Nos mudamos! Nueva dirección de Estruendomudo
La tercera época de Estruendomudo continúa en esta nueva dirección.
La tercera época de Estruendomudo continúa en esta nueva dirección.
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=pXKGmCSo7Ro[/youtube]16 de octubre de 2009
Centro Comunal Juana Matos
Cámara: Manuel Clavell Carrasquillo
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=wKzh6TIWG1Y[/youtube]
16 de octubre de 2009
Centro Comunal de Juana Matos, Cataño, Puerto Rico
En la cámara, Manuel Clavell Carrasquillo
Escribe Manuel Clavell Carrasquillo
Esta noticia de El Vocero de Puerto Rico anuncia la salida de la periodista peruana de la televisión puertorriqueña. Estruendomundo reitera su posición editorial en contra de la banalidad del debate nacionalista en relación con los medios de comunicación en la isla. En una de nuestras piezas premiadas, aquella ocasión con el Ier premio de periodismo cibernético ofrecido por el Overseas Press Club (2006), esta Redacción advertÃa sobre la estupidez de juzgar la programación cultural televisiva, radial o la que fuese partiendo de criterios patrioteros y no en los que se refieren a la estética o el contenido.
El silencio general en relación con la calidad y la importancia del trabajo periodÃstico de “Mónica en confianza”, transmitido por el Canal 4 (WAPA TV) apunta no sólo a la pobreza de la discusión pública sobre los aspectos profesionales de las telecomunicaciones, sino también en cuanto a las repercusiones sociales de lo que ocurre en los medios.
La Sra Zevallos demostró profesionalismo en el “talk show”, integración de los problemas locales a debates apropiados para todo público durante una hora completa, nuevos ángulos en viejos trucos temáticos del género menor identificado con la telebasura como el espiritismo y el travestismo, en fin, un “total refresh” de las cantaletas populistas que por años han promovido figuras del patio como Rubén Sánchez, Carmen Jovet y Luis Francisco Ojeda.
A diferencia de dichos presentadores y otros tantos con agendas moralistas, el estilo de Zevallos dista mucho de la boberÃa nacional remilgosa y puritana wannabi. No se trata de que dicha distancia la coloque en las filas del Departamento de FilosofÃa de la Universidad de Puerto Rico. Se trata de aceptar que la peruana enfocaba los temas discutidos de otra manera: Zevallos se distanciaba del falso pudor que tanto celebramos en la isla chijichijá, demostrando que la exhibición decoradita del tabú por supuesto que vende, pero que se puede vender sin que el manejador de los interlocutores sea un hipócrita y, sobre todo, sin acudir al subterfugio fácil de subestimar a los espectadores arullándolos con estupideces sobre el aborto, la eutanasia, la mariconerÃa, el melodrama familiar; los repetitivos temitas ninguneados por los telediarios a todos los niveles radiales, televisivos, rotativos y digitales las 24 horas del dÃa.
Mónica Zevallos es peruana, sÃ. Triunfó en Puerto Rico en medio de los despidos de cientos de trabajadores boricuas, sÃ. Pero hizo un buen trabajo y, más allá de eso, jamás dijo ay bendito al presentar las situaciones más perversas de nuestra cultura. Por eso, en el momento de su baja laboral, me detengo a ofrecerle -como todos los nuestros cuando un otro nos pasma en nuestra cancha- un tÃmido aplauso.
Escribe Manuel Clavell Carrasquillo
Otra vez el insomnio
anteponiéndose imperial al ruido de un descubrimiento anterior
Uno viejo que regresa
como zumbido antiguo fabricado por el “crack†–
traÃdo por los pelos
de las dos patas de un grillo
Ahora se estipula que es proustiano, ciertamente
y recuerdo el tropezón:
I] Caminata
Hay que apearse del auto
para echar a andar el inevitable ‘de dos en dos’
y llegar enchancletado
al faro de Cape Rouge
Marca el trillo
una sincronÃa de morivivÃs en lÃneas curvas
con arcilla pedrisca en la punta más occidental:
En primer lugar / dos cantos de cemento mal ligao
En segundo lugar / unas pajitas amarillezcas
o una pradera seca como la sherry de los acantilados carmesÃ
Oséase: Asà se topa con el Top
y él mismo lo programa para ver
II] Contemplación
Entre la altura de las olas
y el filo de las lajas
se interpone una sensación
de astillas contra la piel
de viento en descontrol
de ataque con vértigo
Se lanza una guerra de sapos y culebras
contra el oÃdo perforado por el aire macharrán
y cobra caro el desbalance de la entrada forzosa:
Arruina la vacación
Asà de malo uno
la pausa es imposible
no se puede contemplar
III] Playa sucia
Un sonido robótico anuncia heladitos de coco y de piña
desde la bahÃa de abajo
Destruye
junto con el sargazo del gentÃo
cualquier recuerdo niño
de la playa virgen anterior
De la Redacción de EstruendomudoÂ
El gran amigo Carlos Vázquez Cruz se lanza al ciberespacio e inaugura un blog en el que cuenta su desencuentro con las palabras que configuran la ciudad de Nueva York. El letrado trotamundos sale de los papeles y las tintas y llega a la era digital por sà mismo, luego de olvidar cómo se lee en Time Square y haber recuperado la cordura momentáneamente frente a una vitrina de panaderÃa. Aquà los dejo con un extracto de sus peligrosos escritos, pero los invito a pasar a su spot en Compli-carlos. Do you swallow?
A veces estoy seguro de que filtrar Nueva York desde mi mirada, violenta su esencia; de que, igual que en todo acto de traducción, un traidor se me acurruca dentro. Temo sacar de contexto la ciudad porque, ajeno, fuerzo su inmensidad concreta para exprimirla con la grandeza abstracta de mis imaginaciones. Quizás, todo responde a mi innata resistencia a la agresión, despierta súbitamente por tanto bombardeo de imágenes y códigos que me penetran… la mente para volverse funcional. Estaré aquà varios años, y, al menos hoy, no sé si quiero “funcional”.
