cosas nuevas cada día.
Is if I fell in love with you, would you promess to be true?
Is y el suelo se fue abrigando con hojas, se fue vistiendo de otoño.
Están los que citan gente.
Is no me preguntes como sucedió, o si será cierto tal vez no, solo sé que
ahora estoy aquí y no hago otra cosa que pensar en ti.
is Como yo soy negrito bueno, ando sin miedo en mi soledad.
is let’s get ready to rumble.
Y por fin
llego a mis amigos virtuales
los come fuego boricuas y nuyoricans.
Is gritando en Lares.
Is a un mes de las elecciones, en probablemente el cuatrienio más cunvulso
que hemos tenido, todavía no se ha discutido públicamente ni un solo tema
importante.
Is ahora fue que a McCain se le pusieron los huevos a peseta, Obama le va a
dar senda pela.
Is wearing his Obama briefs, yes i’m a fanatic.
is gracias Bush por este arroz con culo que has dejao’.

September 24, 2008

El PNP: Con la lengua en el estuche

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

de castro
Con la lengua en el estuche
Por Tato Chévere

El Partido Nuevo Progresista (PNP), que promueve que Puerto Rico se convierta en el estado 51 de los Estados Unidos de América, encabeza las encuestas como favorito para ganar las elecciones del 4 de noviembre. Pero se ha encontrado con una piedra en el camino. Uno de sus principales senadores, Jorge de Castro Font, a quien el pueblo llama Ñañito, está bajo investigación de las autoridades federales. Aprovechando la coyuntura, el presidente del PNP o Partido de la Palma, Luis Fortuño, para demostrar su fuerza moral ante el país, le exigió renunciar inmediatamente a su candidatura. En lugar de renunciar, Ñañito ha aprovechado para desenmascarar a todos los líderes de su partido desde Fortuño –también candidato a gobernador– y a su esposa Lucé Vela hasta el director de campaña Ángel Cintrón (Kid Cajita) y otros importantes portavoces de la llamada “unión permanente” con los Estados Unidos, todos notorios por su sostenimiento e inequívoco compromiso con los valores eternos e inmarcesibles de la corrupción. A todos los mandó a callar y, curiosamente, todos lo han obedecido. Tato Chévere retrata la embarazosa situación de estos pitiyanquis con su humor característico.

Como un hambriento león
en pos de una fácil presa
el PNP con presteza
enjuició a De Castro Font.
Pidiendo destitución
en una carrera loca
desde San Juan hasta Moca
se oyó unánime este grito,
pero respondió Ñañito:
“Mejor se callan la boca”.

Fortuño con su estilito
tan mongo de “yo no fui”
le dijo: “Yo mando aquí”,
y esto le espetó Jorgito:
“Cállate ya, pendejito,
ruin, granuja, charlatán,
no tienes madre, truhán,
traidor, malagradecido,
hijo ‘e puta, mal nacido,
raquetero y bambalán”.

Castro habló de los contratos
nebulosos de Lucé
y el líder del PNP
hizo mutis de inmediato.
Mandó a otros pelagatos
a emprenderla contra Font;
lo hicieron, pero en la acción
Font los golpeó y estipulo
que con la lengua en el culo
no ocultan su frustración.

Claro, el próximo bocón
fue Kid Cajita y el tío
se metió en tremendo lío
por cucar a Castro Font.
Se arrepiente este buscón
y ha tenido que hacer buche;
ya no tiene quien lo escuche
en la Palma –cosa extraña–,
¡un director de campaña
con la lengua en el estuche!

Ángel Cintrón se calló
y el alcalde de Fajardo
fue quien empuñó los dardos
y a Ñañito le tiró.
Éste se los devolvió
en abierto desafío,
sólo bastó –a juicio mío–
recordarle una “amiguita”
y Aníbal, como Cajita,
no ha vuelto a decir ni pío.

Kenneth su comunicado
mandó orondo y jaquetón
y le dijo a Castro Font:
“Mejor quédate callado,
permanece en Colorado
con Obama te suplico,
o sabrá to’ Puerto Rico
tus chanchullos y manejos”.
McClintock se hizo el pendejo
y enseguida cerró el pico.

Santini salió derecho
en defensa de Fortuño
y al tirar el primer puño
Ñañito le dio en el pecho.
Anda por ahí maltrecho
De Castro le acordó
pues que él a Fortuño insultó
tildándolo de “arrastrao”,
“sucio”, “tramposo”, “mamao”
y otros motes que éste usó.

Rivera Schatz su querella
presentó ante el Directorio,
con estilo acusatorio
habló creyéndose estrella.
Raudo como una centella
respondió De Castro Font
que Schatz era un ca…bezón,
traicionero y desgraciao,
que tiene un carro chapeao
y apoya la corrupción.

Tomasito hizo ese aguaje
pero se calló después,
nunca había el PNP
visto a Ñaño con coraje.
Y se callaron de un viaje
Borges, Bin en Manatí,
José Aponte, Ramón Luis,
Santini, Albita y Arango,
O’neil que es otro pendango,
Chiquitota y Myriam Ruiz.