1.
Me hace ruido el tren que, para los demás, suena. También, el subway ataca cuando niños y deambulantes aprovechan el cautiverio en un vagón para vociferar que, con mi dinero, se mantendrán out of trouble. Entonces, me lleno frÃo y tieso, invernal como los árboles. Me niego a contribuir. Digo lo siento, pero no… lo siento. Aflora el miedo; desconozco si a sentirme culpable por esconder la mano capaz de estirar un dólar, a ser responsable del trouble que se les vendrá encima, o a ambas. A fuerza de costumbre, ellos piden con soltura de palabra y cara de piedra; yo rechazo con verbo de piedra y cara suelta. Un tÃmido temblor toca cuerda de arpa en algún espacio virtual del alma. Hay una fibra resguardada –como el corazón y mis odios- en una caja, más bien “torácicaâ€, que hace tanto no abre. El temor sabe que el hueco de su abrazo da mi justa medida y me aprisiona en él. Contra el cristal de esa pecera subterránea, sobre chirridos y rieles, se encuentran mis cuatro ojos (dos y dos; de embuste, de verdad). Mi rostro va pareciendo una cara neoyorquina.
Lucienne Hernández presenta a Guanina en el bar restaurante Biento todos los domingos en El Show de Luci. A continuación, un vÃdeo de Guanina en un show “Pide la llave”, auspiciado por la industria de licores de Puerto Rico.
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=n0eriaiKKTw[/youtube]
Escribe Gloria Carrasquillo Padró
Querido Mando:
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No podÃa dejar de enviarte mi Postal, aquà va con mucho amor:
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El número cuatro, número mágico que encarna los cuatro elementos: tierra , agua, aire y fuego. Recuerden que son cuatro los puntos donde según el Génesis, se crea el universo. Estruendomudo se espera que siga galopando como los cuatro jinetes del Apocalipsis (con ojos por delante y por detrás) después de resonar en los cuatro puntos cardinales isleños y continentales.
También son cuatro los famosos e inmortles Beatles y los Tres Mosqueteros (que en realidad eran cuatro). Al igual que ellos, este blog se lanzó a incurcionar en cientos de enbelecos noveles: microrrelatos, crÃtica literaria y polÃtica, poemas, ensayos epistemológicos unos y medio apendejados los menos… trastornos mentales del editor y sus fieles colaboradores. No podemos olvidar las intrépidas y muy divertidas novelas por entrega -en el ancho espacio cibernético- que nos mantuvieron pendientes, con los pelos de punta y los ojos trasnochados y trasnochadas, dÃa a dÃa.
Qué posmos ni qué posmos, lectores de todas clases salieron de sus escondites y han colaborado a brazo partido durante este tiempo de cruceta, casi nada: 48 meses… Sufran los que creyeron que naufragaba el mudoparlante que navegó contra viento y marea y hasta en plenos preparativos de infame reválida y ahogo sobrio en la orilla en domingo de resurrección.
Cuatro son los juicios kantianos: crean que Estruendomudo entra en lo sólido-lo tangible y en aposterioris. Como que entra en los laberintos intangibles de trabalenguas y en dicciones iconoclastas de atrevidas diatribas de temas kinkis y sin tapujos. Ahh… y no se nos puede quedar que sin temor a la implacable esmeraldina envidia e inquisidora censura, la cual la se pasa por donde no nos da el sol, ha gritado a los cuatro vientos lo que le ha venido en gana. SÃ, se han atacado a los no tan temidos rivales de la cursilerÃa y la hipocresÃa. Han temblado unos y reÃdo otros a diente pelao cuando a rajatablas el estruendo ruge implacable.
Por último, pasemos a la analogÃa de los Cuatro Evangelistas ya que, sin duda alguna, Estruendomudo trajo la revolución en las buenas nuevas, en el cuarto poder, en el arma de la abundante e inagotable fuente de la lengua escrita y en la metafora atrevida y el rico hiperbaton.
Enhorabuena!
Feliz cuarto aniversario.
Escribe Farasch López Reyloz
“Saca la gata de la canasta, que tiene las patas encalambrás, sácala, sácala…”
¿Y si a un blog se le encalambraran las patas y un trémulo frÃo arropara su tinta fraudulenta e impostora, necesitarÃa muletas para dar brincos aun padeciendo el polio del olvido?
Estruendomudo es más que Manuel Clavell y que un bonche de colaboradores pajeros que compartimos alucinaciones. La escritura se despereza y se independiza de su propio administrador… cosa curiosa ésa de administrar las letras como si se sometieran al mercado, al presupuesto, al cuidado o a la estructura.
La cursilerÃa navideña es suficientemente ruidosa para despertar del sueño de los justos hasta a los más perversos. Asà que, como un Drácula que ve caer la noche por primera vez en siglos de bastarda claridad, se levanta LázaroEstruendomudo porque todos pegamos un grito cuando “a las dos de la mañana nos comimos un sopón y se nos pegó un dolor a las 2 de la mañana”.
El silencio impertinente, todo es culpa de Manuel, “puerca sinverguenza, puerca sinverguenza, puerca condená, me dejó la gente toÃta esmayá.”
Pero el estrago literario no nos mató, ninguno de los pajeros ha muerto y, como si de la coreografÃa de Thriller se tratara, hoy bailamos las danzas de la muerte espantá, y asÃ, mientras el Clavell Floripondio reabre la página y le da RCP al estruendo a fuerza de aire mudo, “yo me tomo el ron y la cerveza frÃa porque en Bayamón llueve tó los dÃas.”
La debacle sigue
por Tomás Redd™
Letra inspirada por “La Fiesta de Pilito” de El Gran Combo
Si el año pasado
tuvimos problemas
quizas este año tengamos más
Pero no se apuren que estruendomudo
4 años lleva ya
Y cuando se está
acercando la fecha de su aniversario
es fecha pa’ vacilar
y tú no olvides viene
otro año de estruendomudo, época de vacilar
Como dice su padre, Manuel Clavell:
a comer pasteles, a comer
lechón, arroz con gandules
y a beber ron, que venga morcilla
venga de tó
y que se chave tó compai
olvidemos tó ok y a gozarlo tó
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=Ftdu8IHjNUw[/youtube]
Luis Andrade del blog Cambios y Reflexiones, fiel lector y colaborador de este imbunche maldito con guille pequeñoburgués, nos envÃa estas tarjetas postales rockeras en celebración de nuestro cuatrienio. Un abrazo Luis, saludos a Julie y gracias, m.
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=sgiITngROqc[/youtube]
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=ioAkgF60-Tk[/youtube]
Estruendomudo es una tortura, de esas que molestan por el dÃa, pero te dejan con un picor placentero por la noche. También ha sido un dolor de cabeza intenso y una arruga en el ceño que no hay Botox que la quite.
¡Feliz aniversario!
Mariela Fullana Acosta
Escribe: Manuel Clavell Carrasquillo
El poeta Rafah Acevedo hace una invitación pública a través de Facebook para que sus friends hagan la lista de los mejores libros que han leÃdo en el año 2008. Les presento la mÃa como anticipo al cuarto aniversario de este blog, que se celebra el 31 de diciembre a las 11:59 de la noche.
He aquà mis fetiches literarios de 365 dÃas; los de cabecera, los que me han hecho pensar y gozar en silencio, los que -en su mayorÃa compré como resultado de un vicio incontrolable en la librerÃa La Tertulia del Viejo San Juan y RÃo Piedras, o me regalaron, los que quisiera compartir con todos los amigos y también con los extraños.
Autosucción, Arnaldo Sepúlveda
Clarice: Una vida que se cuenta. BiografÃa literaria de Clarice Lispector, Nadia Battela Gotlib
Boringkén, Urayoán Noel
Los libros arden mal, Manuel Rivas
Un hombre, Oriana Fallaci
Historia de la sexualidad 1 y 2, Michel Foucault (Relectura)
Half a Life, V.S. Naipul
Inquisiciones peruanas, Fernando Iwasaki
None of the Above: Puertoricans in the Global Era, Frances Negrón-Muntaner
Canto castrato, César Aira
La historia y el siglo inconsciente, Esteban Tollinchi
Code and Other Laws of Ciberspace, Lawrence Lessig (Relectura)
Other Colors: Essays and a Story, Orhan Pamuk
La cabeza, Pedro Cabilla
La tarjeta postal: De Sócrates a Freud, Jacques Derrida
Fiel fugada, Noel Luna
Dos centÃmetros de mar, Carlos Vázquez Cruz
Hugo Margenat: Poeta agónico, Ramón Felipe Medina
Sexto sueño, Marta Aponte Alsina
“Hay muchas cosas por leer y la vida no es tan breve como se piensa, dice Roberto Bolaño, asà que con él los dejo en el video.
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=NiUdeiW6_1w[/youtube]
De la Redacción de Estruendomudo
Foto de Juan Soto Meléndez
Ay Virgen del Carmen, Estruendomudo cumplirá 4 largos años el 31 de diciembre a las 11:59 pm ( este blog es un anciano) y habrá que celebrarlo haciendo homenaje a los Ãdolos culturales que nos han inspirado durante todo ese tiempo perdido. ¿En busca de qué vamos hacia los confines del ciberespacio y la blogosfera creative commons, convergence, y cultura free? Bueno, para empezar, el lema que se exhibÃa en el formato original de este imbunche decÃa: “Un chorro de tinta de embuste perdido en el espacio”.
Ahora no somos más que archivo de embuste y seguimos perdidos en el espacio, una colección de escritos autobio de tó categorizados en FRAGILIDAD, EXTRANJERIA, DESVÃO, INCONTINENCIA, PRETEXTOS y UTOPÃA que se concibieron para que nadie los leyera, como un grito mudo en medio de una crisis editorial y personal, como diario que podrÃa aguantar cualquier cosa que se le tirara a cualquier hora, bajo cualquier concepto, redactada bajo los efectos narcóticos de cualquier mood.
Para sorpresa nuestra, la gran Cuca Gómez lo explica todo, todito, todos nuestros malos cascos literarios, nuestro apego incondicional al kitsch y al queer fest, nuestra conocida obsesión por llevar las palabras hasta las últimas contra cualquier intento de que “se entienda”, a cambio de ningún laurel y ningún lector más todos los posibles vagabundos que vengan a dar contra este seto, muro de las lamentaciones, piedra de toque, cuchitril.
Sin más preámbulos, les agradecemos su fiel sintonÃa, sus participaciones en los certámenes y los comentarios; los dejamos con Cuca, la reina de la Manteca Crisco que nos une asà en las tortitas de la escritura partÃa/bleached, la Gómez, la regia matrona y nunca bien ponderada periodista de farándula que siempre quisimos ser.
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=BF1PEgBLKuM[/youtube]
Carlos Almonte, el distinguido bloguero encargado del proyecto Archivo Bolaño, me acaba de anunciar que publicó una reseña mÃa sobre la novela 2666, de Roberto Bolaño, en su bitácora resurreccionista del espÃritu del gran escritor crackero. Desde acá en la Ãnsula, le damos las más sinceras gracias por introducirnos al los lectores chilenos. El texto se llama “La última voluntad de Roberto Bolaño”. Que lo disfruten, ciao, besos.
–mcc
Por la Redacción de Estruendomudo
Hermanos: En verdad de verdad os digo que este blog se complace en presentar la segunda novela por entregas del escritor Juan Carlos Quiñones. La primera, titulada “Adelaida recupera su peluche” está disponible en la columna derecha de esta página para su deleite y fue publicada aquà en 15 cantos hace varios años, traduciéndose en un éxito under de la blogalaxia.
El experimento actual consistirá en ir publicando capÃtulo tras capÃtulo de “Hardboiled se llama el género”, texto que a su vez complementa el de “Adelaida”, tal y como el escritor los vaya produciendo y entregando.