Otro que abrió fuego a la lata
fue el pillastre de Ewin Mundo
quien con tono furibundo
le dijo a Ñañito rata.
Ahí fue que metió la pata
pues veloz como un platillo
Castro lo tildó de chillo,
de judas, de mozalbete,
de truquero, de alcahuete,
de oportunista y de pillo.

Lo mandó a callar y en tanto
Edwin Mundo con pasión
negó toda acusación
y confesó ser un santo.
Caray son cosa de espanto
los líderes penepés,
roban, saquean y después,
ya ricos de nuevo cuño,
apuestan todo a Fortuño
para robar otra vez.

Se callaron, bien lo sé,
todos estos angelitos,
la virazón de Ñañito
traumatizó al PNP.
Lo mejor viene después,
con De Castro no hay quien valga,
bien lo dijo Orlando Parga,
sólo ríe Rosselló,
gozoso al verlos a to’s
con la lengua entre las nalgas.

Con la lengua en el culito
y con dolor en el alma,
los líderes de la Palma
hoy maldicen a Ñañito.
Se han quedado calladitos
ante el país y en verdad
que si ganan aquí habrá
corrupción, pillaje y lodo,
es seguro, habrá de todo
pero no habrá estadidad.

September 12, 2008

Noche de sátira a las noches de poesía en “Biento: Un nuevo espacio”.

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

Biento 1

Nota de la Redacción de Estruendomudo: Reproducimos a continuación los poemas que recitó Guanina en Biento ayer, noche de poesía en el nuevo local bar-restaurante de Mikephilippe Oliveros, en la avenida Piñero de San Juan, para tripearse las noches de poesía tan reverenciadas y tan nuestras como los cultos de alabanza, adoración y avivamiento de las iglesias. La audiencia se desternillaba de la risa al ver y escuchar una reproducción fiel y exacta -personificadas por los actores Luciene Hernández y Roy Sánchez-Vahamonde, de las ridiculeces del performance poético caduco, fatulo, sonsonetero y bobolón que se presenta en las barras de la ínsula desde principios del siglo XIX. A falta de cámara de vídeo, aquí les dejamos dos de los textos para que se imaginen el performance y evalúen su esencia urbana, costumbrista, ingeniosa, cursi, nítida -pana, mejor que muchos de los textos de los que se ponen a leer con el rictus de lo “en serio”… para que sientan en las pupilas gustativas el cantazo de lo que hacemos cuando subimos a la tribuna del Nuyorrican Café -esquina Montmartre; detrás del micrófono.

biento 2

I. Biento…

Biento.
Con “b” de bellaquera afterhour (por aquello de ser creativo, y atraer gente)
pa’ que vengan y…
se vengan con el arroz con amarillitos adentro (por aquello de ser creativos y
atraer gente)
Biento.
Con “b” de bicicleta de tecato,
de esas que están destartaladas, pero que a ellos les sirven, de lo más bien,
pa’ pasearse de arriba pa’ abajo, y de abajo pa’ arriba en La Piñero,
y bajártela, bien cabrón cuando llegas a tu carro,
después de salir de
Biento.
A las dos de la mañana, con bellaquera afterhour, y jartera de arroz con
amarillitos adentro,
mezclao con Guayabitas, a dos pesos, que te zumbaste
(por aquello de ser creativo y atraer jebos y/o jebasssss)
aunque cuando llegues a tu casa te tengas que zumbar par de Alka Zeltzers,
como dicen los que trabajan en Univisión,
esos que tienen el acento neutro.
Biento, un nuevo espacio.
Pa’ que los artistas wannabies llenen su ego con Coronitas de a peso,
y con cuatro gatos que los atiendan.
Biento, un nuevo espacio.
Pa’ hacer la misma mierda que haz hecho en El Estudiante,
y en El Pío Pío,
y en el Shannan’s viejo, y en el Shannan’s nuevo, y en el Shannan’s que ahora
es Loggan’s,
¡Coño, qué mucho Irish pub hay en Puerto Rico!
y en El Cojo, cuando se podía beber afuera,
y en el Bori,
pero con la esperanza de que es un nuevo espacio
donde no hay peste a tecato,
que se joda, aunque no haya parking
que se joda, aunque te rompan los cuatro cristales del carro pa’ robarte el I
Pod, quién te manda a dejarlo en el carro,
que se joda, que se joda,
como cantaba la banda aquella bien mierda que to’ el mundo repetía como el
papagallo.
Biento.
Como cuando eras chiquito, y te decían “di To’ bien muchas veces”
To bien to bien to bien…
Eso mismo repítelo muchas veces pa’ que veas cómo funciona.
Eso dice la gente que se jukea con The Secret.
Como si la gente que está jodía repitiera en su mente muchas veces
to mal to mal to mal.
Anda pal carajo, me jodí, me calló la macacoa…
Llévatela.
Biento, un nuevo espacio.