La primera salida de “Hardboiled”, luego del adelanto del capÃtulo 0, titulado “Dos pecados”, está pautada para el martes, 22 de julio de 2008, antes de las doce del mediodÃa. Sed pacientes, aguantad el fin de semana, que no los defraudaremos tan pronto.
De otra parte, los capÃtulos de la novelita comercial e inédita “La ponka asesina”, de Manuel Clavell Carrasquillo, serán publicados en serie un dÃa después del capÃtulo de “Hardboiled” porque el autor no pudo resistir la charritentación de copiarse de su amigo Quiñones.
Hasta entonces tengan todos besos negros hasta los futuros amaneceres frente al mar o en las orillas de los rÃos Y CUIDENSE DE LA PONKA!!!!
La Redacción de Estruendomudo y la perra Gaika reproducen a continuación su trabajo en relación a la obra del distinguido escritor puertorriqueño Juan Antonio RodrÃguez Pagán en ocasión de su fallecimiento. De una parte, Manuel Clavell Carrasquillo reseñó su libro “Asà que pasen cinco años: Una propuesta surrealista de Lorca“ en el periódico El Nuevo DÃa y, de otra, el dueño de la majadera perra Gaika hace mención de un incidente que ocurriera con el también poeta en un recital de poesÃa en el Nuyorrican Café del Viejo San Juan. Descanse en paz tu generosa pluma, Juan Antonio.
Me confiesas la enfermedad y voy directo
a soltar todo lo que tengo para tocarte y ver si es el calor.
Te desabotono la camisa del trabajo y extiendo los dedos hacia tu cuello.
Voy a tomarte la temperatura.
Aunque lo deseo desde hace tanto tiempo, aún no te dejes tocar.
Mi amor, son tantas cosas, estás en High!
But, sorry, I digress. Nuestro asunto es que algo asà le ha pasado a Adelaida. Nunca encontró su espejo, pero al final es probable que ya no le hiciera falta. Es muy probable que no le hubiera hecho falta desde un principio Yo no sé. Sà sé con certeza que al final encontró una cosa, y sospecho que es posible que hasta haya encontrado dos. Pero esto último no lo puedo jurar, pasmado lector. En cuanto a esto estoy tan atónito como tú. Ayúdame, lector, decide tú. Tus sospechas han de ser probablemente tan falsas como las mÃa, pero una falsedad acompañada es menos falsa que una sola. Y falsa será, a fin de cuentas, cualquier cosa que Adelaida pueda encontrar dentro de ese lugar al que se fue, esa región nada transparente en que se ha metido. Dentro de mÃ, que no es lo mismo pero es igual. Yo no sé lo que tú pienses pero, al menos, eso es lo que pienso yo.
Cosas vinieron. Cosas vinieron, o tú fuiste hacÃa las cosas, Adelaida. Ninguna encajaba del todo, ninguna satisfacÃa a cabalidad, pero la plenitud, sentÃas, no era requisito en esta búsqueda, en este palpar de cosas que venÃan, que habÃan estado, que se habÃan ido hace mucho. Ya Adelaida no estaba, o tú no estabas. Exeunt.
Afuera el cuello dolÃa, se ponÃa rojo y el aire ya no tenÃa cabida en los pulmones. La lluvia se acumulaba en tu boca, en tus ojos, formando una lámina transparente. Sus ojos.
Puta, te decÃan. Puta, te repetÃan, y apretaban. Y apretaban. Pero adentro, antes que afuera, ya tú te despedÃas.
No, les respondiste. No. Yo no soy ninguna puta. Yo soy Adelaida. Solo yo. Sola yo. Solamente yo
-Pu/
Pero se añubló la transparencia de aquellos ojos. Se le rompió la palabra a aquella boca a media lengua. Se le rajó aquel nombre por la mitad a aquella lengua en medio de la voz. Porque te miró entre las piernas con aquellos ojos de vidrio que se le hicieron agua cuando encontraron algo allà donde no debÃa haber nada. Cuando encontraron en el lugar de la falta lo que debÃa faltar, lo que de ningún modo debÃa haber estado allÃ. Lo desquiciaste, Adelaida. Lo desquiciaste.
Y sonreÃste.
Adelaida. Coño. Yo me llamo Adelaida.
Y, atravesada por una descomunal carcajada, te sumergiste en aquellos ojos, te anegaste en la inquietud de aquellos ojos recién nublados por la niebla del terror y allÃ, digo yo, encontraste aquel peluche que se te habÃa perdido.
Bruno Soreno
San Juan, 1999 / Nueva York, 2000
Léalo aquÃ.
Aviso: El último capÃtulo de Adelaida recupera su peluche: Una novela en cantos por Bruno Soreno se publicará CON TODAS SUS SORPRESAS POST-PROSTIBULARIAS este jueves, 29 de marzo, sólo en Estruendomudo (Blog anti-all).
Allà quedará para siempre disponible para los lectores, que podrán acceder a su desórdenes de personalidad buscándola en la columna derecha (links for dummys) de esa bitácora disfuncional.
Besos negros hasta que vuelva a amanecer
de
La Redacción de Embuste o
PERDIDA EN EL ESPACIO, Ltd.
Escribe César Vallejo
XIII
Pienso en tu sexo.
Simplificado el corazón, pienso en tu sexo,
ante el hijar maduro del dÃa.
Palpo el botón de dicha, está en sazón.
Y muere un sentimiento antiguo
degenerado en seso.
Pienso en tu sexo, surco más prolÃfico
y armonioso que el vientre de la Sombra,
aunque la Muerte concibe y pare
de Dios mismo.
Oh Conciencia,
pienso, sÃ, en el bruto libre
que goza donde quiere, donde puede.
Oh, escándalo de miel de los crepúsculos.
Oh estruendo mudo.
Odumodneurtse!
Llegaron a su casa y ni tú ni yo sabÃamos dónde quedaba eso, porque a ti no te importaba ni a mà tampoco. A ti, porque sólo te importaban sus ojos libres de niebla; a mà porque no viene al caso. Estaba lloviendo. Corrieron con las manos entrelazadas hasta la puerta y él, always the gentleman, la abrÃo de prisa y te dejó pasar. Mojaste el piso con agua de lluvia. Esto lo recordaste después, por asociación de agua (agua+agua=agua). Una salita atestada de libros. Me dijo que era escritor, recordaste. Cuidado, los escritores y poetas y ese tipo de gente están todos locos, te susurró Adelaida al oÃdo. Tú la ignoraste. Descubriste que, cerca de él, se te hacÃa cada vez más facil ignorar la voz de Adelaida. Cuadros hermosos y terribles en las paredes. Tiene buen gusto para el arte, pensaste. Adelaida: esos cuadros son caros. Buena señal. Significa que tiene dinero. ¿Y ahora quién es la puta, Adelaida? ¿Tú o yo? Ahora resulta que tú eres la puta que busca venderse al mejor postor. Como decÃa mami: al que le caiga el sayo… Magistral touché de Adelaida para Adelaida, para que no joda más, sonreÃste. ¿Pero no me habÃas dicho que nunca usas tu nombre? Le preguntaste, mientras hojeabas el libro que estaba abierto sobre la mesita de centro. Todos los nombres el nombre, por Bruno Soreno, decÃa la portada. Es cierto, yo nunca uso mi nombre. Por favor, no leas la página en la que estaba abierto. Es un libro que escribà hace mucho tiempo. Aún estoy trabajando en él. Pero/
Llámeseme entonces por otro nombre. Llámeseme por el nombre de Todos los nombres el nombre.
Y yo te comprendo, Adelaida. Yo comprendo que quisieras contrarestar el frÃo de la noche y de la lluvia, con el calor transparente de aquellos ojos, borrar la rudeza y la violencia de aquellas otras manos bruscas y anónimas que intentaron mancillarte bajo la lluvia aquella noche con estas manos ya y ahora sà deseadas y con nombre. Pero aún no ha parado de llover, Adelaida. Pero/
Estás toda mojada, y tu blusa está hecha trizas, Adelaida, te dijo. ¿Te gustarÃa cambiarte? Te preguntó Bruno. Un baño caliente tampoco serÃa algo demasiado terrible, le respondiste, recurriendo a su suave ironÃa. Bueno, en noches como ésta, nunca se sabe, te dijo, y te guiñó un ojo deliciosamente, ocultando su transparencia. Nunca se sabe lo que puede ser terrible en una noche cualquiera. Voy a buscarte una toalla.
En fÃn, que Adelaida practica el salto acróbatico del terror al deseo. Varios tragos más tarde aquel hombre te dice que ya es bastante tarde, que si deseas que te lleve a tu casa. Tú le respondes que, después de lo que te ha pasado esta noche pasar la noche sola en tu apartamento no suena precisamente como una delicia. Él sonrÃe, reconoce tu cita de su witicism. Carajo, que el tipo es un encanto. Que si prefieres que te lleve a casa de alguna persona, una amiga, no sé. Recuerdas a Lucy (¿me puedo quedar en tu casa esta noche? Me ha pasado algo terrible) pero tú estas en la zona-euforia de tu alma, el alcohol y la noche titilante te titilan la piel, y aquellos ojos, te sientes valiente, atrevida, segura. SonrÃes tu sonrisa naughty, aquella que odiaba tu mamá y que odia Adelaida (puta, coño, cuándo vas a dejar de putear de una vez, ¿es que tú no aprendes, coño?), y él comprende de inmediato, tipo perceptive, sensible, piensas tú, qué rico, no se le escapa una, te dice que tiene una botella de vino en su casa, que si quieres pueden tomar una copa allá y luego decides. ¿Que cómo erez capaz de lo que sigue luego del trauma que acabas de sufrir no hace unas horas? El alma, ya he dicho, es como el hÃgado y como un dios. Ella se mueve de modos misteriosos.
Entras en su automóvil, entran con cuatro gomas en las calles de la noche traicionera en la ciudad. En el trayecto a su casa continúa el guión, el sketch de melodrama mediocre que habÃa comenzado en el bar. Continúa el cuestionario. Tus datos, Adelaida, no nos importan. Sabrá dios si a él tampoco. Pero esto tampoco importa. Sólo bastará decir que estudiaste en la iupi y que hace unos meses te has mudado sola a un apartamento en Miramar. Esto lo dices por las razones obvias. No es importante que le digas que te fuiste de tu casa cuando tu madre se murió de una rebelión fatal del músculo cardiaco causado, según Adelaida, por tus perennes ecxesos. Estás embriagada, y también de deseo. Que eres una muchacha sensible, inteligente y liberal no se lo has dicho in so much words pero has intentado insinuárselo, ya que él te ha dicho que es escritor, y que también estudió en la iupi, humanidades, filosofÃa y literatura. Se te ha convertido en un reto seducirlo ya no solo fÃsicamente (porque ya tú estás convencida de que él te desea, ¿verdad?, ya tú has leÃdo e interpretado las señales, has escuchado el compás de los latidos de su corazón, has puesto las señales en los encasillados correspondientes ¿no?) sino intelectualmente, en ese nivel de allá arriba que tú nunca has entendido bien pero que acaso te interesa, te seduce, o al menos te causa cierta curiosidad. Que si ha publicado algo, le preguntas, para leerlo, y él te responde que sÃ, pero que nunca usa su nombre. Te ha dicho que, si te portas bien, te dejará leer su último trabajo, que está en proceso. “A lo mejor te convierto en uno de mis personajes†te ha dicho, con una sonrisa a flor de labios. Yep, piensas. Lo tengo en la palma de mi mano.