biento 2 1

II. Text

Son las diez de la noche, y me mandas un text que dice
son las diez de la noche, tres puntitos.
Tres puntitos.
¿Por qué no te atreves a ponerle exclamation marks, ah?
¿Por qué no te atreves?
¿Porque los exclamation marks son para los patos? ¿Ah?
Querida mujer dos puntos, no me hagas sufrir coma,
eso dice Juan Luis Guerra en sus cartas de amor,
mientras yo me tengo que conformar con tus texts charros y “lame”,
que dicen son las diez de la noche, tres puntitos.
Son las diez de la noche, tres puntitos,
Y, en cuanto termino de leer tu text charro y “lame”,
empiezo a salivar como los perros de Pavlov
condicionada,
como el aire acondicionado que no puedo prender,
aunque quisiera prender a to’ jendel las 24 horas del día,
porque la luz está muy cara,
porque la calle está dura,
porque la piña está agria,
porque los chavos no nacen de una mata de plátano,
y se nos pusieron los huevos a peseta hace rato.
Y yo con este calor,
y ese aire sin poderse prender,
y yo con un abanico de pedestal, que está pidiendo cacao hace meses,
lo miro y pienso que hay que quitarle el polvo,
y mientras miro los chunks de polvo que tienen las aspas del abanico,
pienso en el polvo, pienso en el polvo, pienso en el polvo,
y empiezo a salivar de nuevo condicionada,
comisionada,
por comisión,
como la comisión estatal de elecciones
con sus políticos charros y “lame”
como tus texts,
como las comisiones que me gano en mi trabajo charro y “lame”
como tus texts,
y cuando miro el reloj ya son las diez y un minuto…
y vuelvo a enfocarme en el abanico
y me fijo que es marca Sanyo
y me acuerdo de un anuncio bien viejo, con dos muñequitos que decían
“yo soy San” “y yo soy Yo” “juntos somos Sanyo”
y pienso que ese anuncio era tan charro y “lame”
como tus texts,
y ahí empiezo de nuevo a salivar
como si me hubiera comido un salchichón de los que amarran lengua…
clac clac clac clac clac clac…
ése es el sonido del abanico cuando se queda pegao’
y tengo que darle un cantazo pa que reaccione,
y pienso en todas las veces que he querido darte un cantazo pa’ que
reacciones…
y entonces prendo la tele
y están pasando un anuncio de salsa bar bq
y le están pasando una brocha de bar bq, llena de bar bq sauce gringa a un
pincho boricua
y esa brocha me acuerda tu lengua,
y ahí esta el sonidito chillón que hace mi teléfono cuando tengo un text,
y de sólo escuchar el sonidito se me paran los pezones, como si fueran las
piezas de un Battleship,
y leo el text
y dice:
son las diez y cinco “k” es la “k”,
que significa
¿Qué es la que?
porque en los text todo se abrevia…

August 29, 2008

“La novia de Platero”: Otro cuento extraterreno de Pepe Liboy

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

huevo

Escribe José Liboy Erba

Mi aprendiz quería saber por qué a veces golpean a los aprendices en las calles, y yo no sabía cómo explicárselo enseguida, sino que tenía que conseguirle a otro maestro que la acompañara en lo que resolvía el espinoso problema que nos provocaba la agente Cinta Marín, quien supuestamente era maestra igual que nosotros, aunque mostraba un vivo interés por una especie de organismo con un nombre enganchado, sin antecedentes profesionales o sociales, seguramente de otra especie que la humana, pues aunque apuesto no hacía nada y por ser de otro lado, comisionaba millones en la compañía que lo tenía contratado para vender calendarios.

Cinta Marín sabía que el Departamento de Educación no veía con buenos ojos su interés por el extraterrestre, ya que no lo quería educar. Prefería tenerlo bien mimado en el trabajo, aunque en realidad lo tenía pillado, ya que a otro vendedor de la compañía le había comprado mucho dinero en calendarios, y no quería pagarlos alegando una inconsistencia en las fiestas religiosas que anunciaban. No sólo pillaba al extraterrestre por el lado político, ya que era él quien estaba llamado a resolver el problema, y ya estaba mal visto por las religiosas que lo podían educar. Cinta lo presentaba en la sociedad del pueblo donde se regalaban los calendarios como un antropólogo irresponsable, que no se ocupaba por conocer las verdaderas fiestas.

Mi aprendiz iba a salir con el extraterrestre, para ver si lo criaba, pero Cinta estaba enterada y había llamado por teléfono a una amiga suya para que me reclamaran dinero por un atraso en la entrega de unos bolígrafos. La muchacha estaba dispuesta a dejarse ver conmigo en los puestos de comida, para que el extraterrestre la invitara a salir porque era segura y amiga, pero temíamos una medida drástica de Cinta con el vendedor de los calendarios. De manera que le tuve que decir a mi aprendiz que no saliera conmigo, que se quedara con el otro maestro en lo que resolvíamos el problema con Cinta Marín.