Esto que sigue es una de esas cosas que pasan de noche en la noche indescifrable que son en sà mismas indescifrables, una cosa que tú misma, Adelaida, no hubieras podido adivinar ni por carambola. Una de esas cosas que ni yo mismo fui capaz de anticipar. Tú, descreÃdo lector, caerás de culo y quedarás lelo con la trastada que se jugará la noche esta noche de noches única entre las noches. Y que conste que esta jugada inesperada no la juego yo, ni Adelaida, que es un pretexto y un invento mÃo para narrarme, para contar, para ser. Esta jugada se la lleva la noche que es experta en taumaturgias. La mesa gana. Tanto yo, que soy este cuento que se llama Adelaida reencuentra su peluche, como Adelaida, personaje mÃo y que me habita, tendremos que leer como tú, lÃnea por lÃnea hasta mi última lÃnea para quedar atónitos todos juntos ya con el desenlace inesperado de este enlace inesperado y de este cuento, que es todo lo mismo y una misma cosa con antifaz de muchas, de muchos, cosas, cuentos. Aún cuando yo conociera mi desenlace yo confieso que no me lo explico, y quizás mi única razón de ser es el intento fútil de que tú, pronto atónito lector, me lo expliques y de ese modo me expliques a mà mismo.
Las causas de las agitaciones del alma son diversas y afectan diversas zonas del alma de modos distintos. Por ejemplo, hace una hora toda tu alma estaba jamaqueada como un tembleque por el terror. Ahora ciertas zonas de tu alma vibran con distintas resonancias como un instrumento que se va afinando, se va acompasando a los ritmos de aquellos ojos, a ciertas melodÃas aún no muy diáfanas que las zonas-oÃdos de tu alma escuchaban surgiendo de aquellos ojos. El amor es un conjunto de acordes y discordes que resuenan adentro de ciertas zonas del alma y un aparato audiofónico que escucha e interpreta todo lo que ve, todo lo que oye. Es un filtro y una agitación del alma. Te estabas enamoriscando, Adelaida. Esto tú lo sabÃas, y también yo. Y más: tú querÃas que él lo supiera, pero no al modo en que alguien se entera de alguna noticia, esto es, siempre diferida en el tiempo. Tú querÃas que él lo supiera ya.
Tú no te hacÃas preguntas, Adelaida, y las preguntas que le hacÃas anticipaban respuestas que ya tú tenÃas preparadas de antemano para encajarlas en los encasillados correspondientes. De modo que del lado de allá, nada. De detrás de la tibia transparencia de aquellos ojos no se transparentaba nada. Esto tú no lo sabÃas, no lo percibÃas, tan ocupada estabas rellenando esos vacÃos, esas casillas con tus propios contenidos deseados y con los nombres que tú les dabas. Y todo esto transcurrÃa mientras todo esto otro acá trascurrÃa al modo del lugar común, un hombre y una mujer platicando, practicando el rito gastado del cortejo y la seducción en un bar donde se puede, como en una pelÃcula de tercera. Porque eso es lo que estaba ocurriendo, ¿no es cierto, Adelaida? Como en una novela de CorÃn Tellado.
No me deja de sorprender la facilidad camaleónica con que los personajes de una historia cambian las disposiciones de sus almas, asÃ, en un dos por tres, de la tristeza a la alegrÃa, del terror al deseo. Las rutas que llevan y traen de un lugar de éstos a otro me son insospechadas y sé que muchas veces también les son ignotas a los personajes de los cuentos. Yo, del lado de allá, de gentes de carne y hueso y de sus costumbres cotidianas y espirituales no sé un ápice, pero sospecho que esto ha de ser un intento de mÃmesis, una imitación mediocre que hacen los personajes de la gente de carne y hueso pero desde el lado de acá, desde la página. Lo que algunas veces no perciben los personajes es que en ese tránsito mimético nada se queda igual, todo lo que se mueve de allá hacia acá se deforma, se transforma. Generalmente estos intentos (por lo demás inútiles, pienso yo, porque en verdad del lado de acá nos bastamos bastante con nosotros mismos, creo que podemos prescindir del caos y del aburrimiento que cunde en el lado de allá, el de la vida) devienen parodia y provocan la carcajada. Y siempre, al menos para alguien, terminan mal.
“Pues welcome to the clubâ€, te respondió el hombre. Asà es que la noche voluminosa da vueltas y revueltas en esta ciudad. Es una cosa para quedarse pasmado. Porque resulta que el hombre te dijo que ser apuntado por un revolver y ver la muerte a los ojos por el mero hecho de intentar ayudar al prójimo no es exactamente una delicia (cosa indudable, digo yo) y que esta experiencia no pasarÃa a los anales de su vida como una de las más agradables. A ti te agradó su suave ironÃa, en otro estado de cosas pudiera haberse dicho que te sedujo, pero fue otra cosa que tú no sabes, Adelaida, ni yo tampoco, otra cosa que dijeron aquellos ojos la que te apaciguó el miedo y te llevó un poco más allá de la vergüenza y la pena, un poco tangenciando la curva del deseo. Además, pensaste, aquel hombre -al igual que tú- habÃa vivido su dosis de infierno aquella noche. Aquel hombre habÃa sentido el miedo, igual que tú. Eso de cierto modo los aunaba. ¡Estás loca! ¡Mami debe estar arrancándose los pelos en la tumba si es que le quedan a la pobre, bendito, que ya en vida estaba casi calva! ¡La vas a rematar!, te gritó Adelaida cuando te tiraste sin coger impulso y le dijiste a aquel desconocido que, ya que ambos habÃan visto a la muerte de cerca aquella noche, no estarÃa mal que intercambiaran historias. Además, era caso indudable el hecho de que, luego de los torbellinos acaecidos, un trago no les vendrÃa nada mal a ninguno de los dos. Vete al carajo, le dijo Adelaida a Adelaida. Mami está muerta, y si ya una vez la maté, que la remate no le hace. Era la zona-alma de tu animal, Adelaida, tu alma maltrecha pero en la lucha, Adelaida, ansiosa de lo cotidiano de unas palabras, de contar para sanar, cara Adelaida. Era la transparencia de aquellos ojos.
La noche
Ya he dicho que la noche es un travesti vertiginoso, un camaleón, un kaleidoscopio. Es un carnaval polifacético, una galerÃa confusa de rostros aveces siniestros, aveces beatos. Todo es lo que parece, o se le parece. Su sinceridad es su mayor engaño.Su capacidad de transformación, la rapidez con que cambia de antifaz, sin embargo, es algo que no deja de asombrarme. La noche de esta ciudad padece de deficiencia de litio, cambia sus moods de un modo antojadizo como una montaña rusa, ahora arriba, ahora abajo, ahora al derredor, y uno nunca sabe dónde está parado ni adonde irá uno a parar en el próximo momento.
Como por ejemplo que te fuiste con aquel hombre (¡quién lo iba a decir!) hasta el Aquà se puede, que pidieron un trago, intercambiaron nombres sin apellidos y se contaron historias. No, tú le contaste tu historia, la de esa noche, y contársela tuvo el efecto de contar hasta cero en retroceso desde el número cincuenta y seis. O como contar ovejas entre las sábanas, porque ya lo contado se parecÃa a la materia de los sueños y el alivio de descargar la zona-memoria de tu alma en los oÃdos interesados de aquel desconocido te permitÃa casi practicar el borrón y cuenta nueva, dejar atrás, trasladar el recuerdo a otro apartado de la zona-memoria de tu alma, porque aquellos ojos. Hasta aquà todo iba pasando como en las pelÃculas.
/Yo me llamo Adelaida, le dijiste.
/Bruno, te dijo él. Yo Bruno.
Resulta que, al parecer, la zona miedo de tu animal se escandalizó en vano. Resulta que ésta parece ser tu noche de suerte. Y todo el mundo sabe que un rayo no cae dos veces en el mismo sitio. En lo que semejó una carrera inaudita entre mujer y máquina, el auto y tú se enfrascaron en una fiera competencia para ver quién llegaba primero al frontón de la FARMACIA NOCTURNA. Más inaudito fue el hecho de que llegaron en un empate a la meta. Tú corriste sobrehumana, más allá de tus fuerzas. Esto suele ocurrirles a las vÃctimas que sufren del terror-pánico, y en tu caso hay que admitir que no era para menos. En la travesÃa de esos trescientos metros tu corazón
/se detuvo tres veces sucesivas
/se transmutó a jirafa
/a zapato
/a luna encendida
/a una canción de Nino Bravo que hablaba no se qué de las ballenas
/a la directora perversa de tu escuela intermedia.
Esto es: que querÃa salirse de sà mismo, no ser ya esa cosa apabullada de miedo que era. Sentiste que te habÃas meado encima, pero esto resultó ser una falacia provocada por tu estado desmedido de agitación, por lo demás del todo comprensible dado lo que habÃas pasado no hace más de media hora. But I digress. Resulta que entraste desesperada a la farmacia gritando como una loca que un violador te estaba persiguiendo. No viste cuando el conductor del carro entró a la farmacia detrás de ti. El farmacéutico (que era el dueño y también el único empleado de la farmacia a esas horas y que leÃa un número viejo de la revista mexicana ¡Alarma!) sacó un revólver descomunal y, sin inmutarse, se lo apuntó al pecho al conductor del vehÃculo que acababa de entrar tras de ti. Comprendiste de inmediato que el farmacéutico te protegÃa, de modo que te volteaste para enfrentar a tu atacante y viste el rostro del hideputa que habÃa intentado violarte hace exactamente media hora sobre el rostro del hombre que acababa de entrar detrás de ti y que hacÃa de blanco para el revólver descomunal que le apuntaba el farmacéutico. Esta superimpocisión de rostros, sin embargo, resultó ser otra falacia provocada por tu estado desmedido de agitación, y sólo duró un segundo. Disipado el espejismo, pudiste ver cómo el rostro de aquel hombre agobiado de pasmo y confundimiento palidecÃa ante tus ojos hasta volverse blanco como las luces fluorescentes que iluminaban la farmacia, o como tus dientes. Supiste que aquell hombre estaba atestado de miedo. Alzó las manos bien altas mientras balbuceaba que él no habÃa hecho nada malo, que se habÃa detenido para ver si la dama que iba corriendo por la acera necesitaba alguna ayuda, ya que parecÃa huir de algún peligro, nada más. Él sólo querÃa saber si la dama estaba bien y si podÃa serle de alguna utilidad. Las rodillas le temblaban como tembleque y no dejó de tiritar hasta que el farmacéutico bajó el arma y tú suspiraste hondo, avergonzada por el escándalo causado y aliviada por descubrir que todo habÃa sido una falsa alarma. El hombre, aún con resaca de sacudidas teutónicas, se dio vuelta para retirarse, dijo algunas cosas incomprensibles por lo bajo y fue entonces cuando sentiste pena y culpa por haberle causado a aquel inocente tamaño susto. Eres una paranoica sin remedio, una patética, mira el susto que le has hecho pasar a este pobre tipo, te dijo Adelaida. “Oigaâ€, llamaste. “Perdone por todo este lÃoâ€. El hombre se volvió a voltear y te miró. Y tú lo miraste. Y viste sus ojos. Y viste transparencia en esos ojos, a pesar del miedo. “Es que acabo de pasar por una experiencia terribleâ€, le explicaste.