No es fácil resolver el problema de Cinta Marín. Un etnólogo te podrá decir que su inquietud religiosa se debe a su incapacidad reproductiva, y que con darle un bebé aunque sea del elefante bastaría para calmar su reciente celo por las fiestas. Yo podría decirle a mi aprendiz que le donara un organismo obtenido con el extraterrestre, pero me siento irresponsable si entrego a una joven como yo, que a los veinte años tiene un horario de dos horas diarias y un sábado en la librería local. No quiero entregarla porque eso mismo es lo que me pasó a mí cuando joven, que tuve que mezclarme con una extraterrestre para donarle un organismo a otra celosa.

Cuando yo estudiaba en la Universidad, el maestro de Cinta me dijo que mi amiga era novia de Platero, el burro de Juan Ramón Jiménez, quizá con la idea de desalentarme un poco y no tener que comprometerme. Pero yo en vez dejé de estudiar y me puse a trabajar dos horas diarias y un sábado, pues al parecer quería a mi amiga y no quería dejarla guindando. No sabía si era este el caso de mi aprendiz, que aunque era como yo es mujer y no tenía perspectiva alguna con Cinta. No era lo mismo casarse con un extraterrestre para donar un hijo, que hacer lo que hice yo, casarme con una extraterrestre para cumplirle a mi amiga. Puede ser que por eso no la alentara a hacer lo mismo, y pensaba que el maestro de Cinta pensó lo mismo que yo, cuando me vio confundido porque mi extraterrestre fue al doctor.

Así que llamé a Cinta por teléfono y le dije que mi aprendiz quizá no podría ayudarla a cumplir con sus votos. Ella no me creía, así que retuvo los miles en calendarios que le retenía al vendedor hasta que por estas presiones cediera mi aprendiz, que me estaba viendo leer libros para ser escritor de nuevo. Lo más que tratábamos de evitar no era que naciera un bebé extraterrestre, sino tener que terminar nuestras vidas con una carrera literaria. Nos parecía que ser escritor es lo peor. Lo decía un argentino en un libro nuevo que estaba leyendo, y al parecer todo lo hacíamos para no tener que terminar escribiendo novelas.

En una nueva movida, Cinta no solo dejó de pagar los calendarios alegando la inconsistencia en las fiestas religiosas. También averiguamos que los repartió en el pueblo vecino, donde las fiestas del que habíamos impreso funcionaban perfectamente. De modo que se estaba haciendo promoción a costa nuestra, sin pagar, lo que preocupaba a los ejecutivos de la corporación, que sabían que Cinta era una mujer esencialmente buena que tenía necesidades perfectamente comprensibles. Lo único que le reprochaban era que le gustara el extraterrestre para procrear. Habrían querido que fuera yo, pero aunque buena, Cinta nunca me amó y eso tenían que tenerlo en cuenta los corporativos. Poco antes de que me reuniera de nuevo con mi aprendiz, supe que mi nueva cliente tampoco me quería pagar a mí. Se estaba brevando una especie de protesta solidaria por Cinta, creyendo que era yo quien me oponía a que acabara viviendo con el joven extraterrestre. Yo sencillamente me reuní con mi aprendiz y su nuevo maestro, que iba a seguir enseñándole cuando yo estuviera ausente, ya que sin remedio iba a estar diez años trabajando en ventas para pagar la deuda impaga. Mi aprendiz se conmovió un poco al saber que acaso no me viera más. Le dí la mano.

-Pronto te mando unos cuentos- me dijo.
-Está bien- le dije. –Los espero.

August 29, 2008

Tercer sobresalto: Nuevo capítulo de la novela por entregas “Hardboiled se llama el género”, de JC Quiñones

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

JamesDean 

Escribe Juan Carlos Quiñones

Todo lo que pueda arreglar hoy lo dejaré para mañana
-Babasónicos

Hoy llueve y es de noche. Este es el resumen de una novela linda y terrible de la cual no quiero acordarme. Hoy es el día de las reparaciones. Ajustes. De cuentas. Hoy llueve y es de noche y un cigarrillo y ya vamos cayendo en personaje. Llueve hoy y es todas las noches y ya es demasiado. Demasiada literatura. Hoy hace pum.

Buscaba como me toca y como apuesto que le toca a todo el mundo que vive así, con una espina entre el homoplato y el espinazo, el origen de un resentimiento. Detrás de los ojos. Cuentas. Por cobrar. En esos lugares donde uno nunca alcanza a rascarse. Un nombre, que ya siempre es una deuda. Un peluche. Adelaida. Digamos, escribamos que desperté y era de noche y llovía y ya aburre el tema. Aburre hasta el fondo del alma. Pero no debe aburrir el peligro que viene ocurriendo, que ocurre cuando viene exactamente el ¡pum!

Pum.