Por la espalda llega el terror. Por la trastienda de la vida se mete la noche y te besa frÃo allà donde la espalda pierde el nombre y se te trancan las nalgas. Trescientos cincuenta metros, no más, decÃa tu animal, Adelaida, y ya FARMACIA NOCTURNA y luz y teléfono y llamadas y seguridad y luz y no más frÃo y/
entonces Sentido Común se vió interrumpido por la irrupción del miedo intenso y terrible, ese siempre intruso del alma que la reconoce como su digna habitación porque un carro se acercaba y disminuÃa la velocidad justo al pasar por tu lado. Tanto nadar… te dijo Adelaida. Seguro que piensa que eres una puta, te dijo Adelaida. Si no te rapta y te termina de violar, seguro que te ofrece dinero. ¡Cállate ya, carajo! Le gritaste a Adelaida, ¡Me estás volviendo loca! Pero echaste a correr como un celaje anyway hacia la farmacia. El zumbido en los oÃdos era inefable y tú y Adelaida y tu madre que las parió te gritaban todas a la vez en tu cabeza. Era algo verdaderamente insoportable, Adelaida, lo sé, casi tan insoportable como el miedo que te llenaba de punta a punta buscando por donde estallar. El auto aceleró a tono con tu corrida y el corazón se te descarriló del pecho. El alma se te estiraba ya muy cerca de ese punto del cual ya no hay regreso. Estabas perdiendo la cordura, Adelaida. Tú no lo sabÃas (tan ocupada estabas cagándote del miedo), pero eso es exactamente lo que estaba pasando.
La noche
Yo le canto a esa noche en cantos, a esa noche única de la ciudad donde todo pasa y nada queda, esa noche-cuarto donde la entrada es gratis y a la salida vemos, esa noche-luna-carey de luna que nada arriba chapoteando y enfangándolo todo y que nos contempla a nosotros abajo squirming como se mira a los renacuajos en el fondo profundo de un estanque o a los goldfish de a dos por tres pesos que se pasean entre los galeones hundidos los tesoros los buzos de escafandra todos de plástico en el fondo adoquinado de una pecera. Yo le canto a esa noche bruja para conjurarla como ella me conjura a mÃ, para intentar inútilmente desenmascararla mientras ella me usa inevitablemente como máscara. Hoy somos todos hijos de la noche-ciudad. Somos todos facetas de esa gema negra enterrada en la frente de un Ãdolo de ébano. Pero/
Pero, ¿a dónde se fue? Eso yo no lo sé y es obvio que tú tampoco, Adelaida, tan ocupada estabas en dar más pasos y balbucear más palabras (que poco más hace la gente en esta vida). Y en hacerte mujer. Se te pobló poco a poco la zona-memoria de tu alma, y esta zona se dedicó a organizar sus contenidos a su modo caprichoso, escondiéndote fragmentos y recuerdos para protegerte o en verdad para protegerse a sà misma, acaso de ti misma. Ya he dicho que eres solamente un medio, un instrumento necesario para la existencia vital de tu alma y todo lo que la habita. Ocultarlo fue una de sus operaciones e interrogarle razones al alma es siempre una estupidez, ya que habla un idioma que ni tú ni yo conocemos. Es como preguntarle a un chino.
IV
Pero, ¿a dónde se fue? Ya he dicho que la respuesta a esta pregunta no se puede saber. Pero esto quizás no sea del todo cierto. Quizás tú podrÃas averiguar esa respuesta, pero nunca serÃas la misma. Conocerla implicarÃa quizás cambiar de idioma, Adelaida. Tú misma no comprenderÃas tu lenguaje, ni yo tampoco. Te volverÃas china. Te cambiarÃa de tono el nombre. No lo reconocerÃas. Pero yo sÃ, Adelaida. Yo siempre sÃ.
V
Que era rojo. Eso tú no lo sabes, no lo recuerdas, pero yo sÃ. Lo sé, digo, porque no es que lo recuerde. Yo en soledad carezco de memoria. Pero me es necesario saber que era rojo para poder seguir contándome y asà poder contarte, Adelaida. También sé, porque me es crucial el conocerlo, que desde su ocultamiento continuaba haciéndote cosas. Sé que, en el momento del trauma, desde su guarida te quebró la cabeza, te volvió a romper los espejos y te hizo devenir muchas. Al menos dos. Al menos me constan dos. Como estrategia peregrina del alma para sobrevivir, él te abrió la mente obligándola a un diálogo con interlocutores imposibles. Esto es, (pero esto tú no lo sabes, Adelaida) que te enloqueció.
VI
Pero, ¿es necesario encontrarlo? Para mÃ, no. Yo no he de buscar lo que no se me ha perdido, que en esas uno siempre sale perdiendo. Para ti, Adelaida, yo no sé. Solo sé que se te fue, que se te perdió. Quizás lo echaste de ti y ya no te acuerdas. Qué papel jugará esta pérdida, que significará él en tu desenlace y en el mÃo, si alguno, está por verse. Tu alma sabrá, o no. Sabrá dios, o no. El alma, como dios, actúa de maneras misteriosas. En fin, que ya veremos.
Interludio en seis cantos: lo extraviado
I.
Te lo regaló tu papá cuando aún no existÃas, Adelaida. Cuando aún no existÃan los nombres. Cuando aún te considerabas una masa indistinta de la carne de tu madre y no te reconocÃas en un espejo. Era peludo y mullido. TenÃa las orejas grandes y luego, más tarde, cuando ya tuviste nombre y reflejo y diste tus primeros pasitos y balbuceaste el primer sonido universal, él fue tu amigo, y le hablaste; fue tu bebé, y practicaste con él a modo de juego los rituales que tu madre practicó contigo cuando aún no existÃa Adelaida, cuando estabas diminuta y hecha de carne. Pero (y esto tú no lo sabes, no tienes por qué ni puedes recordarlo ahora, Adelaida, pero yo sà lo sé porque me incumbe) antes que eso fue una irrupción roja, una quebradura de espejo, fue lo primero cercano y remoto que consideraste otro. Fue la causa oculta y verdadera de tu primera palabra. Fue tu primer motor incógnito, el agente provocador tras bastidores de este cuento, de ese cuento que tú llamas vida.
II.
Luego, mucho más luego, luego de los pasos y los balbuceos y la ruptura de los espejos, creciste y eso no tiene importancia. Lo olvidaste y ya no fue más en ti, ni siquiera un recuerdo. Otros cuentos te ocuparon, fuiste parte de otras diversas tramas, te inventaste a ti misma y te inventaron de otros modos, en fin, seguiste tu vida. Era rojo, y desapareció.