Lejano hoy, en esta noche, como el rugido roar de una cierta bestia indecisa en la selva verde y muy oscura donde lo más lejano felino se te acuesta encima con sus zarpas acariciándote el pecho o las sirenas de los carros policíacos uaua o los bomberos slush apagando un fuego o las ambulancias uaua que se dirigen directo a recoger a los desvalidos, a los rotos, a las Adelaidas retorcidas del mundo siempre lejanas. Siempre heridas. A los muertos, las Adelaidas, por eso ¿Por qué tengo que ir tan lejos? 911. Son como una pesadilla, las sirenas. Los zarpazos. Algunas pesadillas. Siempre se alejan. Lo lejano tiene la tendencia de acercarse. Inminente. Tú. A oídas. Un panorama hecho de ruidos, hecho de la materia intangible y sonora de lo que se sospecha. Causa pavor. Es hermoso.

¿Qué día es hoy? Es la gran pregunta del día. Me volteo. En la cama de este cuartucho que se voltea en el mundo que se voltea. El vértigo. Sacudo algún miembro de este cuerpo. ¡Pum!, ese tiro me despierta del sueño, si es que la naturaleza de las sirenas y otras cosas que no voy a nombrar no tienen ya la naturaleza de la pesadilla. El tiro viene del futuro y yo lo sé, y ya es saber mucho. Milisecundariamente, todo disparo viene del futuro. Depende a quién se le pregunte. En certeza depende del dato fijo de quién tiene la pistola por el mango. ¿No podría yo desenvolver estos entuertos mañana? Mañana suena bien. Sé que huyo hoy, y mañana siempre suena bien para el que huye.

¿Pero qué carajos pasa cuando uno huye precisamente del mañana, mientras se abalanza uno, él, tercamente, como un peso muerto, un pescado, una masa de harina cruda, directamente hacia él, hacia uno?.

Adelaida, o la venganza de ella me espera allá, precisamente al fondo del caño, al borde de los zarpazos, en la punta de los dientes, a los dos lados del cañón de una pistola nueve milímetros milisecudarios, al otro lado de los ojos que se cierran para siempre o ya cerrados, para siempre.

Hoy eres hermosa. Por eso el odio.

Hoy es de noche y la pesadilla no tiene problemas con presentarse, desfachatada, a joderme la vida si es que es tal, si es que hay tal. Sirenas. Dientes. Cigarrillos sin posibilidad de encendedor, o viceversa. ¡Huy! No es exactamente de noche porque me paso la mano por la boca, así, y encuentro la baba seca de una noche reciente y sórdida anterior. Una noche donde pasó una atrocidad o donde tuve que descifrar una atrocidad y no lo hice, o no lo logré a cabalidad. Un nombre, una cifra me espera, y no soy ciego pero no veo claro. ¡Zas! Encuentro, en ese ¡zas! la memoria de lo que precisamente no quiero recordar. Un peluche. Hay que ir. Ese tiro, esa boca de ruido es exactamente a lo que voy, y voy. Pantalones. Error. Mano izquierda estirada hasta el paraíso de los cigarrillos, no tan error. Mano derecha pasando por el pelo, James Dean. Error. Mano derecha abriendo la nevera de este cuarto mustio otra vez, otro error, más cabrón. Porque allí no hay nada. Un segundo. Hay nada excepto un peluche rojo en el cajón de los vegetales a punto de desabrirse y que no están y toda la lluvia ahí adentro. ¿Desvarío? Meto la mano. Descubro lo increíble. Lo que no dicen los espejos ni el sentir de los demás. Percibo con mis ojos grandes y atónitos tres rayas en la mano izquierda, la derecha. ¿Nadie ve? Descubro un conocimiento mojado y retorcido y siguiente:

Soy hermoso.

August 19, 2008

Lo mejor de …El plan…

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

copyremix

De la Redacción de Estruendomudo

Desde el blog vecino …El plan…, del profesor de derecho Hiram Meléndez Juarbe, nos llega una excelente explicación de la última decisión del tribunal federal sobre los derechos de propiedad intelectual en los mundos virtuales relacionados con las licencias de Creative Commons. Pulse aquí para leerla.

August 18, 2008

Fragmento del cuento “Los hijos de Sergio Medina”. Escribe José Liboy Erba

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

salsita

Escribe José Liboy Erba

Muchos años después de su oscuro nacimiento, Sergio Medina escucharía una tonada de salsa que le traería la falsa reminiscencia de una pareja que bailaba en las calles de la ciudad en la que aparentemente había nacido. Sus padres actuales eran un contable y una dietista. Ella lo había tenido del tanque en una resaca de niños sin padres. Heredaban no solamente al bebé, sino las enfermedades de los padres. Medina, pensando en padres desconocidos, miraba en la distancia la hecatombe de aquella ciudad en la que no había podido nacer. De las canciones de salsa que le llegaban de allá, de las letras que escuchaba, no le quedaban sino unos vagos recuerdos, cuando por fin tuvo tiempo para pensar que no estaba con sus padres naturales. La imagen de unos bailadores le llegaba insistentemente, pero ni de ello podía apercibirse ahora. Cuando fue a la universidad, tuvo que donar un hijo. Las muchachas con las que habría podido salir, si no se le hubieran requerido esas células, ahora lo consideraban un pobre miserable que no podía hacer nada para impedir que le pidieran hijos.

Se le encargaba ahora bregar con un lote de células de hijos, que como él no tenían padres. No había encontrado candidatas idóneas. Las familias pudientes que trataban de esconder sus embriones ya habían desaparecido también. Recordaba haber leído una novela sobre la herencia de unos niños alemanes que el Tercer Reich le dejaba al mundo. Estaba leyendo esa novela sin saber que él mismo era una herencia, sólo que sin padres. La canción de salsa le llegaba a los oídos limpiamente. Los cencerros y los timbales resonaban en su cabeza. Una descarga de piano que siempre le confiaban a un tal Palmieri, lo hacía pensar que hasta en la música hay una persona que se faja mientras los demás no hacen nada. Pensando en esto, se trepó en el carro de sus padres de crianza y decidió ir a vender algunos anuncios. Su padre de crianza lo había anunciado para los veinte años. Ya en este mundo, los que se iban a casar no conocían familias de muchachas. Todo se hacía estadísticamente. Seguir hilando palabras, que después no quedaban en nada. Pensar en el cabello rubio de los personajes de las novelas de espionaje que le había dejado su papá de crianza, ahora recientemente fallecido. Trató de imaginar una carrera de caballos, algo que lo sacara del ensimismamiento. Algo que aunque fuera un libro le llamara la atención, pero ni modo.

Para escapar del terrible calor tropical y del teclado de la computadora en la que escribía su historia, pensó ir a la librería. Pero ya los libros no le decían nada. Su hermano le regaló una tarjeta para celebrar que era padre, aunque su hijo había nacido del tanque también, aunque él quisiera ser un padre que no olvidaba a su hijo. La verdad es que ni con el hijo vivía. Las mujeres estaban tan acostumbradas a parir esos hijos anónimos, que el hecho de que un padre fuera la excepción, no le permitía a nuestro amigo cambiar el signo de los tiempos. Así que entes de ir a la librería, fue a la universidad y encontró que la librería de la institución, en la que compraba libros baratos, ya no estaba abierta y que el periódico de izquierdas que de cuando en vez auscultaba, estaba por cerrar por falta de lectores. Un comienzo de vanidad le hacía pensar que podía, si quería, publicar sus cuentos. Pero a nadie le interesaba realmente la historia de un embrión perdido como él. Pensó, como es de esperar, que su padre de crianza lo había sido todo en la vida y que ya no le quedaba un sitio a donde ir, ni una meseta a la que subirse, ni una fonda en la que pudiera comer siquiera una comida caliente.

Recordaba ahora a la muchacha estéril que le había pedido el bebé de regalo. Era una mujer bonita a la que él fue a ver como si le celebrara un cumpleaños. No es que quisiera salir del bebé, pues le encantaban, pero quería hacerle ese regalo a la muchacha impedida. Recordaba que ella estaba de lo más contenta y con la esperanza de ser madre, aunque le decía para disimular el traspaso, que en realidad se quería casar con él. Sergio sabía que ella no quería casarse realmente, sino que estaba esperando el regalito de la célula. ¿Era esto una recesión? ¿Por qué, si él mismo era un embrión descartado, había tenido que encargarse del nacimiento de su hijo, igualmente descartado por la mujer que estaba con él? Pensaba en esas mujeres de Nueva York que no sueltan prenda nunca y que le dejaban esos huevos en la isla para que se defendiera. Especialmente en esta última década, las muchachas de Nueva York habían tapado el banco de tantos hijos que habían dejado sin nacer.

El lote de células había crecido muchísimo desde entonces y había que liquidar el banco injertando algunas células. El problema eran las candidatas que no era tan fácil conseguir, sobre todo porque los padres no se ocupaban de que nacieran sus hijos como debía ser. Estaba leyendo ahora una novela donde la protagonista hablaba de los sombreros que tenían que conseguir los padres cuando se casaban con una muchacha pobre, pero apenas le quedaba memoria de esa novela. Así que ahora estaba por emborracharse en alguna barra de ciudad, porque el trabajo que le tocaba era harto impopular. Tener que ponerse a conseguir padres era la peor encomienda. Llamó por teléfono a un muchacho que también era un embrión descartado, aunque no era tan infeliz como él.

El muchacho le dijo que fuera a buscarlo a su casa, pues pensaba aliviarle la tarea llevándolo a una feria. Especie de circo itinerante y feria, guardaba algunas monstruosidades biológicas. El muchacho descartado lo llevaba para que se diera cuenta de que por lo menos no eran personas deformes. Le hacía ver que pensar en la legitimidad de su ascendecia era como pensar en el oro de una pulsera de reloj. Poco importaba que una madre desfavorecida lo hubiera dado a luz. Lo que importaba era el amor que le pudieran dar los padres escogidos. Pero Sergio tenía esa estúpida reminiscencia de una pareja de bailadores, y al parecer, como estaba empeñado en visitar la ciudad de Nueva York, donde se había obtenido la cepa que le había dado la vida, el muchacho que era como él nada había podido hacer para sacarlo de esa nostalgia falsa.

Falsa porque a Nueva York no había ido nunca. ¿Cómo podía recordar unos padres con los que nunca había estado? ¿Cómo imaginaba una pareja de bailadores que se querían, pero que no podrían estar toda la vida juntos? Y ahora que había tenido que donar un hijo él mismo, se le acrecentaba esa idea. Esto ya estaba quedando como un viejo cuento de los de su país. Un poco agobiado por el peso del calor, y sin maña de hacer mejor, le invitó una cerveza a su amigo. Pasearon por la feria un buen rato y no encontraron nada feo. Se lo habían llevado todo para otra parte. No había nada feo que ver, así que viraron sobre sus talones. Tamaño trabajo le esperaba ahora, que tenían que visitar varias parejas sin hijos. Ya no era lo mismo que celebrarle una fiesta de cumpleaños a una muchacha bonita, aunque desfavorecida.

El tierno riel de la vida que a todos nos acoje, se lo llevó de la feria ese día porque tenía mucho trabajo que hacer. Ya para empezar, vio en la portada del periódico que iba a cerrar, una pareja que pedía cien mil dólares por dar a su bebé. Ella era como una maestrita del sistema público, y él aunque había sido campeón de natación, estaba ahora con una venerable barba blanca. Recordaba que él no le había cobrado nada a la muchacha que tuvo a su hijo, por el hecho de no ser únicamente un embrión descartado el que le regalaba, sino por el hecho de que tuviera un defecto en la mano que le impedía, como los otros, vender a sus hijos. Eso pensaba este señor, cuando una nueva pareja se les apareció. Ella estaba con medicamentos porque no quería tener hijos con defectos y prefería pagarle a la pareja del nadador y la maestrita. Pero no podía pagar cien mil dólares, así que estaba con medicamentos. El cuento perfecto que pensaba escribir Sergio, no podía hacerlo ahora. Nada encajaba bien, todo se iba por la borda, con recuerdos y todo. Pensó en los cuentos imperfectos que había visto publicados en una revista de Carolina, pero ni modo. ¿Cómo convencer a la pareja de que tuviera uno de los embriones sobrantes? El plan médico podía proveer la cepa, y ellos serían como sus padres, que tendrían un hijo que aunque imperfecto, no sería mala persona y quizá hasta le iría bien en la escuela.

Como estaba en la casa con su madre, ahora que su papá de crianza había fallecido, ella le dijo que rebuscara entre los libros viejos de su papá para ver si podía aprender nociones de economía. Con su mamá, vendía paraguas y calendarios, y todo el mundo lo conocía como una persona que iba a ser escritor, pero que por haber tenido que donar un hijo, se habían tenido que retirar de la literatura, pues la gente literaria al parecer no creía en eso. Encontró entre los libros que había leído en la adolescencia, cuando pensaba en sus padres verdaderos, los bailadores, el famoso libro de la herencia del Tercer Reich. Las pájinas ya ajadas por los años, y la sensación de que la ilusión no era la misma, ahora que sabía que la pareja de bailadores en la que pensaba era una reminiscencia de su familia original. Pero ahora ni por nada del mundo estaría con esa gente de Nueva York. La sola idea de tener que bregar con una madre orgullosa que no lo aceptaba lo tenía lejos de buscar la verdad. La novelita de espías de su papá, aunque ya leída y masticada en otros tiempos, le trajo dulces recuerdos de cuando pensaba convertirse en un intelectual, antes de que le pidieran el bebé en la universidad. Había sido bueno querer ser intelectual, es decir, todo el mundo debe soñar con ser inteligente y tener un trabajo inteligente. Volvió a repasar las páginas de la novela. En el primer capítulo, un submarino alemán que iba a llevar la herencia nazi perfecta por todas partes, con fuertes y rollizas enfermeras. Pensaba que él no podía ser personaje de una novela de personajes perfectos, y pensaba que el chicle no le daba para mascar el tiempo de leerla otra vez.

No obstante todo esto, pensó en el recuerdo de las novelas de espionaje, Hay quien imagina que los cuentos se recuerdan mejor cuando no se tienen a la mano, que tener de nuevo el cuento y volverlo a leer no tiene gracia. La literatura que leíamos cuando éramos adolescentes, ya se quedan pequeños como las casas de las abuelas que visitamos en la isla. Ahora que todo le parece postizo, padres y relaciones, aunque no sea cierto, pues esas novelas o los recuerdos de esas novelas de espías son como la pareja de bailadores. Es verdad que le gustaron las novelas sobre la herencia alemana perfecta, pero no pensaría ni aunque fuera perfecto, ser una herencia metida en un submarino. Ahora estaba leyando una nueva novela sobre nazis escapados. El tenderete de libros del Centro Comercial ya no estaba y allí habían leyendo Mi Lucha, de Adolf Hitler.

August 11, 2008

Segundo sobresalto. Otro capítulo de la novela “Hardboiled se llama el género”, de Juan Carlos Quiñones

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

mandala

Escribe Juan Carlos Quiñones

El hombre mira hacia abajo, hacia las rayas de su mano izquierda, como se mira hacia el horizonte lejano. Un mándala destruido, hecho de arenas de colores que el viento voló dejando rastros a descifrar, su mano. Izquierda. Tres rayas, tres navajazos trazos que se cruzan. Esas marcas, intrauterinas, elucubran una historia. Y este hombre es todo historia. Allá, en ese horizonte lejano donde se cruzan las líneas, está oculto lo que se busca, lo que ruega ser revelado. Buscando la historia que le pertenecería (¿el final de la historia que le pertenecería?) él descubre que todos los caminos hoy conducen a Roma. ¿Eran igual ayer? ¿Las rayas? ¿Un destino que se tuerce? ¿O sigue igual? ¿Cómo saberlo? Anoche llovía. ¿Hay una gota de lluvia en esa mano? ¿Hay una noche escondida en los surcos de esa mano?

Flash, y es anoche.

Esa mano, ayudada por la otra, la del otro lado del mundo (otro horizonte, otra historia que contar) aprieta el cuello de un cisne. Eso es lo que dicen las líneas de esas manos.

Drip. Una gota. Esta es roja. Como un peluche. Como un cierto peluche perdido, encontrado, reencontrado.

Zoom a los ojos. Grandes. Grandes. Abiertos como galaxias inmensas. Los ojos son espejos del alma, y eso es un clisé. No es tan clisé que ocultan y revelan gotas, son la lluvia del alma, y son capaces de reflejar la atrocidad y llorarla. ¿De quién son estos ojos que miran con tanto empeño esa mano-horizonte-destino de sí y de otros? ¿Soreno? ¿Quiñones? ¿Hay diferencia? Hay que preguntarle a aquel, aquel que le habla a Galliano, aquel que Galliano convoca como un talismán de aire en sus momentos de zozobra. Ese viaje se hará. Quiñones irá. Pero no hoy.

Cualquier noche. La noche de la atrocidad o la noche del descubrimiento posterior de la atrocidad o aun la noche de la resolución terrible de la atrocidad. En esas mil noches más una, en todas ellas, llueve. En una de ellas se oculta Adelaida y en Adelaida se oculta su peluche y en el peluche se oculta un secreto que esta escritura intenta descifrar. Por ahora, baste con escribir que esos ojos repletos de agua y de asombro reflejan a Adelaida, que está muerta. ¿Qué mano la zozobró? De eso se trata. Si sabemos, si podemos saber que en su mano derecha, ya tiesa, se oculta un peluche como un pajarito cobijado en su nido. Esta imagen es tierna. El cuerpo malogrado de Adelaida no lo es. Por eso la grandeza de aquellos ojos.

Zoom.

July 29, 2008

Tú me complicas la cosa: “Hardboiled se llama el género” Cap. 3 Otra Novela en cantos por Juan Carlos Quiñones

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

wallenda
Escribe Juan Carlos Quiñones
Especial para Estruendomudo

Primer sobresalto

Tú me complicas la cosa. Yo no quería nada más que ser parte de lo indistinto. Ahora tú y yo buscamos a Galliano. Ahora yo y yo buscamos la muerte de Adelaida. ¡Qué cosa! Yo no quería buscar a nadie y ahora busco a dos y tú hablando y hablando. Escribiendo y escribiendo. Ahora yo no sé cómo moverme. A ver. Ahora yo recojo un papel del suelo, cualquier papel pero este, sólo este de entre cualquiera, y ya te amo y digo fuck, si ya la película estaba truqueada de antemano.

Yo soy un personaje.

Ese otro trama otra trama. El se inmiscuye, el escribe mejor que el que me escribe, y hasta habría un miedo de que su historia te atraiga, te seduzca a ti, y entonces yo tendría aquello que los mezquinos llaman la paz. Pero mira esto. Mira, lee, haz con tus ojos lo que haces con tus ojos si llegaste hasta aquí. Ahora Galliano. ¿De dónde carajo ha salido este personaje? Alguien lo busca, alguien lo llama desde el vacío de la página y ya se jodió, porque ya es un Karl Wallenda cualquiera, ya camina fino entre una historia y otra peor. Yo estoy buscando esto que busco. Es posible que ese que escribe a Galliano me ayude en mi búsqueda. Una voz, una persona de palabra lo busca a él. Yo estoy en la calle, salido de ese lugar que saben. Será un cuarto. Será una llamada telefónica. Será la vida. Voy. Yo soy un vulgar hijodelagranputa. Todo el mundo lo sabe. Voy.

July 25, 2008

En celebración del aniversario del Estado Libre Asociado de Puerto Rico

Por: Manuel Clavell Carrasquillo en extranjería

puerto rico 

 

¿Pero cómo yo pude vivir aquí? ¿Qué línea
sedentaria y monótona pudo tirar mi vida;
y cómo en esta aldea chata, feroz y esquiva,
pudo nacer la rosa triste de mi poesía?

-Luis Palés Matos, “Voz de lo sedentario y lo monótono”.

 

SEA LA MADRE DEL ELA, CON LA VENIA DE DONA INES.

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